Every other illusion [Frain]

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Existía un fenómeno misterioso; uno de esos secretos a voces que en realidad nadie contaba pero todos sabían, y es que, ellos, de por sí ya siendo una existencia inusual, era un hecho experimentado por todos; más, no obstante, no despreciaba el hecho de que era una ocurrencia sin explicación ni indicio de su origen.

Ese evento misterioso era tan antiguo como ellos; nostálgico e indudablemente trágico; y es que si bien se desconocía la razón u el origen de ese fenómeno, si sabían el detonante del mismo: ocurría —al menos los que lo presenciaron así lo creían— la mitad de las ocasiones en que alguno de ellos moría, en particular cuando había sido un deceso en circunstancias cruentas o amargas.

España recordaba haberse cruzado con el fenómeno: Francia, su personificación, había sido víctima de aquel artefacto llamado guillotina durante el cenit de su Revolución, cuando la familia real había caído y él fuera capturado en el caos. El ibérico se había informado de la ejecución días después, y con una sensación pastosa en su boca, simplemente asintió al fatídico hecho. No podía hacer más, no era su conflicto y no tenía órdenes para poder salvarlo...aún si lo ansiaba.

Pero se había cruzado con el fenómeno, uno que muchos de ellos habían visto cuando aconteció la muerte de Roma y muchas naciones más; caminando en una de sus ciudades, una en particular cercana a la frontera francesa, se encontró con un joven hombre idéntico a Francis. Antonio no necesitaba que le dijeran que estaba ocurriendo, o sí aquello era una simple maquinación de su dolor al estar lejos de Francis y atado de manos para poder auxiliarlo, ese era, y no era, el hombre que respondía al nombre que tenía siempre en sus labios.

España sólo había sido testigo de aquel acontecimiento una vez, viendo a Rómulo pasear cómo un hombre ordinario por uno de sus viejos territorios; al principio tenía muchas preguntas, pero sabía que aquel hombre, sin duda, era Roma pero sin todo aquello que los hacía eternos y ajenos a lo mundano de un individuo mortal. China que era uno de los más viejos entre ellos (y al que cuestionó lo que vio cuando se dio la oportunidad), y antiguo conocido del caído imperio, les había dicho que sin un día veían a alguien de ellos muerto ya, caminando entre humanos, era un breve sueño que se liberaba en ese momento: »—Una parte de nosotros que quiere olvidar es libre en esos días, meses, o años en que «morimos». Así que si viste a Roma, era él, pero una fugaz encarnación sin memorias y que desaparecerá cuando despierte o la nación se desvanezca. No podría decirte más, pues no poseo más información.

Así que fuera lo que fuera, ese hombre idéntico a Francis que estaba se había sentado en un banquillo cerca de un café y sonreía sereno mirando hacia la plaza. ¿Cuánto duraría esa ilusión, ese momento de paz y lejanía al sufrimiento que representaba ser ellos? Aunque no tuviera sentido hacer nada al respecto, ni sus palabras prevalecerían en la memoria de éste Francis, no resistió la urgencia de sentarse junto al hombre.

El hombre sonrió y lo miró en silencio. Antonio tenía curiosidad de saber que tan conscientes eran de sí mismos; ¿vagaría hasta que pudiera despertar el Francis real? Tal vez debería llevarlo a su casa por el momento hasta que desapareciera...

Antonio observó al hombre mirarlo sonriente en silencio, pudo ver cómo partes de su cuello comenzaban a desaparecer, así que asumió no le quedaba mucho. A pesar de no comprender aquel hecho, decidió reconfortar al hombre, aún si no recordara nada Francis después, no podía permitirse pensar que ese pequeño momento de paz donde un sueño de Francis se cruzó en su camino, pudiera pasar por algún momento difícil. Aunque fuera una vez y sus sentimientos no alcanzaran al dueño de esa ilusión, quería mantener aquella sonrisa.

—¿Cómo te llamas? —inquirió Antonio en el poco Francés que sabía, no estaba seguro si tendría un nombre siquiera.

—Fran —respondió, Antonio sintió contento—. Usted, Monsieur?

—Antonio —dijo en un suspiro riendo ante la un tanto distraída expresión de Fran—. ¿Puedo...quedarme contigo aquí?

Lo usual, o al menos para cualquier persona con sentido común, sería cuestionarlo de la decisión de un extraño de acercarse y decidir de buenas a primeras la razón de querer quedarse ahí sin decir nada más. Antonio no sabía si esa forma de ser tan descuidada con su entorno se debía a la naturaleza de lo que «Fran» era, o si inconscientemente sabía quién era él.

—Por supuesto —asintió Fran riendo con suavidad, y Antonio sintiendo atrevido, decidió probar su suerte sentándose más cerca del otro y colocando su mano de forma discreta sobre la ajena que descansaba entre ellos.

No hubo sobresalto o gran sorpresa, el gesto parecía de lo más normal y Fran sólo ensanchó su sonrisa un poco más. Antonio acercó más su cuerpo conforme la tarde iba cayendo, sus manos estaban entrelazadas. El ibérico no tenía más respuestas acerca de aquel misterioso fenómeno, ni las tendría, pero estaba bien con ello.

Aunque tenía una teoría.

—Si tú día a día fuera un sinfín de cosas tristes y difíciles de llevar, ¿qué haríais? —murmuró Antonio su pregunta, disfrutando las ultimas luces del día y el tono cálido que nacía en el horizonte cubriendo el cielo.

—Bueno, creo que si pasas mucho tiempo sufriendo sentirías que quieres escapar —respondió Fran, apreciando también el cielo de aquella tranquila plaza.

¿Sería esa una de las razones de porque el misterio ocurría? Antonio inhalo lentamente y apretó con suavidad su mano que envolvía la de Francis, porque al final si aquel hombre no era a quien conocía, pero si podía ofrecer un poco de consuelo por más que ese momento se quedara en el olvido, lo haría.

Así permanecieron, juntos mientras la noche cubría la plaza y su manos se vio únicamente cubriendo un espacio vació en el banquillo, mientras sonreía con cierto alivió sabiendo que el sueño había regreso al dueño que acababa de despertar. 

Stories, Fate, & Etc [Hetalia] [Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora