Capítulo 22: Dolor

1.9K 257 53
                                    

Me dolía la cabeza como mil demonios y un demonio real era el causante de eso. Estaba pálida y sentía mucho frío, mi cuerpo temblaba y mis manos apenas podían sujetar la taza de té.

—Hemos agarrado la gripe—la abuela de Peter al menos se mostraba con buen humor—, qué tonta... soy una despistada y nunca cuido mi salud.

Me limité a sonreírle como signo de gesto amable. No quería charlar, menos sabiendo que ella ya lo había olvidado todo, en mis pensamientos las escenas de las horas recientes daban vueltas todavía. Nosotras en las puertas del infierno y Darren salvándonos.

—Deberías quedarte en mi casa al menos esta semana. Yo voy a cuidar de ti—.Estábamos en la casa de mi abuela, Darren nos había dejado allí antes de marcharse a hablar con mi abuelo.

—Gracias, Ana, creo que me haría muy bien.

—¿Y cómo es que tú también has caído enferma?—Me lo había dicho a mí, claro, pero yo seguía estando muy atontada como para decir algo coherente. De nuevo, sólo sonreí.

El abuelo entró en la sala. Parecía que su humor iba bien, porque llevaba una de esas expresiones tiernas que te hacían sentir como que de pronto todo está bien y los problemas se han acabado. Se acercó y puso su mano en mi frente, pero entonces su expresión pasó a volverse triste.

—Traje galletas caseras de la tienda, tus favoritas, Nissie—, dejó una bolsa de papel sobre mi regazo y siguió su camino, al parecer hasta la cocina. Busqué a Darren con la mirada, pero no lo hallé.

—¿Dónde está Peter?—recordé que él y Camila venían con nosotros en auto antes de que todo se volviera un desastre. De seguro ellos seguían por ahí, aguardando por Darren y por mí.

—Mi nieto, sí. Me acaba de llamar hace unos minutos, ¿no lo notaste? Pero, espera... No sabía que ustedes se conocían—, la señora me miró con curiosidad y luego soltó una risita. Yo no le respondí, porque no me hizo ningún sentido su comentario, pensé que serían delirios por la gripe o algo así. Bueno, más bien delirios del infierno.

Después me quedé dormida mientras las dos señoras mantenían una conversación sobre algo que ignoraba. Pensé en Darren, en Peter, en Cami y me sentí responsable por estos dos últimos, al fin y al cabo, involucrarlos en esta aventura era algo peligroso. Hablaría con ellos, no quería que les terminara ocurriendo algo malo como a mí.

Cuando desperté, Camila estaba allí. Se estaba comiendo mis galletas.

—Todo esto es muy peligroso, y no sé cómo puedo ayudarla...—esa era su voz, y junto a ella también escuché la de Peter.

—No puedes hacer nada. En realidad, sería mejor que no te metieras en esto.

—Hola...—Ya me sentía mucho mejor, pero intuí que mi aspecto era terrible, porque ambos pusieron cara de espanto al fijarse en mí.

—¿Cómo te sientes, Niss?

—Estoy bien, Cami. Sólo tenía mucho sueño... ¿Qué hora es? ¿Darren dónde está?

—No lo sabemos—respondió Peter—, pero tu abuelo nos ha pedido avisarle cuando despertaras. Creo que quiere hablar contigo.

—Él estuvo con Darren antes... Sí, algo tendrá que decirme de seguro.

—Primero come algo, luces muy mal. Nosotros le avisaremos que ya estás mejor para que puedan hablar, creo que por tu aspecto será mejor que te quedes quieta y descanses.

—Sí, eso sería bueno—opiné. Al instante Cami y Peter dejaron la sala y a los minutos apareció mi abuelo. No entendí cómo, pero llevaba en sus manos el mismo libro que me había regalado, aquel libro que Darren no debía leer.

Confía En El DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora