Stories, Fate, & Etc [Hetalia] [Oneshots]

Answer [UsaMex]

Ship: Usa y México (México de UmiAltin). Posterior a la guerra de Estados Unidos y México.

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Suspiró distraído; aquello era una celebración, habían ganado no solo hacía poco su independencia, sino una guerra. Crecieron como jamás se habían imaginado...pero el remordimiento quedaba ahí (hasta Inglaterra se acercó a él para intentar negociar un poco en favor de su vecino).

México conservó la mitad de su territorio, el era el perdedor, esas consecuencias eran naturales; pero no menos horribles. Si algunas otras naciones no hubieran intervenido, Alfred habría sido enviado a tomar casi todo lo que restaba con tal de hacerse del Istmo de Tehuantepec (Eduardo habría sido un muerto viviente con no más que unos estados).

Habían ganado. Eran vencedores. Debía estar feliz. Estaba cumpliendo los objetivos que toda gran nación se había puesto; seguido los pasos de un conquistador. Pero aquello no era justo. Eduardo debía detestarlo; y si sus cartas sin respuesta, donde nada más le decía que esperaba que entendiera que aquello eran ordenes, y no la primera vez que a una nación le pasaba (era cínico, y egoísta de su parte pedir que entendiera, ¿pero que podía decir en ese situación que fuera bueno? ¿Amable? Nada dejaba de sonar como una burla, era consciente).

—Por favor, responde —imploró para sí mismo; una vez más enviaría una carta para Eduardo.

Era lo más lejos que podían llegar; si es que algún quería verlo, Alfred sabía que serían decadas antes de que le mirara a los ojos. Antes...todo era más sencillo; ellos se prometieron cosas, estuvieron a punto de poner sentimientos que los unirían en palabras; antes lo eran todo (al menos Eduardo lo seguía siendo). Pensó que podían serlo todo; pero ellos no tienen oportunidades de eso.

Cuando terminó de redactar la carta, regresó a la fiesta. Sonrió jovial y animado como sabía esperaban los demás. Era una nación independiente, y quería ser una fuerte, que mostrara el temple de a donde querían dirigirla (por más que los medios para lograrlo comenzaron haciendo que quienes quería lo odiaran; que quien fuese su recurrente compañero le guardara rencor).

En algún punto, la bebida se le subió a su cabeza; ya nadie se fijaba en si era correcto o no que una nación con el rostro todavía con vestigios de adolescencia consumiera alcohol (estaba agradecido con eso). Se retiró a su cuarto entrada la madrugada; y revisó sintiendo su mente aturdida la carta. Escribió: me gustaría que respondieras Eduardo, por favor responde.

¿Estaría México bien? Cuando firmó aquel humillante tratado, estaba malherido, observando a sus jefes destazarlo en cierta forma sin una vía de cambiar el evento. Tal vez el dolor aún persistía; ¿como era una nación pasar por algo así? Le preguntó en alguna carta anterior, pero como era normal, no hubo una misiva en respuesta.

Si Eduardo lo viera así, mirando miserable por su ventana, con una botella en mano, ¿que diría? Sin duda se sentaría junto a él, miraría reprobando su elección de bebida, y empujaría contra su mano algún bien tequila; beberían hasta que el mexicano se riera de cualquier cosa y nada, tal vez habría un beso perdido del que ninguno comentaría algo, porque pensaban que habría tiempo para poner en la mesa cartas claras, y sentimientos.

Ya no había tiempo...

Alfred dejó caer la botella de licor al piso con desdén; no cambió ese ultimo verso vulnerable y suplicante de su carta. Tiró su orgullo. Tal vez no le vería en un buen tiempo; lo más acertado era pensar que ni siquiera le dirigiría unas palabras escritas. Pero hablaría con él si se daba la oportunidad; sin ser naciones, sin conversaciones de tratados o negocios.

Si es que algún día quería verlo...