Komorebi [ChuNi]

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Komorebi.

Los rayos de sol 

                             que se filtran 

a través de las hojas de los árboles

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En realidad, había ocurrido de forma indeseada.

Él, con su cabello largo descansando sobre su hombro, y una mueca que no mostraba hostilidad alguna, sino más bien un gesto reflexivo; llegó a su vida en su primer día de clases, en una de esas calurosas mañanas típicas de primavera mientras el bullicio de un ciclo nuevo ahogaba y mezclaba voces de cientos de jóvenes.

Kiku estaba buscando su clase en un tablero, esperando a que la multitud se disolviera bajo la sombra de un árbol, con algunas luces dispares atravesando sus ramas, cubriendo el suelo.

Como alumno de curso superior, se acercó él bajo la premisa obligatoria de guiar y tomar bajo su tutela a un alumno de nuevo ingreso, innecesaria costumbre de esa escuela (para él). Wang Yao, siempre se ofrecía de voluntario para apoyar a quienes fueran más jóvenes que él, así que no dudó en formar parte de esa tradición.

Yao era demasiado dedicado en ver por su bienestar. Insistente, quizás; sin embargo, era amable, inteligente, y con criterio peculiarmente sensato para un adolescente. Quizás lo que más odiaba Kiku, es lo mucho que aprendía de él, lo fácil que era acostumbrarse a esas tardes después de clases en la biblioteca.

Odiaba lo fácil que era encariñarse, y admirar a Yao. Tenía una buena razón: el joven chino, así lo sentía, hacía tanto por él por el mero hecho de su amabilidad innata que se conjugó con una obligación; Kiku no se sentía más allá de una clase de hermano menor ocasional. ¿Cómo no detestar eso?

Y es que, con profunda vergüenza, se había dado cuenta que le quería, cómo no debía quererlo, como tenía que ser con alguna chica que le agradara. Su familia era rígida, sí; aunque Kiku sabía que en esa época poco importaba eso. A decir verdad, sus dudas se fundamentaban en, aun cuando Yao lo mirara diferente a un hermano menor, ¿lo vería más allá de ser un chico?

—Ya no necesito de que estés asesorandome, agradezco toda tu ayuda hasta ahora —le dijo una tarde cuando en silencio terminaron su acostumbrada sesión de estudios. Su voz fue perfectamente cortés, procuró mirarle a los ojos, no vacilando.

¿Por qué Yao le miraba de esa manera? Como si hubiera dicho algo terrible. A él también le dolía.

—¿Estas molesto porque tuve que cancelar la semana pasada? Las actividades del club se pusieron pesadas —explicó Yao, ladeando su cabeza, con una sonrisa de disculpa—. Sé que estuvo mal que no te avisara con tiempo. Como tu tutor, prometo tomar más responsabilidad.

—No deseo que seas más mi tutor; agradezco nuevamente tu ayuda —dijo el chico nuevamente, alzando un poco más su voz de lo normal. No quería que fuera su tutor, él quería...

—Kiku, ¿hice algo? ¿Tal vez me queje mucho contigo de las ideas de Francis en el club de cocina? —preguntó Yao insistiendo en entenderlo, en saber su extraña negativa a seguir con aquella rutina.

—No es por alguna razón en particular. Pero puedo hacerme cargo de mis estudios por mi cuenta —ofreció como explicación el otro, tomando sus cosas con la mayor calma posible.

Yao no dijo nada, simplemente miró su libro de texto frente a él intentando comprenderlo. No es tu culpa, pensó Kiku con arrepentimiento, no debería estar molesto contigo.

Después de eso, a mitad de año, entró al club de periodismo con dos de sus compañeros. Y a pesar de tener su día lleno de actividades, apenas podía dejar de pensar en Yao, de girar un poco su rostro cada que tenía que pasar por el aula donde hacían sus actividades el club de cocina.

Stories, Fate, & Etc [Hetalia] [Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora