Capítulo 12.

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Es abrumador tratar de reponerse después de un golpe que te deja sin respiración. Katherine se había quedado sin nada, tal vez por eso buscaba con más fervor algo a lo que aferrarse. Aunque trataba de mostrarse animada, cada vez que estaba sola o en el momento en el que su mente dejaba de estar distraída, comenzaba a pensar en sus padres, en todo lo que había perdido y en lo que nunca recuperaría.

No tenía amigos, ni familia cercana o conocida. Sus padres se habían ido para siempre y jamás regresarían a su lado; tal vez ni si quiera ella regresase a casa. ¿Cuál era la cuestión de volver? Al fin y al cabo, no tenía nada.

Aquí, al menos, tenía a varias personas a la que quizás, con el tiempo, podría considerar familia, igual que se consideraban entre ellos. La vida eterna, diversión, libertad, amigos... ¿no era lo que siempre había soñado?

Aprovechando el atardecer, Katherine se escabulló en dirección al árbol de Peter. Desde la última vez que se besaron bajo ese árbol, no habían vuelto a hacerlo. Por suerte, esta vez no había fingido que no pasaba nada, tan solo había guardado las distancias. Pan le había mostrado otros paisajes bellos de Nunca Jamás, habían practicado unas cuantas veces con las espadas y el día que cumplió dos meses en esta Isla hicieron una especie de celebración en torno a la hoguera.

- ¡Pan! – le llamó. No estaba segura de si era que el chico pasaba demasiado tiempo allí, o si cada vez que quería buscarlo se encontraba en el árbol. De todas formas, siempre funcionaba. – ¡Sé que estás ahí!

Su característica nube de humo verde la rodeó. Al disiparse se dio cuenta de que estaba en su refugio; el cuarto del cual siempre decía que tan solo era suyo. Era la segunda vez que le permitía subir.

- No debí enseñarte esto. – comentó con descuido mientras rebuscaba algo entre los cajones. – Ahora no hay manera de librarme de ti.

Sus palabras le hubieran molestado si no fuera por el tono burlesco y la pequeña sonrisa de su rostro; le gustaba hacerla de rabiar, Katherine ya lo tenía asumido.

- Estoy convencida de que me lo enseñaste justo para eso. – le rebatió.

Podía ver frascos, hierbas y una serie de objetos de diversas formas y tamaños que no reconocía. Intuyó que serían cosas de este mundo; cosas que no entendería. Peter cerró el cajón de golpe y se dio la vuelta para mirarla.

- ¿Y bien? ¿Qué querías?

Debería haber pensado una respuesta, tal vez una excusa con la que pudiera responder a una pregunta que era tan obvio que iba a hacerle.

- Un combate con espadas.

Pan levantó una ceja con curiosidad.

- ¿Y tu espada?

Los ojos de la chica se abrieron como platos y se insultó mentalmente por ser incapaz de idear alguna escapatoria rápida a esto. Ya era tarde para pensar otra excusa. Peter giró la cabeza hacia un lado y colocó sus brazos en jarra.

- ¿Venías a verme?

- Tal vez.

La contestación pareció gustarle, pues su sonrisa se amplió varios centímetros. A sabiendas de lo que su cercanía hacía en ella, Pan avanzó acortando sus distancias.

- ¿Por qué?

Esta vez fue la chica la que levantó una ceja con incredulidad.

- Llevas semanas haciéndote de rogar. – reveló, como si él no lo supiera. – ¿O crees que no lo he notado?

Pan se mordió el labio debido al tono sugerente que había adquirido su voz y llevó su mano hasta agarrar su codo con cuidado. Sin embargo, Kath no estaba dispuesta a darle tanto control como deseaba. Llevó sus manos hasta atrapar su cinturón y de un tirón le hizo pegarse a ella. Una escasa distancia separaba sus cuerpos, así como sus rostros.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora