Capítulo 26.

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Después de pasar todo un día deambulando por la Isla de aquí para allá, Katherine se vio sin más alternativa que regresar al campamento. No quería rendirse tan fácilmente, mucho menos que los niños perdidos se dieran cuenta de que no podía sobrevivir sola. Tampoco deseaba cruzarse con Pan tan pronto, y precisamente acudió a su árbol en primer lugar.

- ¡Eh! ¡Pan! – le gritó. Unos escasos segundos bastaron para que una nube la transportara al interior del refugio. Allí, Peter la observaba con una ceja enarcada:

- ¿Tan pronto te has cansado de caminar sola por la Isla?

Kath no respondió, sino que se acercó hasta él y enrolló sus brazos alrededor de su cuello con decisión. Sabía que no se resistiría a ella. Se puso de puntillas y devoró sus labios con la misma intensidad que lo había hecho él dos noches atrás. Desabrochó su cinturón y le abrió el chaleco verde hasta que pudo sentir su piel bajo sus manos. Con el simple roce de sus dedos, Peter soltó un gemido. Katherine se separó para quitarse su propia camiseta, pero en el momento en el que trató de volver a besarle, él la detuvo.

- Pensaba que estabas harta de mí.

- Eso no significa que quiera alejarme de ti.

*

Peter dormía plácidamente. Su pecho desnudo subía y bajaba y varios mechones caían rebeldes sobre su frente. Katherine pensó que después de tanto esperar y desear lo que hacía menos de dos horas habían hecho, ahora Pan debería estar exhausto.

Se levantó en silencio de la cama y procuró que ninguno de sus pasos hicieran crujir el suelo de madera bajo sus pies. Al terminar, tan solo se había puesto la ropa interior y la camiseta, pero lo que necesitaba en esos momentos estaba en el bolsillo de su pantalón. Se acuclilló para cogerlos y al instante sacó un pequeño bote de cristal perfectamente cerrado. Lo que había en su interior parecía simple agua, pero era de un sitio muy especial. Dejó escapar el aire que guardaba en su pecho y regresó al sitio que había ocupado hasta hacía un momento en la cama, al lado de Peter.

Las órdenes de Rumpelstiltskin habían sido claras y ella las había obedecido sumisamente. Primero le había dicho que tardara por lo menos un día en regresar y que, cuando lo hiciera, debía lograr que Pan bajara la guardia. La forma en la que lo había conseguido era la única que se le había ocurrido.

La parte con la que concluía el plan era sencilla. Katherine tenía que darle de beber el agua perteneciente al Río de las Almas Perdidas y el destino de Peter Pan estaría sellado. El Río de las Almas era uno de los cinco que recorrían el Inframundo, por el cual las almas perdidas vagan eternamente. Cualquiera que entre en contacto con ese agua, ya sea vivo o muerto, quedará atrapado por siempre en el río.  

Kath destapó el bote y lo acercó al rostro del chico. Tan solo tendría unos segundos para arrancarle el corazón del pecho antes de que se consumiera con el resto de su cuerpo, pero Rumpel le había transmitido la magia suficiente para ello. De esa forma, recuperaría su corazón y el trato quedaría completado. 

No creyó que lo haría, pero verdaderamente su cuerpo vaciló. Era una tarea sencilla, pero sus músculos no le respondían. En su cabeza se maldijo por no poder terminar de volcar el pequeño bote en aquellos labios que horas atrás la besaban. Era lo que se merecía después de todo el daño que le había causado. Y solo así libraría al mundo de un monstruo y ella recobraría su vida y su libertad.

Tras varios minutos inmóvil, Katherine terminó por apartar el bote y volver a cerrarlo. Suspiró pesadamente y observó el rostro de Pan con pesar. Era un ser horrible, pero cuando le veía durmiendo y con el rostro tan apacible se le hacía imposible creer que fuera cierto. Dejó el bote bajo un almohadón, dispuesta a cogerlo mañana, y se acostó de lado dándole la espalda.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora