LII. Juicy Bennet [2]

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CAPÍTULO

LII

Juicy Bennet

II
2 de diciembre de 1983

¿Existe alguien realmente inocente?

—Orson.

5:45 p.m.

Homura

Totoko cerró la puerta del taxi y acomodó los lentes de sol sobre su cabeza a la vez que ignoró a todos con tal de caminar sola sabiendo que sería el centro de atención en medio de un estacionamiento lleno de hombres adictos al béisbol. La castaña parecía haber escogido el outfit perfecto para ser la estrella ese día con sus tacones y falda corta, además de una chaqueta de mezclilla demasiado delgada como para cubrirla del viento, aunque esto no parecía afectarla en lo absoluto.

A su lado, Nyaa, quien no tardó en alcanzarla, justo se soltó la coleta que llevaba y arregló su cabello en un instante, pintando sus labios sin necesidad de un espejo. En algún punto de la semana, había se pintado algunos mechones más de rosado y agregó dos más de color verde al frente, sin embargo, a diferencia del look sexy que Totoko llevaba, la mayor tal vez tenía la mente en otro lado, puesto que se había limitado a un pantalón de mezclilla, un suéter de colores y converse amarillos, pero no quitaba que su belleza gatuna llamara tanto o más la atención que Totoko.

Mirándolas delate de mí, con su extravagancia y deslumbrante personalidad, en ocasiones me preguntaba si nuestra amistad de toda la vida era genuina o si era la amiga feúcha que les ayudaba a impulsar esa belleza que desde nacimiento se les había otorgado. Sabía que no era alguien fea, pero al echarme un vistazo no era difícil ver que definitivamente las tres éramos demasiado diferentes.

No es que quisiera atraer el mismo tipo de miradas que ellas tenían, puesto que solo buscaba la de un solo chico, pero al mismo tiempo me preguntaba si tener esa clase de cuerpo me facilitaría el trabajo para llamar su atención. Mi maldita figura delgada, pechos y estúpida cadera diminuta no ayudaban en nada, pero no podía hacer mucho por ello ya que el patinaje artístico no me permitía subir de peso.

No tenía un rostro divino como el de Totoko, ni una personalidad auténtica como la de Nyaa; no sentía que hubiera algo especial que lograra atrapar a un chico que era todo lo contrario a la palabra simplista, que era lo que me describía. Lo único que podía decir a mi favor, es que entre él y yo existía algo, al menos una chispa que habíamos creado con el tiempo. No estaba cien por ciento segura, pero al menos imaginaba que algo existía.

Sin embargo, en los últimos días, a pesar de que en mis pensamientos había sucedido algo grandioso, aunque fingía que nada había pasado, Juicy no hacía más que evitarme o, si se encontraba en la necesidad de hablar conmigo, casualmente siempre se encontraba con alguno de sus amigos.

No había oportunidad alguna de hacer algún avance y él nunca se atrevía a hacer movimientos conmigo como justo ahora donde, a pesar de que estuve a su lado desde que salimos de la escuela, no se atrevió siquiera a tomar mi mano a pesar de le daba la oportunidad cientos de veces.

—Hoy hace mucho viento —soltó Juicy a mi lado guardando las manos en los bolsillos de su chaqueta deportiva que marcaba el número cinco en su espalda; ambos llegamos con el grupo detrás de nosotros a la entrada del estadio y entregué los boletos a la taquilla sin intercambiar muchas palabras con el hombre. Confirmando las palabras del castaño, el viento revolvió todo su cabello y tuvo que cerrar sus ojos con un gesto molesto —seguro que eso afectará el partido.

El chico de los ojos violetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora