Dos lunas [Jap/NyoMex]

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Cuando el conejo llegó a la luna, en realidad tuvo dos destinos: uno, en las tierras donde el sol nace, sus huesos fueron enterrados en la belleza solitaria de ese lugar, en honor a su noble sacrificio.

Su segundo destino, en las tierras donde los muertos eran guiados por las vivaces flores de cempasúchil, fue su imagen grabada en esa pequeña acompañante de los cielos, antiquísima compañera de su hogar, la tierra.

En ambos, era un tributo por su dulzura, por su corazón de dar su propia vida por el bien de otro sin atisbo de egoísmo. En uno acabó en tragedia, en el otro, con el regalo de ser inmortalizado más allá de lo siglos.

Ambos sin embargo, quedan en la memoria como un sacrificio por amor eterno.

Al existir esos dos destinos, es como si también existieran dos realidades, dos lunas.

¿El conejo de la luna se sentirá sólo en alguno de esos destinos?

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Realmente estaba ocupada, muy ocupada en esos días, no sólo por las muy diversas complicaciones que tenía normalmente, sino porque el día de muertos se encontraba aa vuelta de la esquina, y ella apenas había tenido tiempo de arreglar la ofrenda.

También estaba un poco entusiasmada con las preparaciones, Japón venía de visita para acompañarla en el día de muertos. Quería recibirlo con mucho entusiasmo, para poderle agradecer de invitarla a presenciar algo tan importante como era el O-bon, donde Kiku también recordaba la memoria de sus ancestros.

Ambos compartían muchas cosas al parecer, como ese ambiente festivo con el que recibían a los muertos, aunque en el caso de Japón tenía un carácter más ceremonial.

La luna iluminó su habitación, y México se dejó caer de manera descuidada sobre su cama.

La luna.

Era curioso que ambos tuvieran un relato tan similar del Conejo Lunar. En el mito que contaron sus antepasados, el Conejo tenía su imagen grabada para que todos lo vieran en el satélite, en el de Kiku, los restos del animalillo fueron enterrados en ella: la idea era, en esencia, el agradecimiento a un sacrificio de amor incondicional.

Era un poco triste pensar en las palabras de Kiku, del conejo viviendo en soledad, pero ella creía que en realidad, el recuerdo del Conejo estaba acompañado por las estrellas, y el amor de quien guardó su eterno recuerdo: porque para ella, eso historia le parecía un homenaje de lo más noble.

Quizás podría alegrarlo con mostrarle por qué su día de muertos era una fiesta, una fiesta de bienvenida a quienes vuelven del recuerdo cada año.

María se levantó con un salto de su cama, y con ánimos renovados, fue a buscar algunas cosas que había comprado de más para la ofrenda.

Juntó varios ramos de flores de Cempasúchil, pintura vegetal y papel mache.

Iba a ser una noche larga.

Tal vez, María pensó, que la tristeza que Kiku portaba por ese pequeño conejo en la luna, era porque también se sentía solo en un grado, o quizás, porque sentía que lo habían olvidado en un lugar oscuro lejos de su hogar.

México solía imaginar demasiado con ese tipo de historias, pero las palabras de Kiku: "¿No se sentirá sólo?", le parecieron demasiado honestas para ser sólo un comentario más.

Con esmero, preparó la pintura para lograr el color que deseaba, y comenzó a poner en la sala de su casa, sin dejar espacio realmente para pasar por ahí, las flores de Cempasúchil en forma de un círculo lo más perfecto posible.

¿Por qué hacía aquello? Kiku era alguien muy especial para ella, aunque hasta el momento no se lo había confesado. Eso le hacía sentir terrible por no haber notado que Japón estaba sintiéndose un solo, o que aquella historia tenía tal importancia para la longeva nación.

María en algún punto, cuando acabó su objetivo, se fue a tomar un café de olla con canela para no caer dormida, por la hora —y considerando que tan puntual era Japón—, debía tener a la nación de oriente en su puerta en unos minutos.

