Capítulo
XLI
23 de noviembre de 1983
MIÉRCOLES
Desearía no haberte conocido.
—XX.
3:24 a.m.
Juicy
—Juicy... —Escuché la voz de mi hermana y abrí un ojo mirándola al lado de mi cama con un gesto angustiado. Preocupado de que algo malo hubiera ocurrido, y notando su alivio cuando vio que me quité la cobija de encima y traté de despabilarme tallando mis ojos y sobresaltándome cuando escuché la puerta de la entrada tocándose con violencia, casi como si quisieran tumbarla. —No tiene mucho que están llamando... —Aclaró.
Levantándome de la cama, ella tomó mi mano dejándome en claro que temblaba. No sabía si del frío inhumano que hacía esa noche o del miedo por haberse, seguramente, levantado de golpe puesto que ella tenía el sueño bastante ligero. Tomé el suéter más cercano que encontré y, haciendo atrás a Jyushiko que se quedó aferrada a mi espalda, me acerqué a la puerta escuchando los golpes insistentes. Abrí encontrándome con un sujeto alto y delgado, trajeado con un la piel ligeramente oscura y una cicatriz que atravesaba la mitad de su rostro y parte de su ojo. Me miró como si fuera una cucaracha y después le echó un ojo a mi hermana que apenas y le veía por encima de mi hombro.
—¿Y Bennet? —Preguntó sin más refiriéndose seguramente a mi padre. Jyushiko me abrazó de pronto como si algo le hubiera asustado, pero no me separé de la puerta. Ni siquiera quité la mano de la perilla.
—No está. —Dije sin miedo alguno, siempre mirándole a los ojos. Era el mismo tipo de mirada que tenía Tougou cuando Todd y yo íbamos a su casa. Desprecio, asco y completa indiferencia. Un tipo de maldad que podías casi distinguir u oler y que calaba en los huesos. —Salió a las seis de la tarde y no ha regresado. —Aclaré para evitarme preguntas solo ocasionando que el hombre refunfuñara en el lugar y pateara una piedra, chasqueando la lengua notablemente enojado. Suspiró, después de pensar unos segundos y volvió a verme de pies a cabeza.
—Dile a ese idiota que estoy esperando su puta paga desde hace tres semanas, y que estoy perdiendo mi maldita paciencia. —Dijo casi sin despegar sus dientes del enojo y en voz baja.
Asentí esperando a que él se retirara y, como si dudara de mis palabras, miró por encima de mi cabeza, observando el interior de la casa. No intenté cerrar la puerta, porque no mentía. Papá tendía a desaparecer de la nada y volver al otro día quejándose de nuevo por haber perdido todo en las cartas y el alcohol; por esa razón, tenía que robarle dinero de vez en cuando para tener siempre lo necesario para al menos tener comida en la casa para Jyushiko y otros gastos importantes. Era Todd, y su padre por supuesto, quienes nos ayudaban en otras cosas. Eso, y que tendía a siempre obtener trabajos temporales por la época de vacaciones y a ahorrar lo suficiente.
—Maldito pedazo de mierda... —Se quejó el hombre sin decir nada más en dirección a nosotros y retirándose hacia su auto. Le miré unos cuantos segundos y, una vez que me sentí más tranquilo, cerré la puerta delante de mí, colocando el seguro por precaución y asomándome por la mirilla hasta asegurarme de que el hombre se haya subido al menos a su auto. Girándome en dirección a mi hermana quien se separó de mí para asomarse cuidadosamente por la ventana; rasqué mi cabeza, volviendo a sentir el sueño golpeándome de lleno, y bostecé comenzando a caminar hacia mi habitación.
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El chico de los ojos violetas
أدب المراهقينKarl desconoce la identidad del chico que siempre ha llamado su atención. Sólo tiene dos ideas sobre él. Uno, que su apellido es Pinefield, y dos, que es hijo del hombre con la peor fama en toda la cuadra. Pero él no está dispuesto a quedarse sin co...