CAPÍTULO
XLVII
Tom Beckham [4]
29 de noviembre de 1983
MARTES
6:03 a.m.
Itchy
Toka cumplió su palabra la noche anterior. El mayor no se acercó a mí en ningún sentido además de la extraña muestra de afecto que, en lugar de molestarme, me había provocado una sensación que solo me causó un simple desvelo. Quería culpar al sillón donde dormí, pero este no era incómodo, y también quería culpar a Alex que no paraba de hablar de caricaturas hasta que se quedó dormido por allá de las dos de la mañana, sin embargo, al recordar a Toka a mi lado acariciando mi cabello me calentaba las mejillas y aceleraba el corazón.
Quería enojarme con él y pensar en las palabras correctas para decirle lo imbécil que fue por no cumplir con su palabra de no acercarse a mis amigos, pero el hecho de que no me obligara a tener sexo o que se mantuviera lejos de tocarme me hacía relajarme un poco al querer exigirle una explicación.
Como me había dormido casi hasta las tres de la mañana pensando en eso, con los leves ronquidos de Alex acostado justo a mi lado y el sonido de un reloj que estaba en el pasillo, imaginaba que terminaría levantándome tarde por la mañana, pero la figura de Toka caminando por el pasillo al arreglarse las mangas de su camisa llamó mi atención cuando sus pasos irrumpieron en la sala y el aroma a café inundó la casa entera.
Levantándome seguro con la peor apariencia del mundo, me senté en el sillón soltando un largo bostezo y mirándole con ojos entrecerrados porque la luz de la cocina me molestaba. A mi lado, Alex estaba tan dormido que no se había dado cuenta que solo su cabeza estaba cubierta por la cobija y que sus piernas iban al aire y, estirando una mano, la acomodé lo mejor que pude sobre él.
—Buenos días —dijo Toka estirando sus brazos. No llevaba sus gafas puestas, por lo que imaginé que no podría ver del todo bien y, aprovechando esto, acomodé un poco mi cabello a ciegas con las manos.
—Buenos días —respondí y, sin muchas ganas de levantarme, solo volví a acostarme en mi lugar y le vi desde donde estaba—. ¿Se irá tan temprano a Telford?
—No —respondió secamente—. Itchy, ven un segundo —me llamó caminando en dirección a su habitación.
Sin muchas ganas de ponerme de pie, lo hice porque prefería seguir con este ánimo. No tenía ganas de pelear o discutir. Así que, descalzo, sobre el piso de madera del pasillo, me detuve cuando estuve delante de la puerta de su habitación y lo observé tímidamente desde ahí. Apenas llevaba una camiseta violeta y unos shorts negros, por lo que estaba comenzando a morirme de frío, y escuché la lluvia afuera de la casa puesto que había una ventana al final del pasillo que estaba cubierta con una cortina.
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El chico de los ojos violetas
Novela JuvenilKarl desconoce la identidad del chico que siempre ha llamado su atención. Sólo tiene dos ideas sobre él. Uno, que su apellido es Pinefield, y dos, que es hijo del hombre con la peor fama en toda la cuadra. Pero él no está dispuesto a quedarse sin co...