Capítulo 11.

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ZORRO POV'S

Los días en la Isla no estaban mal; podías acostumbrarte a ello. Al menos era mejor que la vida que llevaba antes, pero no todos los niños perdidos pensaban igual. Otros que habían llegado siguiendo la música de Pan, en el fondo, anhelaban regresar con sus familias.

Desear la vida eterna es sumamente codicioso, y lo cierto era que ninguno de nosotros la teníamos salvo Peter. Es decir, aunque no creciéramos, no significaba que no pudiésemos morir. No enfermábamos tampoco, pero los peligros que acechaban Nunca Jamás podían ser mortales. Por suerte, Pan trataba de que ninguno de ellos nos arrebatara la vida en cualquier momento.

Adoraba pasear por el bosque, cazar, trepar, seguir rastros; la vida de niño perdido estaba hecha para mí. En ocasiones, en las noches más solitarias, me imaginaba cómo habría sido mi vida si no hubiese llegado a la Isla: quizás hubiera tenido una familia, una esposa y un par de hijos; tal vez hubiera sido feliz en algún momento. Pero era consciente de que el mundo no era justo; podría haber enfermado o sufrido hasta desear la muerte; podría haber sido un infeliz y un desgraciado hasta envejecer y acabar muriendo solo, rodeado de miseria.

De todas formas, ya nunca lo sabría.

Desde que Katherine había llegado a la Isla, las cosas eran diferentes. Era insistente con las preguntas; sus deseos por conocer hasta la última gota de información sobre todos nosotros, sobre la magia y Nunca Jamás, conseguirían aborrecer a cualquiera. De todas formas, me gustaba su compañía, más ahora que ya parecía ser una niña perdida en lugar de una prisionera.

Mi puntería era excelente, motivo por el que me pasaba horas divagando por el bosque con la flecha preparada. Debíamos comer, era vitalmente necesario. Pobre del animalillo que se cruzara en mi camino porque nunca fallaba un tiro.

Tensé la cuerda del arco, sonreí al ver a una ardilla morder algún tipo de fruto en una rama y apunté durante largos segundos. Sin embargo, antes de disparar, una voz llamó mi atención. No era solo una; eran dos. Los zorros eran por naturaleza curiosos, así que tenía que hacer honor a mi apodo.

Bajé el arco y seguí las voces. Una vez estaba cerca, me cuidé de permanecer oculto entre los árboles y me dediqué a escuchar la discusión que Pan y Félix parecían estar teniendo.

- ¿A qué esperas entonces? - cuestionó el rubio. - La tenías justo donde querías.

- ¿No has entendido ni una mísera palabra de lo que te he dicho? - gruñó Peter. - Ella debe ser quien lo busque, o no funcionará del todo.

Solo había una persona a la que pudieran referirse como "ella", pues era la única chica de la Isla. También podían referirse a Campanilla, pero hacía años que ese hada no regresaba por estas tierras.

- Siempre consigues lo que te propones. - le aduló Félix, como era de esperar. Pese a ello, sus palabras sonaban con un retintín de molestia. - Esto no será excepción.

- Lo sé.

La única persona que nos controlaba era Pan, quien la mayor parte de las veces estaba de malhumor y era más severo de lo que debía con los niños. Precisamente por eso, todos le guardaban tanto respeto y se cuidaban de no llevarle la contraria o desobedecerle. Actuar según sus órdenes era el precio a pagar por vivir en la Isla; de lo contrario, era sabido que él se encargaría de acabar con tu vida o, en el peor de los casos, prolongar tu sufrimiento eternamente.

- ¿Y después? ¿Qué harás?

- Te he informado del plan desde el primer momento. - le reprendió. - ¿Cómo diablos puedes tener dudas?

Félix suspiró con pesadez. Si alguien podía tolerar a Pan y seguirle ciegamente y por propia voluntad, era él.

- ¿Todavía sigue en pie? ¿Hasta el final?

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora