The Hell of Neverland | Peter Pan

Capítulo 9.

La sangre había abandonado el cuerpo de Katherine y ni si quiera parecía ya que necesitase respirar. No era consciente de si habían pasado segundos, minutos u horas, pero Pan la había soltado y ahora la observaba de brazos cruzados. No estaba tan enfadado, pero aun así no mostraba ni una pizca de arrepentimiento.

- ¿Qué?

- Me has oído alto y claro.

Sus oídos pitaban y todo a su alrededor parecía inestable. Quizás no le hubiera entendido bien, tal vez no fuera eso lo que había dicho.

- Mientes. - murmuró Katherine. - De nuevo mientes.

- ¿Por qué te iba a mentir? No tengo motivos para ello.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, Nunca Jamás desapareció y se vio a sí misma en su dormitorio, observando con admiración el precioso vestido que le había entregado uno de los asistentes en nombre de sus padres.

Ya estaba anocheciendo. Le habían prometido que llegarían del viaje de negocios después de la hora de comer, pero no había sido así. De todas formas, no podía esperar a que regresaran. Hoy era el día, hoy había cumplido dieciocho años y toda su vida cambiaría.

Cuando escuchó el timbre, salió corriendo a toda prisa de su cuarto, descendió las escaleras y abrió la puerta con una sonrisa brillante y las mejillas coloradas. Sin embargo, perdió todo rastro de felicidad cuando se encontró con dos oficiales de policía que le informaron de que sus padres habían sufrido un accidente de coche mortal.

Se encerró en su cuarto envuelta en llanto. Se quitó el vestido y lo arrojó a un lado de la habitación, cambiándolo por su camisón. Se frotó el maquillaje con los puños y borró el resto con un par de algodones. Su cabello, recogido a la perfección con numerosas horquillas, acabó cayendo lacio por su rostro.

Fueron horas y horas las que sollozó hasta quedarse sin lágrimas. No podía ser cierto, debía de estar soñando. Escuchó a uno de los socios de sus padres al otro lado de la puerta puesto que no permitió entrar a nadie. Él le dijo que se enteraría de lo que había ocurrido y regresaría mañana para ver cómo se encontraba.

Sin embargo, esa noche la desesperación, la tristeza y la soledad la invadieron. Después salió al balcón y observó la calle desde la barandilla. No quería seguir viviendo; deseaba con todas sus fuerzas acabar con su desdichada vida.

Antes de que pudiera cumplir su deseo, la sombra la recogió y la llevó a Nunca Jamás. Cayó inconsciente durante el viaje y cuando despertó se encontraba en medio del bosque.

Esa era la verdad, esa era toda la verdad que se había negado a recordar.

De nuevo presente en la realidad, se dio cuenta de que en algún momento había caído de rodillas al suelo y que sus lágrimas le habían cubierto el rostro. Pan se mantenía en la misma posición, observándola impasible. Ahora entendía sus palabras; cuando supiera lo ocurrido no querría regresar a su mundo, porque en él ya no le quedaba nada.

*

No tenía sentido salir de la habitación que consideraba como su dormitorio; mucho menos apuntar en la pared los días que llevaba. Era curioso cómo la vida podía dar un giro y perder el sentido de forma irrecuperable.

Había decidido quedarse para siempre consagrada en esa sala. Supuso que tardaría unos días en morir de inanición, pero Félix se encargaba de impedírselo, llevándole comida tres veces al día. Se turnaba con Zorro o con algún otro niño perdido; aunque tan solo Zorro y él se quedaban un rato con ella, aunque fuera para compartir su silencio.

Ese mísero apoyo era lo que le daba ánimos para levantarme cada mañana, a pesar de que nunca les agradeciera que se quedaran ni que les pusiera fácil el comenzar una conversación. Sus padres estaban muertos, ya no tenía a nadie, ¿cómo iba a hablar como si nada hubiese pasado?