Capítulo 18.

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PETAR PAN POV'S 

Cuando Katherine llegó a la Isla por primera vez, ignoraba cómo era posible que una niña de tan solo diez años sintiera tanto peso y dolor en su interior como para acabar aquí. Sin embargo, no me gustaba que hubiera niños en mi Isla que no hubieran venido gracias a mí, por lo que la habría encerrado en una jaula al lado de Wendy si la Sombra no la hubiese protegido.

Esa maldita Sombra... ni entendía por qué la traía ni por qué no dejaba que nadie le pusiera una mano encima. Además, tampoco respondía a mis preguntas sobre el valor de aquella chiquilla.

Llegaba y se marchaba casi todos los días, acompañada por la Sombra siempre, como si esta le estuviese haciendo algún tipo de visita guiada por mi Isla. No hacía más que sacarme de quicio; detestaba que una niña cualquiera pudiera actuar con tanta libertad, pues nadie se marchaba de Nunca Jamás; y mucho menos desobedecían mis órdenes.

Sin embargo, con el paso de los meses, fui capaz de observarla sin desear aprisionarla. Corría por el bosque, trepaba árboles, escalaba montañas, se adentraba en cuevas... cada día que pasaba aquí se ponía en peligro y ni si quiera parecía darse cuenta. Pasara lo que pasara, se hiciera el daño que se hiciera, siempre se levantaba y seguía su camino. En algún momento me di cuenta de que encajaba con mis niños perdidos.

Los niños, por orden mía, comenzaron a relacionarse con ella durante sus estancias en Nunca Jamás. Finalmente a todos pareció agradar su compañía, pues ella se integró entre los chicos sin complejo alguno, pero todavía debía conseguir mi aprobación.

La primera vez que la llevé a un sitio alejado para interrogarla, la Sombra nos observó de cerca, como si se asegurase de que no fuera a hacerle daño. Katherine me relató su historia, lo sola, triste y cansada que se encontraba y el profundo sueño de libertad que albergaba.

Noche tras noche, pasábamos unas horas hablando. No solo de ella, sino que más tarde pasamos a hablar de la magia, del Bosque Encantado, de sus habitantes, del poder de la Isla... Era una niña curiosa por naturaleza y estaba sedienta de saber más y más sobre este mundo. Sin duda, ella estaba hecha para vivir aquí, no en el Mundo sin Magia.

Otra de nuestras aficiones fue la lucha con espadas. Le enseñé todo lo que sabía; debido a su corta edad no era capaz de ganarme, pero sí qué terminó venciendo a algunos de mis niños más jóvenes. Un día me sorprendí a mí mismo pensando que Katherine me agradaba y disfrutaba de su compañía, pese a que en poquísimas veces se lo mostrara.

Sin embargo, un día la Sombra dejó de traerla. Ni si quiera tuve tiempo de preguntarle el motivo ni de investigar yo mismo cuál sería la razón, pues Henry Miles, el poseedor del corazón del verdadero creyente, llegó a la Isla y mis planes comenzaron a desenvolverse.

Rocé la victoria con mis yemas, pero me la arrebataron. Había vivido muchas cosas en esta Isla y la había gobernado durante siglos, pero no estaba dispuesto a abandonarla ahora; mucho menos a morir. Sin embargo, cuando Rumplestiltskin, el Ser Oscuro –y al mismo tiempo mi hijo– aplastó mi corazón, supe que era el fin.

- Los villanos no tienen finales felices. – masculló al verme caer al suelo. – Quería encargarme personalmente de que tú no tuvieras el tuyo, papá.

Sus palabras resonaron en mi cabeza hasta que Félix se arrodilló a mi lado. Con escasas fuerzas, le expliqué que había perdido tanto mi corazón como el del verdadero creyente. Eso bastó para que entendiera que iba a morir.

Los niños perdidos me habían traicionado, al menos una parte de ellos. Les desvelaron a los héroes de Storybrooke dónde era el árbol en el que me encontraba refugiado bajo la promesa de que los llevarían de vuelta a casa, y así lo hicieron.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora