I. 5 de septiembre de 1983.

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CAPÍTULO
I

5 de septiembre de 1983

Me gusta. En las exposiciones lograba tener una excusa para verle sin sentirme tan patético, pero es que en ningún otro momento podía hacerlo con tanto enfoque como ahora. No tenía ni idea de qué me había llevado a ello. Simplemente pasó. De hecho, tampoco tenía idea de cuál era su nombre. Pero lo que sí sabía era que vivía relativamente cerca de mí, que su apellido era Pinefield —al igual que el de Orson, mi mejor amigo—, y que su padre era el hombre con la peor reputación de toda la colonia. Si recordaba bien, mamá me había advertido de juntarme con él, y su razón era que "en la revista de criminalística de tu abuelo mencionaron que los pedófilos, asesinos, secuestradores y violadores tenían ese tipo de infancia". Yo sólo creía que era triste, pero como no lo conozco, no puedo opinar sobre ello.

Él realmente me gustaba, pero nadie lo sabía; ni siquiera Orson. De todas formas, nunca lo notaría. Ni siquiera si él fuera el chico mas inteligente de toda la preparatoria, porque, primero, él siempre dormía en clase de literatura, la única que podía compartir con Orson y él; y segundo, que a nadie en la escuela le interesaba ese chico.

Otra cosa que sabía bien de él, es que tenía dos amigos; dos chicos poco invisibles. El primero, y menos invisible de ambos, Juicy, el chico lunático del club de cine que siempre llevaba gafas 3D en lugar de unas graduadas, quien el año escolar pasado, en el primer grado, se plantó delante del micrófono en medio de los honores cívicos y dio un discurso sobre lo indignado que estaba porque E.T., el extraterrestre debió de haber ganado el Oscar a mejor película y no Gandhi. Era llamado siempre por los profesores por romper ventanas al jugar béisbol con el equipo de la escuela e, increíblemente, mantenía el record de mejores calificaciones de toda la preparatoria. Cosa que, quizás era la razón por la cual aún no era expulsado.

Y el segundo, y más odiado por los hombres de la escuela, Todd, el chico con pinta de muñeco que era amigo de la mayoría de las chicas con quienes parecía tener una gran afinación. Era apodado como la serpiente más astuta de la escuela ya que nunca caía en las trampas de los demás estudiantes, y habían rumores de que en realidad era alguien realmente cruel y duro de corazón.

Pero este chico, un desconocido total, no tenía nada de especial. Exponía, pero nadie le escuchaba, ignorando el obvio hecho de su voz realmente baja y profunda. Y su ligero tartamudeo que denotaba su nerviosismo, sólo lograba que muchos se concentraran en dibujar círculos por toda la última hoja de sus cuadernos. Pero la mía estaba intacta, y mis ojos estaban completamente clavados en él. Se detuvo de hablar, y levantó su vista de sus notas en dirección a otra cosa, cuando su compañero de equipo continuó.

Yo sólo seguí mirándole, fingiendo desinterés para no levantar ni la más mínima sospecha, deseoso por conocer su nombre, y absorto en mis pensamientos. No era un secreto que él venía de una familia problemática, pero las cosas sólo se quedaban en rumores; porque en realidad, nadie se enteraba de lo que pasaba detrás de la puerta de su casa cuando esta se cerraba. Algunos decían que el hombre había asesinado a su esposa, porque pocas veces salía, y cuando ella misma destruía el rumor al cruzar por la puerta, llevaba grandes moretones visibles en toda su pálida piel por tomar poco sol.

Mamá me dijo una vez que la vio en el supermercado mirando una lata de duraznos en almibar con melancolía en sus ojos, y que mientras lo hacía, lloraba como si ella no recordara dónde estaba. "Siento pena por ella, pero si sufre tanto, ¿por qué no sale de ahí?", fue lo que dijo mi mamá cuando me terminó de contar lo sucedido. Yo no contesté, y sólo pensé que quizás esa mujer tendría sus razones. Yo las ignoraba, así que no me sentía con el permiso de opinar.

La atención que el chico debería de tener, siempre era robada por el hombre que se supone era su padre; porque le habían visto esposado muchas veces detrás de una patrulla, y otros ojos le habían visto por ahí drogándose en callejones o recostado en una banqueta por lo ebrio que estaba; algunos oídos contaron que gritaba "¡Los mataré, los mataré a todos!" a las tres de la mañana. Y pocos más dijeron haber escuchado un arma disparándose en la mitad de la tarde. Curiosamente, Orson vivía al lado de él. Y, aún más curiosamente, Orson era todos esos ojos y oídos; pero él decía que muchas personas que vivían en la cercanía, también podían escucharlo. Sin embargo, todos preferían no intervenir.

Pero nadie, absolutamente nadie, le había escuchado a él. Como si al entrar por esa puerta viajara a otra dimensión y fuera ajeno a lo que estaba pasando con ese matrimonio. Orson decía que sólo lo había visto entrar y salir. Nunca se despedía, y nunca saludaba al regresar. No hablaba con su madre cuando ella llegaba a salir al jardín, y tampoco hablaba con el hombre que todos conocían como Tougou cuando él le llamaba a gritos.

Orson mencionó también, que ese hombre nunca lo llamaba por su nombre. "Escoria, idiota, basura, bastardo, maldito, perro, imbécil, estúpido, mierda, hijo de puta" eran algunos de sus apodos, y faltaban muchos otros. Pero nunca gritaba su nombre real. Si es que tenía alguno.

De todas formas, a nadie le importaba, y de hecho, todos lo evitaban. Seguro que pensaban alguna estupidez, como si tener esa vida fuera contagioso. O como si hablar, o simplemente mirar al chico fuera demasiado triste y nunca pudieras recuperarte de nuevo. Irónicamente, todo el mundo conocía la vida de ese chico, pero nadie conocía su nombre.

Aunque él mayormente era reconocido como "el chico de ojos violetas".

El chico de los ojos violetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora