VI. 13 de septiembre de 1983

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CAPÍTULO
VI

13 de septiembre de 1983

3:20 p.m.

El maquillaje siempre servía para cubrir los moretones -aunque el cubrebocas hacía la mayor parte del trabajo- y evitar preguntas estúpidas y sin sentido que los consejeros, y en especial la psicóloga, me hacían cuando notaban algún tipo de marca en mí. Sin embargo, la razón principal para ocultar mis hematomas era Juicy.

El pecoso era, además de curioso, un chico que se preocupaba en exceso por los que quería. Obviamente, no es que fuera algo malo, pero sus reacciones ante sus emociones eran tan imprevisibles que a veces era mejor ocultarle cierta información o detalles que podrían hacerle explotar; cuestión que, sin duda alguna, me hacía sentir culpable en ocasiones.

Juicy era demasiado atrevido y entrometido con respecto a mi familia; no en un mal sentido, sino que era capaz de enfrentarse a mi padre sin una pizca de miedo, como en una ocasión, el año pasado, en donde, ebrio, papá llegó borracho a recogerme cuando visitaba la casa de Juicy, y él discutió con el argumento de que debía dejarme vivir mi juventud. En su momento, recuerdo que casi lloraba del susto, pero ahora era una anécdota divertida.

Papá no lo odiaba, y tampoco a Todd. En realidad, de vez en cuando me preguntaba por ellos y cómo estaban, pero no le interesaba mucho el tema. Para él, mis amigos eran un especie de beneficio a futuro, aunque no lo entendía del todo.

-¡Hey! -Gritaron a lo lejos y sonreí sabiendo que era precisamente el pecoso quien me llamaba bajando desde los escalones de la entrada.

Alcé mi mano en forma de saludo y, cuando el menor me alcanzó, caminamos en dirección al estacionamiento de bicicletas como parte de la rutina al salir de la escuela.

-¡En serio, estoy acabado! -Dijo Juicy con mala cara; subí un poco más mi cubrebocas pensando que podría notarse mi moretón y me giré a verlo. -¡Voy a reprobar artes de nuevo!

-Según tengo entendido, nunca has reprobado artes. -Dije al momento en que Juicy saludó a alguien al pasar. -¿Qué pasó? -Pregunté y nos detuvimos cuando dos chicas pasaron delante de nosotros en sus bicicletas. -¿De nuevo hiciste lo que se te antojó como proyecto de arte? -Cuestioné divertido y continuamos nuestro camino.

-Escucha.. -Dijo Juicy acelerando sus pasos hasta quedar delante de mí y caminó en reversa para vernos a los ojos. Sonreí un poco divertido, aunque él lucía preocupado. -Hacer una pintura de oleo de un personaje histórico es una estupidez como proyecto de artes. Mi idea era mucho mejor.

-Claro. -Intenté no reírme. -Una tabla llena de grillos clavados en ella era un proyecto perfecto. -Dije sarcástico. -Porque a la maestra y a las chicas les encantan los insectos.

-Formaban la palabra "Calumnia" con ellos. -Me aclaró.

-Era una palabra perfecta. -Acepté siguiéndole el juego. -Una que encontraste al abrir el diccionario.

-Y sonaba fantástica. -Sonrió orgulloso de su trabajo.

-¿A dónde quieres llegar? -Pregunté.

-Que esta vez me han encargado elaborar una maqueta.

-¿Una maqueta de grillos? -Confundido ladee mi cabeza.

-Ojalá, pero no... -refunfuñó y se giró cansado de caminar en reversa, cruzándose de brazos. -Tengo que construir una maqueta que represente un lugar que cause alegría en las personas. -Juicy volvió a gruñir. -No tengo ni idea de qué hacer. Pero eso no es lo peor de todo -iba a contestar, pero mejor esperé a que se desahogara. -Lo peor es que tiene que ser en equipo, y como llegué tarde, me asignarán a alguien que no asistió a la clase. -Prosiguió. -Faltaron tres personas así que... tengo tres posibilidades.

-Tres posibilidades... -Repetí y me quedé pensativo, pero no dije nada. -Supongo que no te queda de otra. Tendrás que trabajar con un completo extraño. Quizás te deje hacerlo todo solo.

Juicy pareció tener un escalofrío porque se detuvo y se agitó en su lugar, sabía que odiaba trabajar solo, pero detestaba más realizar los proyectos con algún holgazán. El menor soltó un largo grito que asustó a todos alrededor de nosotros y me tomó de la mano para llevarme con él a recoger las bicicletas.

Al llegar y soltarnos de las manos, aproveché para tomar mi bicicleta que estaba más próxima y, mientras que Juicy iba por la suya, escuché una risa conocida cerca de nosotros. Para mí era demasiado reconocible aquella carcajada burlona y, sin girarme completamente, pude distinguir a Orson y su grupo de nuevo caminando en dirección a las bicicletas.

Tenía la sensación de que últimamente los veía mucho. Apreté mis labios en una fina línea sintiéndome un tanto nervioso de estar cerca de Orson, ya que era peligroso y, buscando a Juicy con la mirada, me acerqué hasta el menor casi ocultándome detrás de él.

-Juicy, te estas tardando demasiado. -Dije nervioso y Juicy me respondió haciendo un gesto con la mano poniéndose de pie para sacar también su bicicleta. Ansioso, volví a mirar hacia detrás de mí notando que los tres me veían directamente.

Orson me miró de la misma forma que siempre, el extraño de ojos verdes me miraba desinteresado y el último, apodado por mí como el pervertido de la cafetería, parecía analizarme aunque rápidamente desvió la mirada.

-Ah, por cierto. -Dijo Juicy llamando mi atención. -¿Mañana estarás desocupado? ¿Te gustaría ir al fuerte? Podríamos adelantar tareas y luego ver unas películas.

-Hm. -Eché una última ojeada al grupo, quienes ahora hablaban entre ellos. Me preguntaba si yo sería su tema de conversación, aunque en realidad parecían discutir sobre algún otro asunto. -Quizás sí. No veo por qué no.

-¡Bien! -Gritó Juicy subiendo a su bicicleta. Estuve a punto de girar para al menos levantar mi mano y despedirme de Orson ya que las ganas me revolvían el estómago, pero recordé lo que mi padre me dijo hacía algunos años atrás.

Era una lástima, puesto que realmente lo extrañaba.

El chico de los ojos violetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora