27 de enero de 1965
Te amé.
Todos decían que estaba comportándome como un lunático al llorar tu muerte, no obstante, era tan consciente de mis sentimientos que sabía que mis lágrimas eran tan sinceras como el lastimoso grito que desgarró mi garganta.
No estaba comportándome como un loco, ¿o acaso gritar por ver tu cabeza destrozada me convertía en un maníaco? Sentí que, como cualquier enamorado al perder a su otra mitad, era normal agonizar de aquella manera, porque te habían arrebatado la vida hasta derramar la última gota de sangre de la forma más cruel posible.
Ese hombre siempre era así. Sanguinario; perverso e infame. No le bastaba con clavar la daga una vez en el corazón, necesitaba hacerlo hasta que sus brazos se agotaran, esperando a recuperar sus fuerzas para continuar con su trabajo.
Incluso así, si tu último aliento ya había sido arrebatado, no se detuvieron hasta que humillarte completamente, dejando el piso donde ambos desprendíamos nuestras caricias cubierto con tu sangre. Las viseras relucían esparcidas casi como una obra de arte, tu miembro había sido recortado, aunque nunca pude encontrarlo.
Si al menos me hubieran permitido conservar tu cabeza entera, pero sacarte los ojos fue quizás lo que más disfrutó hacer el hombre que te lastimó, puesto que era sabido que aquella era su forma de comenzar sus maldades.
Fue imposible reconstruirte para abrazar tu cuerpo frío, porque no estabas completo, siendo obligado a llorarle a un cajón cerrado.
Te necesito.
Incluso si él dice que me lastimabas, te necesito.
No puedo vivir sin ti.
Te necesito, incluso si sabía que lo nuestro era incorrecto ante los ojos de cualquiera.
Nunca podré amar a nadie nuevamente. No puedo creer más en el amor o cualquier sentimiento vacío carente de vida como el que tú me diste. Anhelo los besos y aquellas manos que nunca más podrán tocarme.
Tu partida fue tan agonizante que parte de mí moriría contigo en cuanto pude encontrarte.
Sin embargo, no importa cuántos años pasen, o cuanto necesite rebajarme. La firma de ese hombre era inconfundible, y la mirada de culpa y asco de él eran tan obvias que me revelaron todo su complot para alejarme de tu lado. Y yo definitivamente haría vindicta tu muerte.
Matarlos no sería suficiente; quería humillarlos hasta que sus nombres quedaran opacados por sus actos. Arrebatarles lo que tanto amaban como me lo arrebataron a mí. Me cobraría cada día que lloré tu partida, al igual que cada degradación que te hicieron.
Haría lo que fuera para que, incluso si te encuentras ardiendo en el infierno, estés orgulloso de mí.
—Tom Beckham
ESTÁS LEYENDO
El chico de los ojos violetas
Teen FictionKarl desconoce la identidad del chico que siempre ha llamado su atención. Sólo tiene dos ideas sobre él. Uno, que su apellido es Pinefield, y dos, que es hijo del hombre con la peor fama en toda la cuadra. Pero él no está dispuesto a quedarse sin co...