Capítulo 4.

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- ¡Niña!

El grito hizo que la chica se levantara del montón de mantas y almohadones sobre el que se había quedado dormida. En cuanto vio al dueño de esa voz, frunció el ceño ante uno de los niños perdidos más pequeños.

- Peter Pan quiere verte. - añadió. - Ya.

- Tengo nombre, ¿sabes? - le espetó ella malhumorada.

- ¿Y a quién le importa eso? - cuestionó con flojera antes de desaparecer de la habitación.

Guardó la rabia para sus adentros y salió de la habitación pocos segundos después. No quería ver a ese demonio, pero mucho menos quería hacerlo esperar. En la parte de abajo todavía quedaban varios niños acostados.

En la entrada del árbol la esperaba Pan con las manos agarradas a la espalda. Primero la observó de arriba abajo con asco.

- Es hora de que te des un baño.

Caminaron en silencio por el bosque hasta que el chico se detuvo en lo que parecía ser un manantial. La mandíbula de la chica se descolgó ante le belleza de tal paisaje, dudando de que algo tan bonito pudiera encontrarse en un lugar tan terrible.

- ¿Y bien? - cuestionó. - No tengo todo el día.

- ¿Piensas quedarte?

- No voy a arriesgarme a que te escapes.

- No lo haré.

- Lo dices como si confiara en tu palabra. - se burló, pero al verla dudar, añadió. - ¿Crees que me interesa en lo más mínimo lo que escondas bajo ese camisón?

Se sintió despreciada con esas últimas palabras, pero con ello también logró que su orgullo se picara y, en consecuencia, creciera.

- Como quieras. - aceptó.

Se acercó a la orilla hasta que sus pies tocaron el agua. Se sacó el sucio camisón por encima de la cabeza y lo tiró al suelo antes de meterse al agua. Todavía mantenía la ropa interior. No le importaba en absoluto si Peter había mirado, se había burlado o si de nuevo se había sentido asqueado.


Pan no le dejó más que quince minutos para disfrutar de la refrescante sensación de poder bañarse en aquel manantial, sobre todo después de tantos días encarcelada. Al salir, le vio tumbado en el suelo mientras observaba las copas de los árboles. Tan solo se incorporó cuando se percató de que iba a colocarme de nuevo el camisón.

La chica sintió como una nube de humo oscuro la envolvía y, en cuanto desapareció, se percató de que estaba vestida con ropa nueva. Abrió y cerró la boca confusa, arrebatándole una carcajada a Peter.

- Se nota que la magia es nueva para ti, niña. - se burló.

No era una "niña". Odiaba ese apodo y no soportaría que todos en esa isla decidieran dirigirse a ella de esa forma.

- Me llamo Kath.

La ropa que Pan le había concedido era similar a la del resto de niños: unos pantalones marrones, unas votas desgastadas y una especie de camisa verde que se ceñía en la cintura y se abombaba al subir hacia el pecho, terminando en un escote en pico.

- Katherine. - apostilló Peter.

- No. Kath. - le corrigió. - Nunca me ha gustado Katherine.

- ¿A caso tiene pinta de importarme lo que te gusta o no?

Kath rodó lo ojos frustrada. Todavía estaba sorprendida por haber escuchado a ese chico reírse, aunque fuera de ella. Sin embargo, no podía olvidar que era un ser cruel por muy pacífico que estuviera siendo ahora.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora