Hanami [ItaPan]

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La verdad es que Italia no creía que hubiera hecho algo malo, en lo absoluto; pero para Japón, el hecho de que lo besara sin pensar al despedirse de una junta, rodeados por las otras naciones.

Lo hizo más por inercia que otra cosa, y él estaba tan acostumbrado a ser cariñoso con personas cercanas a él, como era su pareja, en este caso Kiku, que fue casi como un reflejo el despedirse de esa manera.

Algunos sabían que llevaban saliendo desde el final de la guerra, como era su hermano y Alemania, pero en general a Japón le gustaba más la discreción con sus asuntos personales. Así que rara vez daban señal de su verdadera relación frente a otros.

Hasta ese desliz, que en realidad reveló que muchos otros países ya sospechaban o deducían que sucedía entre Kiku y Veneciano. Italia tomó muy bien lo sucedido, y riendo se disculpó. Japón no recibió tan bien el verse expuesto, y salió con el rostro rojo con paso apresurado de la sala de juntas.

—¡Japón, espera! —quiso salir tras su pareja, hasta que la mano de Ludwig en su hombro lo detuvo.

—Creo que con lo reservado que es Japón, deberías darle un poco de espacio —sugirió Alemania, Feliciano le dio la razón y no hablo con el japonés un par de días después de ese pequeño incidente, que al único que sorprendió fue a China, persona que cuido a Kiku cuando era una nación joven.

Feliciano recibió con notable desanimo la visita de su hermano al día siguiente. Si bien habían tenido sus diferencias en el pasado, y Lovino era equitativamente hosco con todos los que le hablaran, se preocupaba por su hermano...a su manera.

—¿Qué demonios te pasa, bastardo? —gruñó Lovino cuando Feliciano nada más picaba con su cuchara su comida—. No prepare esa pasta para que se enfríe.

—Creo que Japón me odia —dijo Feliciano suspirando. Había pensado en acercarse a Kiku y llevarle un regalo, pero quizás ese era un acercamiento muy agresivo.

—¡Te preocupas demasiado! —Sentenció Romano—. Sólo haz algo con él que le guste, y discúlpate a solas. Ustedes exageran con todo, maldita sea.

—¿Algo que le guste? ¿Cómo llevarlo a un lugar que lo haga feliz? —cuestionó curvando sus labios en una sonrisa.

—¡Yo que sé! —gruñó Lovino enfocándose en su comida.

—¡Gracias Fratello! —exclamó Feliciano contento; tenía una idea de que podía hacer.

Con motivación, checó la fecha en el calendario, y citó a Kiku con una breve llamada en uno de los parques más grandes de Tokio. Preparo algunos de sus platillos favoritos, y consiguió algunas recetas de los que recordaba eran los favoritos de Japón.

Buscó el punto menos concurrido y con la mejor vista para celebrar el «Hanami», una de las celebraciones que Kiku esperaba con más entusiasmo, donde las familias se reunían para ver el florecimiento de los muy queridos arboles de cerezo. Feliciano dispuso una manta bajo uno de los árboles de cerezo, y esperó con cierta impaciencia por Japón.

Cuando este apareció, todavía se veía algo avergonzado de estar con él en público. Feliciano sonrió, y habló con la alegría que lo caracterizaba:

—¡Recordé lo mucho que te gustaba el Hanami! —dijo con entusiasmo—. Siento mucho si te moleste esa vez, creo que debí ser más cuidados.

Kiku lo miró pensativo, y contestó—. No, no es que me haya molestado...es que creo que me sentí muy expuesto, avergonzado; lo nuestro es algo muy importante, y siempre he pensado que lo que consideramos precioso debe ser protegido.

—Me siento feliz de saber que no estás enojado, pensé que ya no querrías hablarme —respiró aliviado.

—No podría jamás hacer eso —rio suavemente Japón—. ¿No están esplendidos los cerezos?

—¡Son hermosos! —concordó el italiano, acercándose un poco a donde estaba sentado Kiku, y recargó ligeramente su peso; Japón recargó su cabeza con la de Feliciano, sonrojándose un poco.

—No estoy molesto, pero me gustaría que te hicieras responsable de ser un poco impulsivo —pidió con una sonrisa y ojos cerrados.

—¿Ve? ¿Debo recibir un castigo? —preguntó un poco preocupado.

Japón asintió, y tras un breve silencio respondió—: Hagamos esto cada Hanami.

Algunos pétalos cayeron con el viento sobre sus cabellos, y el silencio se hizo presente de manera placida ente ellos. No necesitaban hablar más sobre el asunto, como si los cerezos en flor comunicaran por ellos sus pensamientos.

Feliciano sonrió, sintiendo la brisa de la tarde y la calidez de Kiku a su lado.

Stories, Fate, & Etc [Hetalia] [Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora