CAPÍTULO
XLVIII
Tom Beckham [5]
30 de noviembre de 1983
MIÉRCOLES
7:12 a.m.
Itchy
No había podido dormir. Irónicamente, me había atrevido a encender la televisión cuando terminé de tener sexo con Toka a pesar de que había impuesto una regla, y estuve viendo la pantalla durante horas hasta que amaneció y la luz del sol entró por la ventana. La noche se sentía vacía, nada de lo que mis ojos percibían era realmente recibido; estaba cansado y agobiado. Miraba la palma de mi mano como si tuviera la esperanza de que la piedra aparecería ahí, pero nunca pasó.
Quería ir a casa, incluso si mi padre estaba esperándome para darme una paliza por no haber regresado. Quería salir de ahí y lo hubiera hecho durante la noche si el montón de seguros de la puerta no estuvieran cerrados con una llave que yo no tenía. Mis ojos se sentían pesados, y mi trasero me dolía si estaba mucho tiempo sentado. Todas las horas anteriores eran un completo desastre y me sentía tan miserable que de vez en cuando lloraba un poco.
Por allá de las seis de la mañana pude escuchar a Toka despertar y echarse un baño. El mayor se limitó a decirme buenos días y a no mencionar nada más allá de eso, mientras que Alex en todo momento se mantuvo dormido desde que regresé a la sala de estar hasta temprano por la mañana. Me preguntaba si el menor había escuchado toda la pelea de anoche, o si había estado dormido desde entonces y, ligeramente avergonzado, me levanté del sillón para ir al baño a orinar, y al regresar me asomé por la entrada que llevaba a la cocina, cruzando el pasillo.
—¿Podemos hablar? —pregunté sorprendiendo a Toka que se servía café. El mayor solo me dedicó una vaga mirada antes de girarse y seguir preparándolo.
—¿Sobre qué? —preguntó como respuesta.
—Esto no va a funcionar —dije sincero y adentrándome un poco más en la cocina, me apoyé en el respaldo de una silla. Toka me miró con el ceño fruncido, como si no entendiera de qué estaba hablando—. Sé que no puedo romper mi trato con usted, así que pensé que era mejor dejar las cosas como al inicio. —Proseguí pensando en la mejor forma de llevarme bien con él—. Vernos una vez al mes, tener sexo y volver a separarnos —le propuse queriendo llevar las cosas con calma.
—¿No crees que es muy tarde para eso? —preguntó—. Ya estás aquí, y tu padre no te dejará tranquilo si regresas después de tantos días.
—Puedo inventarme cualquier tontería al llegar a casa —dije en respuesta—. Pero usted no me soporta y, sinceramente, yo no lo soporto a usted —dije sin pelos en la lengua. Toka frunció el ceño como si mis palabras lo hubieran lastimado.
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El chico de los ojos violetas
Genç KurguKarl desconoce la identidad del chico que siempre ha llamado su atención. Sólo tiene dos ideas sobre él. Uno, que su apellido es Pinefield, y dos, que es hijo del hombre con la peor fama en toda la cuadra. Pero él no está dispuesto a quedarse sin co...