Capítulo 23.

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Katherine se vio arrinconada, sin poder avanzar ni retroceder.

- ¿Qué creías que encontrarías aquí arriba? ¿Una salida?

Peter bloqueaba el camino de bajada y al otro lado tan solo había un acantilado, el mismo en el que se habían besado por primera vez. La puesta de sol los alumbraba.

- Si querías atraparme, no te lo iba a poner fácil. – respondió Katherine. Él avanzó unos pasos hacia ella, quien se mantuvo firme en su sitio.

- No esperaba menos de ti.

Peter sonreía excitado, casi malévolamente. Se podía ver la oscuridad de su corazón ahora reflejada en sus ojos. La situación le divertía de sobremanera.

- Todavía tengo varias preguntas.

- ¿Ah, sí? – inquirió el chico, curioso, enarcando una ceja.

- ¿Por qué jugaste conmigo de esa forma tan ruin?

Pan tenía la respuesta clara, ya intuía que tendría que dársela en algún momento.

- Tenías que enamorarte de la Isla para que resurgiera la fe de tu corazón. Luego, cuando recuperaste los recuerdos, terminé por despertar el corazón del verdadero creyente que permanecía dormido en ti.

- ¿Y para qué necesitabas que me enamorara de ti también?

- Para que recuperaras el amor verdadero. No quería arriesgarme a que algo saliera mal, así que la situación debía ser la misma que la última vez. – contestó. – Necesitaba que te entregaras a mí en cuerpo y alma, y así lo hiciste.

Katherine, con los ojos brillantes, negó con la cabeza con marcada decepción.

- Eres un monstruo.

Sus palabras no hicieron más que agrandar la sonrisa de Pan.

- Jamás te dije que no lo fuera.

- Pero sí me dijiste que quien engaña nunca gana. – le rebatió. – Y eso es precisamente lo que tú has hecho.

Al ver sus propias palabras contra él, le chico apretó los dientes, molesto, y su rostro volvió a estar serio.

- Yo tan solo te dije lo que querías oír, Katherine. – suspiró. – Tú fuiste quien decidió creerlo.

Peter avanzó hasta que tan solo quedaban un par de metros de distancia entre ellos. Al momento, rebuscó en su bolsillo y saco una especie de polvo morado para después elevar su puño hasta el rostro de ella.

- ¿Qué es eso?

- Tan solo te hará dormir unas pocas horas. – respondió. – Cuando despiertes, podrás seguir siendo una niña perdida, tal y como querías.

- Sin corazón. – Pan asintió como respuesta, así que Kath siguió hablando. – Si piensas arrancarme lo que queda de mi corazón, al menos no seas cobarde y no lo hagas cuando estoy dormida por tu maldita magia.

- ¿Acabas de llamarme cobarde? – gruñó.

- Alto y claro.

Peter frunció el ceño y dejó caer el polvo al suelo.

- Como quieras. – masculló. – Solo lo hacía para evitarte el dolor.

- Estoy sintiendo dolor desde el mismo momento en el que me confesaste que todo era mentira, Pan.

Katherine aún podía escuchar sus latidos y detestaba seguir sintiendo que, cuando él estaba cerca, estaban conectados. No podía permitir que todo terminara tan mal.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora