16. Velas

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—Depende de la mujer —dijo por fin.

—Buena respuesta —asintió ella—. Eso me gusta.

—Y... te gustará aún más —quizá estuviera poniéndolo a prueba.

—Mmm —se humedeció los labios con la lengua—. A mí me gusta llegar al orgasmo. Desgraciadamente, una no siempre puede confiar en que los hombres se tomen el tiempo necesario.

—Yo sí lo haría —empezaba a excitarse seriamente, quizá fuera eso lo que ella pretendía al comenzar esa conversación—. Dispondrás de todo el tiempo que necesites. Podemos hacerlo despacio o más rápido... lo que más nos guste —y le gustaría empezar inmediatamente.

—¿Te gusta el sexo oral?

—Sí —si le dejara colocar la cabeza entre sus muslos, pondría fin a la conversación y la sustituiría por gemidos de placer—. Tengo una idea, ¿por qué no seguimos hablando en tu dormitorio?

—Todavía no. Primero tengo que estar segura de que llegaré al orgasmo contigo.

—Confía en mí. Tendrás tantos cuantos puedas —desde luego él haría todo lo posible para que así fuera, iba a dárselo todo.

Todo lo que en ese mismo instante lo apretaba tanto dentro de los calzoncillos. Llevaba demasiada ropa encima. Y Kate también.

—No quiero arriesgarme.

—Te haré llegar al orgasmo o moriré en el intento —dijo con el pulso acelerado.

—Suena un poco exagerado —dejando la copa en la mesa, Kate agarró una de las velas que Donghae había llevado con candelabro incluido—. No me gustaría que te sintieras presionado.

—No tengo nada en contra de la tensión —la observó sujetando la vela—. Si quieres luz de velas en el dormitorio, podemos llevarlas con el candelabro. Con el tamaño que tienen, no cabrán en cualquier sitio.

—Lo sé —apagó la llama de un suave soplido—. Sé perfectamente dónde cabría.

Le pasó una idea por la cabeza, pero enseguida la descartó.

Ella no haría algo así, ¿o sí?

—La verdad es que estas velas tienen una forma de lo más interesante — continuó diciendo mientras examinaba el lado inferior de la vela.

Donghae la miraba boquiabierto. Acariciaba la vela como si se tratara de... no, imposible.

Entonces, sin apartar los ojos de él, Kate se metió el extremo inferior de la vela en la boca. Y él sintió un auténtico dolor en la entrepierna.

—Me lo merezco por haberlas comprado —consiguió decir con la voz entrecortada—. Y, por si no lo has notado, me estás volviendo loco.

Kate se sacó la vela de la boca, húmeda y brillante.

—Lo he hecho por mí, no por ti.

—Yo no... —volvió a quedarse sin respiración al ver cómo ella se recostaba sobre los almohadones del sofá y abría las piernas.

Había pasado por alto un importante detalle de los pantalones. La entrepierna no estaba cosida.

Ahora comprendía su diabólico plan, un plan con el que pretendía hacerle perder el control.

Y había sido precisamente él el que había llevado las velas. No podía culpar a nadie excepto a sí mismo.

—Kate, por favor...

—Relájate, Donghae Relájate y disfruta del espectáculo.

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