XXVI. 30 de octubre de 1983 「1」

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CAPÍTULO

XXVII

30 de octubre de 1983

Todo el mundo es tu enemigo. No confíes en nadie, ni siquiera en tus amigos. Tampoco en tu familia. Ni siquiera en ti mismo. A veces es normal perder la noción de la realidad; mucho más cuando no la entiendes del todo.

—XX

Me levanté adormilado después de haber sufrido frío por el resto de la noche, sabía que mi cabello era un desastre y pasé mi mano para aplacarlo un poco, pero ni siquiera había abierto mis ojos, de hecho, posiblemente toda mi apariencia era lamentable. Sentía mi ropa desacomodada, mi rostro ligeramente incómodo por la tintura del plumón de agua y la boca sucia. Me quejé un poco después de estirar los brazos, y bostecé por fin abriendo mis ojos para encontrarme con la escena de Orson y Charlie envueltos en un abrazo escandaloso provocado por el poco espacio y el frío del otoño. Sonreí divertido y miré a Karl a mi lado abrazando su propia almohada sin su característico ceño fruncido que siempre llevaba, sino con un gesto despreocupado.

Mao... —Dijo de repente y esperé a que continuara pensando que me llamaba, pero no era así, solo parecía estar soñando. Sonreí, y estiré mi mano hasta alcanzar su cabello lacio que cubría parte de su cara y acomodarlo de tal forma que dejara descubierta su frente. Suspiró como si mi acción hubiera tenido repercusión en sus sueños, y sin razón en especial puse mi mano sobre su mejilla.

—Mande. —Susurré esperando que así lograra escucharme allá donde estuviera su mente.

—¿Qué haces? —Retiré mi mano como si estuviera haciendo algo malo y miré en dirección a Todd que me veía desde el otro lado de Karl. Me miraba analizante, como siempre, buscando alguna respuesta en mis expresiones. Un poco avergonzado, retiré mi mirada de la suya, y relamí mis labios pensando que debía salir de inmediato para ir a lavarme los dientes. —¿Por qué tienes pintados bigotes de gato en la mejilla? —Volví a verle, y no pude contener mi sonrisa por culpa de mi broma.

—No lo sé, ¿tengo pintado el rostro? —Intenté fingir y pasé una mano por mi mejilla pintando mi palma de negro.

—Hijo de perra, eres un pésimo mentiroso. —Todd se sentó en su lugar y miró en dirección a los demás. Miré al resto del grupo.

Orson tenía uniceja y la palabra idiota, escrita por Karl, en la mejilla. Charlie tenía escrito en la frente la palabra nerd en grande y los labios pintados de negro junto con lo que parecía ser una imitación de delineador de ojos. Juicy en su lugar tenía pintado un enorme pene que atravesaba todo su rostro, y Todd, que era quien más me daba miedo, solo tenía la nariz pintada de negro y dos espirales en sus mejillas. El menor volteó a verme casi con un gesto con horror, además de boquiabierto sus mejillas se pintaron de pronto de rojo y, entre sus cosas, buscó un espejo de mano que siempre llevaba consigo.

—Itchy Pinefield, voy a matarte. —Comencé a reírme incluso si dijo mi nombre entero, y negué.

—No, no. —Pasé de nuevo la mano por mi rostro y le enseñé la pequeña mancha de tinta negra en mi palma. —Mira, también estoy pintado. No pude ser yo. —Todd quitó la cobija de encima y se preparó para saltar. Lo sabía bien, quizás moriría esa mañana. —¡Todd, no fui yo!

—Tu maldita sonrisa te delata. —Todd saltó y se abalanzó sobre mí; cuando pensé que me golpearía en el rostro, o me ahorcaría, pasó lo peor, y comenzó a picarme el estómago. —¡Morirás aquí!

El chico de los ojos violetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora