Capítulo 14.

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Katherine dudaba de si era ella, que ahora veía la Isla con otros ojos, o si de verdad Nunca Jamás era tan maravilloso como creía. El clima era estupendo; bromeaba con los niños perdidos como si fuera parte de su familia; y lo más importante: ya no se sentía sola. De alguna forma, Peter había logrado llenar el vacío que se había instaurado en su pecho casi desde que tenía memoria.

Habían pasado tres días desde que perdieron el control en su refugio, y todavía temblaba al recordarlo. Era irónico que al llegar aquí sus temblores fueran causados por el temor que Pan enfundaba en ella y ahora... bueno, ahora eran de otro tipo.

Cuando se marchó esa vez de la cabaña, temió que Peter se comportara raro, como si después de haber conseguido eso no deseara tener nada más que ver con ella; pero se equivocó. Delante de los niños la trataba como uno más de ellos, pero en cuanto la pillaba a solas no se cortaba a la hora de robarle besos, depositarlos en su cuello o recorrer brevemente su cuerpo con sus manos.

Cuando anocheció y todos los niños se marcharon a la cama, Kath lo hizo con ellos. No obstante, no podía dormir. Salió de su habitación y se acercó al exterior de puntillas, procurando ni hacer ruido ni pisar a ningún niño por accidente.

Tuvo que reprimir una carcajada al ver a Zorro durmiendo con una daga agarrada en la mano, como si temiera estar indefenso incluso en medio de la noche.

Las brasas de la fogata todavía estaban incandescentes, con débiles llamas alumbrando sus alrededores. Por eso mismo, se sorprendió al ver a Peter todavía sentado cerca de ellas.

- ¿Qué haces aquí? – le preguntó Katherine, llamando su atención.

- ¿Qué haces tú? – le devolvió la pregunta, con una ceja enarcada.

- Iba a buscarte.

- ¿A dónde? ¿A mi árbol? – inquirió y ella asintió en respuesta. – Qué sensata, pasearte por el bosque sola y en plena noche. – añadió en tono burlesco.

- Sé defenderme. – masculló de pie a su lado. Sin embargo, la posición no duró mucho antes de que él la cogiera de la mano y la hiciera bajar hasta que sus labios se unieron.

Como era obvio, no opuso resistencia. Le siguió el beso con viveza y permitió que la recostara en el suelo sin separarse ni un instante.

- No sabes lo que me tienta hacerte mía aquí mismo, al lado del fuego. – susurró sugestivamente.

- ¿Y los niños?

- Tendrás que ser silenciosa para que no lo escuchen. – respondió con picardía.

Regresó a sus labios y su mano acarició con firmeza desde su cintura hasta su pecho, sin embargo, la chica se separó sin previo aviso.

- Espera; ¿has dicho "hacerte mía"? – cuestionó, logrando que el desconcierto invadiera su rostro. – ¿Desde cuándo crees que soy tuya?

- Dijiste que te quedarías en la Isla conmigo.

- Eso no hace que sea tuya.

- Bien, pues quiero que cada sensación y cada parte de ti sean mías. – aclaró, logrando colorear las mejillas de la chica

Olvidando la excitación que fácilmente crecería en ella si seguían en esa posición, se obligó a recuperar la coherencia.

- De eso quería hablar contigo.

El rostro de Peter recuperó la seriedad, ambos se incorporaron y la observó inquisitoriamente.

- ¿Y bien?

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora