Capítulo 16.

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- ¿Y bien? ¿Cómo sigue?

- Mañana lo sabrás.

- No puedes dejarme así. – imploró.

Sin embargo, de nada sirvieron sus palabras cuando su humo verde los rodeó hasta transportarles a su refugio. Katherine notó el ardor de sus mejillas, pues no había estado allí desde ese otro día.

- Tengo otros planes en mente mejores.

Sus labios se estamparon con los de Kath con vehemencia. Retrocedieron hasta la pared más cercana y él acarició sus antebrazos disfrutando de cómo se le erizaba la piel simultáneamente. La apresó por las muñecas, subió sus brazos por encima de su cabeza y entrelazó sus dedos sin dejar de besarla. Ella ya podía notar algo endureciéndose contra lo alto de su vientre.

Mientras que sus labios y lenguas se enzarzaron en una cruenta batalla, Peter la liberó, permitiendo que se quitaran las camisetas antes de guiarla hasta la cama, donde se recostaron. Sus labios entonces vagaron por su mejilla, por su cuello y por su lóbulo.

- No me has juzgado por lo que te he dicho. – murmuró Pan sobre su oído entre besos que mandaban señales a todo su cuerpo. – Sigues entregándote a mí después de saberlo.

- No me encariñé de quien eras – suspiró Katherine. –, sino de quien eres.

Se desvistieron el uno al otro hasta que sus pieles se juntaron como si llevaran mucho tiempo deseándolo. Pan bajó su mano hasta la zona íntima de la chica y un simple contacto de las yemas de sus dedos logró sacarle una enorme sonrisa.

- Me encanta lo mojada que estás siempre para mí.

Pan regresó esa mano hasta la mandíbula de ella, sosteniéndola para que no apartara los ojos de los suyos. En respuesta, Kath agarró parte de su cabello con su mano, también negándose a que él dejara de mirarla. Sus pupilas estaban embriagadas de deseo.

Pan entró en ella sin cuidado alguno, arrancándole un gemido que temió que se hubiera escuchado incluso en el campamento. Bajó a su boca para besarla y ella le devolvió el beso hambrienta de más y más. Sus embestidas eran rápidas y profundas, no hacían más que arrancarse gemidos el uno al otro, los cuales Katherine terminó ahogando sobre el hombro de Peter, clavando sus dientes en él un par de veces.

El acto, a pesar de que fue más intenso que el anterior, también fue más breve. Cuando acabaron, los dos estaban rendidos, sin si quiera estar seguros de poder lograr que sus respiraciones dejaran de ser tan agitadas.

Varios minutos más tarde, Pan se incorporó para echar una manta sobre ellos y se volvió a acostar a su lado. La pegó a su cuerpo, abrazándola por la espalda permitiendo que sintiera el calor de su piel y su respiración sobre la parte baja de su cuello.

- Fue bajo este árbol. – susurró el chico de repente.

La mente de Katherine, agotada, hizo un último esfuerzo para entender de qué estaba hablando.

- ¿Cuando dejaste a tu hijo? – cuestionó. Al asentir, la barbilla de Peter hizo cosquillas en su hombro.

- Por eso este árbol tiene tantos recuerdos para mí. – apuntó. – Pero me alegro de crear otros nuevos más agradables.

*

Katherine estaba ansiosa por que Peter terminara de contar su tan enrevesada historia. A pesar de ello, se mantuvo todo el día ocupada y sin verle.

Félix estuvo todo el día encima de ella, acompañándola en sus tareas como si de un guardaespaldas se tratase. De todas formas, lo agradecía. De esa forma, Zorro no la interceptó en ningún momento. Si ya había sido irritante antes, al darse cuenta esta mañana de que ya ni si quiera había pasado la noche en su dormitorio, su molestia habría subido unos cuantos puntos.

Nada más terminar de cenar, Pan le hizo un gesto con la cabeza a Katherine para que se retirasen. Esta vez no fueron hasta la cascada, sino que caminaron en silencio hasta su árbol y luego subieron al refugio con su magia.