La sala era un desorden, así que maldijo a su suerte, y se dispuso a levantar la basura de sus actividades nocturnas para no parecer una nación desordenada ante Kiku, consciente o no, María quería impresionarlo.

Revisó que las ofrendas estuvieran perfectamente equilibradas, con suficientes flores de Cempasúchil en cada nivel de las mismas. Vio que la más grande, que estaba en el recibidor de la casa, tuviera los nombres de sus padres correctamente escritos: con un poco de sentimiento, prendió una veladora que se había apagado cerca del retrato de Maya, una pintura que ella hizo cuando niña—a escondidas de Antonio, siendo ella en ese tiempo Nueva España—. Esparció un poco más de pétalos a los pies del altar, y fue a echar otro vistazo a la sorpresa que tenía para Japón en su sala.

Al escuchar el sonido de un automóvil y el timbre, se alisó el vestido; esperaba que su cabello estuviera un poco decente esa mañana, no perdió tiempo revisando eso.

—Ah, María-san —saludó con una reverencia Kiku, y ella torció los labios con el "San"—. Sigue siendo demasiado, sólo decirle María —justificó la nación mayor a México al darse cuenta de su molestia.

—Sí, sí, Señor Kiku —se resignó ella, marcando señor con toda la intención, y Japón pareció temblar con lo de señor—. ¡Bueno! —Dio una palmada ella con expresión alegre, y tomó de las manos a Japón que pareció alterarse ante ese gesto que sentía demasiado íntimo—. Antes de desayunar, tienes que ver esto, ¡es algo que sé que te alegrará!

— ¡Es...espere, María-san! —reclamó Kiku casi cayéndose cuando México casi lo arrastró del brazo.

—Sólo María —bufo molesta cuando llegó a la sala, y empujo suavemente a Japón para que pudiera apreciar lo que estaba en la parte más amplia de la sala de estar de la casa—. Estuve pensando sobre "El conejo de la luna", esa historia creo que si puede ser algo triste, aunque es curioso que en la versión de tu gente muera, mientras en la mía sólo se graba la figura de él en el cielo: dos versiones, dos conejos.

—María —murmuró Kiku, acercándose a la figura formada por flores naturales y de papel, adornada con tantos colores que era difícil pensar en algo triste con esa imagen—. Esto es...

—Es como si hubiera dos lunas en un mismo cielo, así que si hay dos, significa que el conejo no está solo —continuó ella, y un poco ruborizada tomó la mano de Japón que en otras circunstancias se hubiese alterado bastante—. Y no olvides que la luna siempre nos mira acompañada por millones de estrellas. ¿Sabes que "El día de muertos" son días para darle la bienvenida a quienes nos visitan, aun si una vez nos dejaron? Por eso...

María miró con una sonrisa la expresión conmovida de Kiku, que aunque serena y sutil, México podía ver que aquel gesto era emocionante para Japón.

Frente a ellos, estaba una luna formada de la flor de cempasúchil, como si reflejaran el hermoso color de las lunas de octubre y noviembre; en el centro había dos conejos blancos de orejas largas, que lado a lado parecían dormir contentos, mientras eran rodeados de decenas de colores que eran un manto de estrellas de otras flores.

—Esta es una ofrenda para los conejos de las dos lunas, que cuando vengan a visitarnos no se sientan solos y se den cuenta cuan felices estamos de que nos visiten —fueron las palabras de María, quien vio sorprendida la mano de Japón apretar gentilmente la suya.

Japón siempre se sentía nostálgico con las historias sobre la luna, muchas de ellas terminaban de manera triste y con la soledad implícita en ella; en cierta parte, le recordaba al periodo en que estuvo aislado del mundo, antes de conocer a muchos de sus actuales amigos.

—Entonces hay que recibirlos con una sonrisa —agregó Kiku.

Si había muchas historias del conejo lunar, entonces, probablemente, no tendría que preocuparse por cosas como la soledad, porque ese conejo estaría rodeado de muchos más jugando con él.

Stories, Fate, & Etc [Hetalia] [Oneshots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora