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Acaricio su espalda, mientras que sus lágrimas siguen empapando mi hombro.

Ni siquiera se que decirle, porque pensándolo más a profundidad, no sé nada sobre él. Y para que Jungkook este llorando de este modo, tiene que haber pasado algo bastante grabe, relacionado con él.

Acaricio su cabello e intento tranquilizarlo de algún modo. Le susurro en su oído que todo pasará en un momento dado y que no se preocupase. Sin embargo, Jungkook no abría la boca, solo me rodeaba la cintura con fuerza, pegando mi cuerpo al suyo tembloroso. Las clases ya deben de haber comenzado, por lo que ya daba igual si teníamos que correr o no.

Le acaricio el pelo con delicadeza y cojo su rostro entre mis manos, lo elevo para que me mire. Su rostro está lleno de lágrimas y sus ojos hinchados. Trago saliva; lo único que me hubiese esperado en esta vida era verle llorar. Quito las lágrimas de sus mejillas con mis pulgares.

―¿Vamos a algún sitio donde puedas sentirte más cómodo o...? ―Niega con la cabeza.

―No, no. Deberías ir a clase Jae ―acata con la voz temblando.

Agarra mis manos entre las suyas y las besa. Muerdo mi labio inferior con fuerza. No puedo dejarlo aquí así, sin más, se que es una idiotez... Pero algo en mi me impide hacerlo.

No puedo. Ni quiero hacerlo.

―No, quiero quedarme contigo ―afirmo.

Un brillo reluce en sus orbes oscuros y rojos, las comisuras de sus labios de elevan en una sincera sonrisa agradecida. Me coge de las manos y me lleva hacia dentro del gimnasio.

Entramos en la zona de actividades acrobáticas, allí se tumba sobre una colchoneta y tira de mi muñeca, acabando tumbada sobre su pecho. Inspiro hondo su dulce aroma a limpio, sin ningún olor extravagante viniendo de él. Me acurruco junto a su cálido cuerpo y nos quedamos viendo el techo alto de la sala, donde habita el silencio de forma sepulcral.

Nuestras respiraciones comienzan a llevar un ritmo pausado y relajado. Jungkook aún se encontraba un tanto tenso, pero se notaba que ya de había tranquilizado.

―Es mi madre, y mi hermano. Han vuelto, mamá quiere volver a poseer mi custodia e irme con ellos a vivir a Estados Unidos ―explica de forma pausada, como si tuviese temor a volver a llorar.

Abro mis ojos como platos, y el corazón se posa en mi garganta. Me pongo sobre mi codo y le miro a los ojos.

―¿Te irás?

Se encoje de hombros, y por alguna extraña razón el temor comienza a inundarme.

―No sé nada. Solo quiero que mi padre arregle esto, porque Jae, lo tengo todo aquí. Mi madre no me quiere, solo quiere el dichoso dinero de mi padre, igual que mi hermano. Son personas horribles, no tienen alma, ni corazón ―comienza a pronunciar, y poco a poco la voz volvió a apagarse.

―Pero, ¿Cuando los has visto? Quiero decir, está mañana hemos estado juntos, incluso me has traído al instituto.

―Han venido a hacerme una visita aquí ―concreta con una mueca de dolor.

Algo dentro de mi se estruja. Me pego a él de nuevo, pasando mi brazo por su torso, aguantando mis ganas de preguntar qué es lo que le había dicho.

―No me he puesto a llorar por lo que mi madre me haya podido decir, e incluso mi hermano. Yo me he visto reflejado en ellos, he dicho palabras similares con el mismo veneno, Jae. He sido así contigo ―susurra en un hilo de voz, me aprieta más contra él, temblando.

Ya se lo que estaba pensando.

Y lo que me ha puesto así.

Levanto mi rostro, me subo encima de él y le beso. Con mis rodillas clavadas al lado de sus caderas, comenzamos a besarnos de una manera dulce, lenta y tierna. Estaba muy lejos de ser un beso caliente, aunque yo estuviese encima de él, con seguramente mi ropa interior asomando por debajo de la falda de cuadros.

Me quedo sentada a horcajadas de él y le miro directamente a sus ojos tristes.

―Sí, no voy a decirte que no fuiste cruel, que no fuiste un capullo. Pero, déjame decirte que si fueses tan así como dices si, no llorarías por temer ser malo ―declaro acariciando su cuerpo, siguiendo las líneas perfectas de su torso bajo la camisa blanca del uniforme.

Inspira y se muerde el labio inferior.

Me coge de los hombros y me tumba sobre él, acaricia mi espalda de forma lenta y posa sus labios sobre mi cabeza. Cierro mis ojos ante la sensación. Era lo más maravilloso del mundo.

Pensar en su madre y su hermano, en las personas que eran ahora, le ha hecho compararse al él mismo con ellos. Y le ha dejado destrozado.

―Jae, se que no es el mejor momento pero; te necesito ―dictamina con urgencia.

Sonrío de lado cuando posa su mano en mi trasero de lleno. Con pereza me apoyo en su pecho sobre mis antebrazos y le miro, miro sus ojos, le miro a él. La necesidad de sentir que no está solo, la necesidad de sentir a alguien junto a él.

Me necesitaba de forma carnal tanto como mi alma.

Asiento, y quitó mi sonrisa gatuna cuando veo la seriedad de su mirada. Pero no una seriedad frívola.

No.

Hace mucho que no veo a ese Jungkook. Este me gusta mucho más.

Ahora sí, comenzamos una guerra de besos ardientes y necesitados que se escuchan por toda la habitación. Pronto mis bragas han desaparecido, y sus pantalones se han bajado junto a sus boxers. Gemimos mientras nos tocamos con urgencia, con necesidad. Paro su mano antes de que me corra, me mira confuso.

―Tú me necesitas a mi ―declaro.

Y antes de que pudiera reprocharme, me he agachado a su falo, y sin saber mucho como manejar el asunto, lo he cogido entre mis manos y he intentado guiarme por mis instintos. Y a juzgar por sus gruñidos, no lo hago tan mal. Lamo desde sus testículos hasta la punta, y allí, juego con su capullo un buen rato, hasta que me coge por las axilas y me sienta sobre él sin penetrarme.

Cuando me miro a los ojos, me dedica una mirada salvaje, ahora llena e lujuria.

―No quiero disfrutarte de esa forma ahora ―concreta antes de sacar un condón de su bolsillo trasero del pantalón y deslizarlo sobre su polla.

Mi segunda vez en un jodido gimnasio. Hay que joderse.

Me preparo sobre él, y cuando me dejo caer, tengo que cerrar los ojos con fuerza ante la intrusión. Ha dolido un poco, no tanto como la noche anterior, pero sí que ha sido una sensación muy molesta.

―¿Estás bien? ―inquiere con voz ahogada.

A la mierda.

―Sí ―suspiro.

Ambos acabamos el uno junto al otro, me abraza contra su pecho. Nos quedamos ahí, con los ojos cerrados, cansados.

―Eres la primera.

―¿Qué? ―pregunto sorprendida.

Suelta una risa baja y ronca, somnoliento.

―La primera que me ve llorar.


Vale, sí. Es una kk de actualización, pero bueno, al menos lo he hecho. De veras que intento hacerlo lo mejor que puedo, pero quiero que salga bien, y no me quedare tranquila para escribir otras novelas hasta que acabe esta.

Además de que no tengo ordenador y me cansa tener que escribir con el móvil, porque no es nada cómodo. Así que así va la cosa, aunque para la semana que viene tengo fiesta y ya me llega el portátil nuevo.

Wicked»  j.jungkook (Saga Bad Guys #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora