5. ¡Eramos jóvenes!

534 40 9
                                        

Estaban el uno frente al otro, lo bastante cerca como para tocarse con sólo estirar el brazo, y el corazón de Kate latía tan fuerte como un conjunto de bongos.

La boca de Donghae siempre la había fascinado; le había encantado mordisquearle el labio inferior y, las veces que él había paseado aquella boca por sus pechos, ella había rozado el cielo.

Apartó la mirada de la tentación que suponía aquella boca. No era momento de pensar en cuánto había disfrutado con él; cada vez que acababan en el asiento trasero de un coche, Kate olvidaba dónde estaban o qué hora era.

Por su culpa había llegado tarde a casa más de una vez. Necesitaba respirar hondo, pero eso habría delatado su nerviosismo, así que tuvo que conformarse con el aire que tenía en los pulmones.

Quizá por eso su voz sonó más profunda de lo normal.

—Supongo que estás molesto por los comentarios que he hecho últimamente en el programa —dijo por fin.

—Sí, especialmente con los de esta noche. Lo estás convirtiendo en un ataque personal y no me parece bien.

Estaba temblando y no quería que él lo notara, así que se apoyó en el respaldo de una silla en busca de estabilidad.

—Me temo que digo lo que pienso.

—Yo no estoy tratando de compensar nada, Kate.

—Eso no es lo que dicen los expertos.

Donghae respiró hondo antes de seguir hablando.

—Por favor, dime por qué estás haciendo todo esto.

Aquella manera de respirar estuvo a punto de hacerla rendirse, pues era algo que solía hacer cuando estaba preocupado y que siempre le hacía desear abrazarlo hasta convencerlo de que todo iba a salir bien.

Algunas veces había tenido la sensación de que Donghae llevaba el peso del mundo sobre los hombros y ella habría querido ayudarlo a deshacerse de la carga.

Pero, por mucho que respirara hondo, seguía siendo el responsable de aquella construcción que acabaría con el legado de su abuela.

—Quiero salvar este maravilloso edificio de adobe de las apisonadoras —le explicó tajantemente.

—A mí me parece que hay algo más —hizo una pausa para aclararse la garganta—. Creo que sigues enfadada por lo del baile de graduación.

—Claro que no —mintió—. Eso fue hace años —pero aún recordaba la emoción de estar con Donghae, y su cuerpo lo recordaba también.

—Pero lo de hoy ha sido un ataque directo contra mí, no contra el proyecto. No me dirás que de verdad crees que estoy construyendo ese edificio porque tengo problemas sexuales.

Kate se sentía acorralada y dijo lo primero que le vino a la cabeza: —Puede ser, ¿no? No es que me importe lo más mínimo, pero tengo constancia de que a veces no terminas lo que empiezas.

Donghae dio un paso más hacia ella.

—No sabes lo que dices.

—Claro que lo sé —no pensaba echarse atrás y dejarle ver que se sentía intimidada.

Con la fuerza sexual que desprendía, realmente no creía que Donghae estuviera construyendo esa enorme torre para compensar nada.

Para ser sincera, seguramente lo que la había impulsado a atacar su masculinidad había sido la posibilidad de que eso provocara exactamente aquella respuesta: que acudiera a ella personalmente.

—Escucha —dijo con voz profunda al tiempo que se acercaba un poco más—, a pesar de lo que puedas pensar o de lo que sucedió hace diez años, no tengo ningún problema con el sexo.

—Yo no puedo dar fe de ello —apenas podía respirar, pero el poco aire que le llegaba estaba cargado de su aroma a loción de afeitado y jabón fresco.

Sus sentidos recordaban lo bien que siempre había olido Donghae.

—¿Qué es lo que quieres de mí exactamente, Kate?

Quería que la besara, lo cual era una tremenda estupidez.

¿Qué conseguiría con eso?

—Quiero que pares la construcción.

—Eso es imposible y lo sabes. El edificio va a seguir creciendo y, por mucho que me insultes, no vas a poder impedirlo.

—La opinión pública tiene mucha fuerza. Estoy tratando de ponerla de mi lado.

—Buena suerte. Yo seguiré levantando ese edificio.

No podía dejar de recordar la suave sensación de acariciar aquel cabello castaño. Tuvo que aferrarse a la silla para no dejarse llevar por el impulso de repetir aquel gesto.

—¿Oyes lo que estás diciendo? Si eso no es simbolismo sexual, no sé qué es.

—No es más que un edificio —en sus ojos apareció un brillo especial—. Esto es sexo —la agarró por los hombros y la besó con fuerza.

Después la soltó tan de repente que la dejó tambaleándose. Se cuerpo entero vibraba como las cuerdas de una guitarra. Incapaz de emitir una sola palabra, algo increíble en ella, se limitó a mirarlo mientras luchaba por seguir respirando.

Se quedaron mirándose en silencio un buen rato.

—Maldita sea, Kate —su voz era suave como una caricia.

—Maldito seas tú, Donghae —dijo ella en el mismo tono.

—Tú me volvías loco.

—Pero... no lo bastante —consiguió decir casi sin aliento.

La observó unos segundos.

—Así que todo esto es por lo del baile de graduación –río.

No tenía fuerzas para negarlo, no después de aquel beso; imposible hacerlo al tiempo que deseaba que volviera a besarla.

Deseaba algo más que otro beso. Era obvio que no lo había olvidado. Ni mucho menos.

—Kate, perder la virginidad en un auto no era lugar adecuado. Y, ahora que lo pienso, tampoco este es el lugar adecuado para hablar de ello —dijo, alejándose de ella y poniendo la mano en el picaporte.

Ella se apoyó en la mesa.

—¿Te marchas?

—Maldita sea, estamos en la sala de reuniones de tu emisora.

—La puerta tiene cerrojo.

Donghae se quedó en silencio un segundo, como si tuviera que considerar la idea. Después negó con la cabeza.

—Me gustaría volver a verte. Creo que...

—¿Para qué, para salir corriendo después?

Donghae se quedó mirándole la boca.

—Lo siento. No tenía intención de besarte.

—No te preocupes, me encargaré de que no vuelva a ocurrir —aseguró ella, cruzándose de brazos y apretándose fuerte para dejar de temblar—. Debería haber sabido que nada había cambiado.

—Claro que ha cambiado algo. Todo ha cambiado.

—No en lo que se refiere a ti y a mí. Por algún motivo diabólico, te encanta provocarme para después marcharte.

—¡No éramos más que dos niños, entiéndelo maldita sea! Ahora es diferente.

—¿Ah, sí?

La miró en silencio unos segundos.

—Sí, muy diferente. Ya encontraré la manera de demostrártelo —dijo antes de dar media vuelta y salir por la puerta.


¿¿¡¡VEN DE LO QUE HABLABA AL INICIO!!?? TODO EL CORAJE ES PORQUE HAE NO QUISO AQUELLA NOCHE. 

about sex - donghaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora