Capítulo 17.

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KATHERINE POV'S

Cuando la soledad y la tristeza se cernían sobre mí de forma asfixiante hasta hacerme creer que no sería capaz de soportarlo durante más tiempo, Nunca Jamás se convertía en mi vía de escape.

Tan solo podía viajar en mis sueños, cuando la Sombra llamaba a mi ventana y me llevaba hasta esa maravillosa Isla en la que todo parecía ir bien. Al regresar a casa, ya había recuperado las ganas de reír.

No fue tan sencillo como llegar un día y vivir envuelta de grandezas; sino que fue un camino más complicado. La primera vez, la Sombra me dejó en un campamento donde todos los niños se levantaron apuntándome con sus armas. Sin embargo, ninguno de ellos me atacó porque la Sombra seguía escudándome.

Al principio éramos solo ella y yo: me enseñaba la Isla, hasta sus rincones más ocultos; y me llevaba de un lado a otro mientras mis ojos se llenaban con la magia que aquel lugar irradiaba. Poco a poco, los niños fueron aceptando mi presencia en las noches, hasta que un día me permitieron quedarme en su territorio y comenzaron a hacerme preguntas a cerca del lugar del que procedía.


Tardé mucho tiempo hasta que los niños perdidos me aceptaron, pero finalmente fui una más del grupo. A diferencia de ellos, yo era la única que iba y volvía de la Isla. Mi visita terminó por ser siempre agradable para todos, o al menos para casi todos, pues rompía la monotonía de sus vidas en Nunca Jamás.

Una noche, después de bailar alrededor de la hoguera, comencé a discutir con Jack como de costumbre. Nos cogimos por los pelos, nos tiramos al suelo y comenzamos a rodar inmersos en la discusión de quién le había quitado el arco al otro.

El resto de niños se reían y nos animaban, pero una voz gélida nos detuvo.

- Ya es suficiente. – sentí como alguien me cogía con brusquedad de la camiseta y dejé de tocar el suelo durante unos segundos. Al volver a apoyar los pies en este, la seria mirada de Peter Pan me hizo sonreír tímidamente. – ¿Cuántas veces tengo que deciros que dejéis de discutir por todo? – gruñó.

- ¡Ha sido ella! – chilló Jack.

- ¡Mentira! ¡Yo no he empezado!

De nuevo callamos ante la furiosa mirada de Pan.

- Ya es hora de dormir. – masculló. – Para todos.

El tiempo allí era diferente, como si las horas pasaran a otro ritmo distinto que el de mi hogar. Sin embargo, casi siempre solía llegar durante el atardecer hasta bien entrada la noche; y cuando regresaba a mi casa aún faltaban algunas horas para el amanecer.

Los niños se despidieron de mí sabiendo que cuando despertaran ya no estaría, e ingresaron en el enorme árbol que albergaba las habitaciones.

Pan suspiró y se arrodilló a mi lado.

- Eres toda una niña perdida. – masculló. – Incluso te peleas mejor que ellos.

- Como única niña perdida tienen que comprender que no se pueden meter conmigo. – le expliqué con orgullo. Peter sonrió, negó levemente con la cabeza y llevó su mano a mi rostro, logrando que sintiera un leve cosquilleo. En un instante, sanó un par de rasguños, algún que otro moretón y varios arañazos. – Gracias.

- No es nada.

Peter Pan era el ser más complicado y temible que habitaba en la Isla. Pasó mucho tiempo recelando de mí y probablemente no me encerró como prisionera porque la Sombra se lo impedía. Sin embargo, con el paso de el tiempo, todo había cambiado; incluso juraría que se había encariñado conmigo, aunque fuera muy poco.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora