Capítulo 24.

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Hasta pasadas dos semanas, Peter Pan no quiso reconocer lo equivocado que se encontraba.

Desde que le había quitado la media parte de su corazón, Katherine se movía por el campamento como si de un fantasma se tratase. Incluso los niños comenzaban a molestarse por su constante actitud indiferente.

Ahora que Kath había descubierto el plan al completo, sabía que todos le habían traicionado. Félix siempre había sido consciente del plan y había tratado por todos los medios de que saliera tal y como Pan se lo había explicado. Por eso su amabilidad y su ofrecimiento voluntario para ayudarla con todo; pues tan solo quería que se sintiera más y más cómoda en la Isla para que cayera en la trampa.

Los niños perdidos eran caso a parte; no es que hubieran ayudado a Peter desde el principio, pues ni si quiera estaban al tanto del plan de conseguir el corazón del verdadero creyente arrebatándoselo a Katherine. Pero era un hecho que ellos siempre iban a ser leales a Pan, ya fuera por miedo o por devoción.

La única persona de esta Isla que había tratado de ayudarla, ahora pagaba las consecuencias. No había visto a Zorro desde el momento en el que lanzó la flecha y falló a propósito, incumpliendo las órdenes de Pan por segunda vez en un mismo día. Como castigo, llevaba desde entonces encerrado en la jaula que colgaba sobre el abismo. Algún que otro niño solía llevarle agua y comida para que sobreviviera, pero ella tenía prohibido visitarle.

Katherine se despertaba y aún en el primer momento de la mañana sentía que todo era absurdo. No tenia ilusión por nada ni mostraba rastro alguno de emoción. Ya no quería saber nada de ninguno de los habitantes de Nunca Jamás, pero como estaba condenada a vivir allí por el resto de la eternidad sabía que debía soportarlo.

Félix intentaba hacerle compañía, quizás porque se sentía culpable por todo lo que le había ocurrido, pero eso tampoco importaba ya. Incluso Jack se había aburrido de picarla sin que ella le prestara atención alguna. Ni con excursiones, luchas con espadas o cualquier otra actividad conseguían que ella participara.

Peter Pan había comprobado de primera mano que una persona sin corazón carecía de cualquier tipo de sentimiento o emoción. Cuando le dijo que nada tenía por qué cambiar, de verdad se creyó sus propias palabras.

A veces, cuando la veía alejarse del campamento, la seguía para tratar de molestarla juguetonamente, pero ella no continuaba la pequeña riña; más bien parecía que ni le escuchara. Más tarde había tratado de incitarla a un duelo de espadas alegando que era imposible que le venciera, y ella lo había rechazado desde el primer momento. Completamente frustrado por ver fracasar todos sus intentos, pasó a acercarse a ella y acariciar sus antebrazos, susurrar sobre su oído o besar su cuello. El enfado de Pan fue tremendo al ver que Katherine seguía inmóvil como un robot.


Casi tres semanas más tarde, Pan todavía se entumecía con tan solo pensar en el poder que albergaba. Ya nada se le escapaba, estaba completamente unido a la Isla, podía vencer a cualquiera y hacer lo que le complaciera; y lo mejor de todo era que ese poder sería eterno.

Katherine seguía en su línea, aunque esa mañana Peter se levantó dispuesto a traerla de vuelta. Era el maldito rey de Nunca Jamás. Si quería a Kath, la conseguiría.

Ni si quiera le preguntó su opinión, tan solo le dijo que fuera a buscarlo a su árbol cuando terminara de cazar, lo que venía siendo después del atardecer y antes de la cena. La chica, por obligación más que por deseo, se presentó allí abajo y fue transportada a su refugio antes de llegar si quiera al tronco.

- ¿Cómo has sabido que estaba llegando? – cuestionó.

- Estoy perfectamente conectado con la Isla. Lo sé todo.

The Hell of Neverland | Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora