XV. 3 de octubre de 1983

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CAPÍTULO

XIV

3 de octubre de 1983

Me deslicé en el carrito del supermercado por el pasillo de los panes y cereales. Mamá siempre discutía con el carnicero cuando le acompañaba, y usualmente prefería evitar toda mirada de desconocidos suplicándome que le controlara. Pero no era mi culpa de que no respetaran nunca las ofertas que indicaban.

Giré entrando a la sección de enlatados y café, y me detuve notando que había una persona delante y que podría importunar. Retrocedí lentamente hasta que alguien me detuvo golpeándome ligeramente la espalda. Sobresaltado, me detuve y me giré rápidamente para pedir disculpas a quien fuera que hubiera golpeado, pero el hombre con quien me topé me pareció ligeramente familiar.

—Ah... —Traté de hablar, pero él pasó de largo de mí. —Lo siento. —Susurré mientras que el sujeto, vestido con una chaqueta de cuero y pantalones oscuros, caminaba directamente hacia la mujer que había visto antes.

De cabello negro, lacio y largo, vistiendo un vestido que cubría hasta debajo de sus rodillas, la mujer le sonrió con bastante cariño al sujeto que la tomó de la cadera por detrás. Las mangas, que llegaban hasta sus codos, revelaban moretones de todos los colores en los brazos que parecían haber querido ser cubiertos con maquillaje. Abrí mi boca ligeramente viendo lo familiar que me parecía su rostro, aunque no podía decir exactamente de dónde le conocía.

—¡Aquí estás! —Mamá me llamó detrás de mí, y cuando miró hacia delante de mí, me tomó del cuello de la camisa y me hizo retroceder hasta salir del pasillo llevando conmigo el carrito. El hombre con el que anteriormente había chocado, volteó a verme. Sus ojos fríos se clavaron en mi pecho, y un escalofrío recorrió mi espalda por el mal presentimiento que de pronto tuve, provocandome un miedo inexplicable que me puso intranquilo. Mamá siguió arrastrándome, y cuando estuve fuera de la vista del hombre, mamá me tronó los dedos delante de mi rostro para que reaccionara. —¿Qué pasa contigo? ¿No te he dicho que no te juntes con estas personas?

—¿Eh? —Le miré confundido puesto que me susurraba y, además, se asomó como si esperara que esas dos personas no estuvieran vigilandonos. —No estaba hablando con nadie, solo estaba jugando con el carrito.

—Pero no con ellos, cariño. Ni cerca de ellos. —Me dijo echando los paquetes de carnes por los cuales seguramente había armado una guerra. Comenzó a contar las cosas que llevábamos y cuando terminó, volteó a verme. —Ese hombre es de quien te hablaba el otro día. —Me susurró.

—¿El amante de la señora Yowai?

—¡No! —Mamá empujó el carrito y me obligó a seguirle por detrás, de vez en cuando regresando la mirada, como si esperara que nadie le siguiera. —El padre de ese chico que va en tu escuela, el que vive al lado de tu amigo. ¿Viste lo golpeada que estaba esa mujer?

—Mamá, no hables así de la gente. —Le dije sin querer continuar la conversación, pero ella insistió.

—No quiero verte nunca con ese sujeto. —Me advirtió ella apuntándome como si fuera una amenaza, y echó una bolsa de arroz. —Nunca.

El chico de los ojos violetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora