8. Amigas

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Hacia las seis de la tarde del sábado, la temperatura en el patio del restaurante mexicano rozaba los veinticinco grados, ideal para tomarse unas margaritas bien frías.

Alice la esperaba en una mesa junto a la fuente, toda vestida de negro, incluyendo las botas militares, y con una sonrisa en los labios.

—Éste es mi sitio preferido —dijo Kate encantada—. Me encanta escuchar el sonido del agua.

—Me alegra verte más relajada, anoche parecías furiosa.

—Sí, siento si fui un poco brusca.

—No te preocupes, lo comprendo.

—Fue una situación un poco difícil. Yo... —Kate hizo una pausa cuando se acercó a ellas el camarero.

—¿Tú no eres Kate la de la radio?

—Sí —estaba acostumbrada a que la reconocieran de vez en cuando, pero estaba sucediendo muy a menudo últimamente.

Todo el mundo quería hablarle del programa del día anterior, lo cual la había ayudado a no pensar en Donghae.

Después de que el camarero le asegurara que ni él ni sus amigos necesitaban construir ningún edificio de altura, consiguieron pedir sus dos margaritas.

—Yo invito, Alice —se ofreció Kate.

—No tienes por qué hacerlo —aseguró la joven—. Fui yo la que me invité a la reunión.

—Recuerdo lo que era tener que trabajar y estudiar al mismo tiempo. Cuando estés ganando miles de dólares, me invitas tú, ¿de acuerdo?

—Trato hecho —Alice parecía contenta con la perspectiva de mantener una amistad duradera con Kate—. Bueno —dijo, inclinándose hacia ella—, ¿qué tal te fue con tu ex? ¿Sigue siendo un cretino?

—Sí —sabía que el tema de Donghae surgiría tarde o temprano, así que estaba preparada—. Digamos que no le sentaron muy bien las teorías de la doctora Park.

—No creo que le sentaran bien a ningún hombre.

—No es el caso del camarero.

—Porque es joven.

—Jung Soo también dijo que estaba de acuerdo.

—Jung Soo es como un osito de peluche. No se molestaría ni, aunque le pegases un puñetazo. Pero ese hombre tuyo...

—Definitivamente, no es mi hombre —se apresuró a decir Kate.

—Tan sólo es una manera de hablar. El caso es que parece que le has dado donde más le duele, y no parece de los que se toman las cosas con calma.

—La verdad es que es muy vehemente (Que se manifiesta con pasión, que obra de forma apasionada) —«y cómo besa».

—Sé que la apariencia no lo es todo, pero hay que admitir que es guapo, un poco del estilo de Jude Law (actor de cine y teatro británico).

—Puede ser —Donghae era algo más que guapo. Tenía algo que la hacía derretirse.

Eso era lo que había sentido nada más verlo en su aula del último curso de instituto y era contra lo que había estado luchando desde que la había besado hacia diecinueve horas y cuarenta y seis minutos.

Y no estaba contando.

Había malgastado prácticamente la mitad del fin de semana pensando en Donghae, pero no pensaba seguir haciéndolo durante el tiempo que le quedaba libre hasta volver a trabajar.

Y lo mejor para olvidarse de él era tratar de disfrutar con Alice y con Sooyoung, que justo llegó en aquel momento, con su enorme sonrisa.

—¡Hola, chicas! —las saludó sentándose junto a ellas—. Siento llegar tarde. He estado jugando al tenis con un bombón de hombre del bufete y he perdido la noción del tiempo —explicó sin respirar siquiera—. Os habría llamado, pero tengo el teléfono descargado... — hizo una pausa para mirar a Kate—. ¿Qué te divierte tanto?

—Tú —Kate se alegraba enormemente de haber decidido encontrarse con Sooyoung. Nadie podría seguir deprimido a su lado—. Tienes más energía que un cachorro. Por cierto, ella es Alice, la persona con la que hablas siempre que llamas a la emisora.

—¡Hola, Alice! Me alegro de conocerte personalmente. En cuanto a lo del cachorro, deberías especificar qué clase de perro... Mientras no sea un chihuahua no hay problema.

Así continuó hablando sin apenas tiempo para tomar aire, primero con ellas y después con el camarero.

Mientras le preguntaba al muchacho en qué universidad estudiaba, Alice se inclinó hacia Kate: —¿Qué le ocurre?

—Es así siempre.

—Empezaba a preguntarme si no se habría tomado algo.

—No. Dicen que en los tribunales gana los casos matando al jurado con su interminable charla.

Sooyoung se volvió hacia ellas.

—Estás hablando de mí, ¿verdad? Alice, ya te acostumbrarás a mi verborrea. Soy así desde que cumplí los catorce meses, así que no creo que vaya a cambiar ya.

Kate y yo nos dimos cuenta de que éramos almas gemelas cuando estábamos en primaria y, desde entonces, nuestra amistad es una especie de maratón de conversaciones.

—No, hace ya mucho tiempo que ganaste ese maratón —puntualizó Kate.

—Sí, claro, señorita locutora. Bueno, Alice, el caso es que cuando quieras hablar lo único que tienes que hacer es decirme que me calle y yo intentaré hacerlo.

Kate se echó a reír.

—Yo quería saber si te has perdido la cena con el bombón de la oficina para poder vernos a nosotras.

—Sí, y me ha encantado hacerlo. Me gusta poder decirles a los hombres que tengo otros planes. De todos modos, jamás habría cancelado esto por salir con él porque ya se sabe que los hombres van y vienen, pero las amigas son para siempre. ¿No creéis?

Kate y Alice asintieron.

—Claro que sí —siguió hablando ella sin hacer ni una leve pausa—. Oye, Kate, el programa de anoche fue verdadera dinamita. Me encantó la teoría de los edificios; a partir de ahora, preguntaré a todos los tipos con los que salga si sienten algún interés por los rascacielos. Será la prueba de fuego. Espero que Do... que alguien de Construcciones Lee escuchara el programa. Bueno, lo que quiero decir es que todos los trabajadores de la empresa deberían escucharlo. Se creen tan machitos con sus cascos y sus herramientas, pero todos deberían...

—No te preocupes, Sooyoung —Kate no quería que su amiga siguiera esforzándose por tapar su pequeño desliz—. Alice sabe lo de Donghae. De hecho, anoche apareció en la emisora.

Sooyoung la miró con los ojos abiertos de par.

—¿En serio? ¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo? ¿Qué le dijiste tú a él? ¿Qué aspecto tiene? ¿Sigue siendo tan guapo? ¿Está casado? ¿Está...?

—Calla —ordenó Kate sonriendo.

—Está bien. Me beberé el cóctel. Empieza a hablar y cuéntamelo todo.

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