Por un momento, la chica pensó que querría hacer otra cosa, pero su semblante serio daba a entender que se equivocaba. Kath se sentó cerca del cabecero de la cama y él a los pies de esta.

- ¿Dónde nos habíamos quedado?

- El corazón del verdadero creyente. – le aclaró.

- Bien, pues tras mucho tiempo logré traer al niño que lo poseía a la Isla. – prosiguió. – Al principio traté de convencerle de que su sacrificio era necesario para el bien de Nunca Jamás y de la magia, pero las cosas no fueron fáciles. Su familia vino a buscarlo.

Era sencillo apreciar el desprecio con el que Pan relataba los acontecimientos.

- Por un breve periodo de tiempo lo logré; sentí el corazón del verdadero creyente latiendo en mi pecho y el poder que me concedía. Desafortunadamente, me lo arrebataron sin que pudiera si quiera saborearlo y regresaron al barco que les permitiría huir de aquí.

- ¿No fuiste tras ellos?

- Lo intenté. Pero Rumpelstiltskin se interpuso en mi camino.

- Espera, ¿Rumpelstiltskin? ¿El de los tratos? – cuestionó Katherine.

- ¿Lo conoces?

- También hay libros sobre él.

- Seguro que en esos libros no cuentan que es un ser oscuro de gran poder respaldado por la magia negra. – ante sus palabras, ella se encogió de hombros. No, claro que no sabía esa parte. – Mucho menos sabrás que también fue mi hijo.

Kath parpadeó aceleradamente varias veces sin creer sus palabras.

- ¿Tu hijo?

- Así es. Deseoso de vengarse de su padre. – asintió. – Sin duda es poderoso, pero no es equiparable a mí. El problema fue que me pilló en mi momento de debilidad. No quedaba mucho para que el reloj de arena terminara y haberme visto despojado del corazón del verdadero creyente me había dejado abatido. Así pues, logró arrancarme mi propio corazón.

- ¿Cómo se arranca un corazón? – preguntó Katherine a medio camino entre la curiosidad y el desagrado.

- Con magia, por supuesto. – respondió. – Pude ver mi corazón palpitar en su mano y cómo su rostro sonreía. De rodillas ante mi hijo, le vi vacilar. La duda solo estuvo allí unos segundos, pero fui consciente de ella. Luego apretó el corazón y tan solo cenizas cayeron de su mano.

- ¿Estrujó tu corazón? – inquirió, atónita. – No puede ser. Quiero decir, ¿se puede vivir sin corazón?

- Puedes vivir sin él, pero no si lo destruyen. Destruir un corazón es la manera más rápida de acabar con la vida de alguien.

- Pero no lo entiendo. No es posible. – masculló. – ¡Estás aquí! ¡Yo misma he escuchado tus latidos en más de una ocasión!

Pan sonrió levemente de lado y se incorporó. No podía ser cierto. No podía decir eso. Debía haber otra explicación.

- Claro que no estoy muerto, Katherine. – aclaró, disipando parte de su miedo. – La conexión con la Isla, así como el poder que me otorgaba, me mantuvieron con vida un poco más. Rumpel me dio por muerto y se marchó, pero fue un tremendo error.

- ¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo te salvaste?

- Conseguí otro corazón.

- ¿De quién?

Pan bajó el rostro al suelo y suspiró con pesadez. Se dio la vuelta y abrió uno de sus cajones. No tuvo que rebuscar, sabía exactamente lo que quería y lo encontró al segundo. Aun así, tardó unos instantes en volver a acercarse a ella.

Kath tragó saliva sin poder entender qué diablos estaba ocurriendo. Quería comprenderlo, de verdad quería hacerlo, pero los actos y las palabras de Peter escapaban de su lógica y le era imposible hacerlo.

Pan se acuclilló a su lado ante su atenta mirada y cogió su mano con la de ella. Primero depositó un beso sobre su palma, y luego dejó un frasco con un líquido azul brillante.

- No voy a contarte cómo acaba la historia. – respondió. – Quiero que la recuerdes. 

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora