CAPÍTULO
LI
Juicy Bennet
I
2 de diciembre de 1983Ambos tenemos distintas versiones. Sin embargo, la tuya parece estar distorsionada. Todos podemos tener diferentes puntos de vista. Juguemos a adivinar cuál es el verdadero.
—Orson.
☏
T: Necesito que me hagas un favor.
W: Depende. ¿Qué obtendré a cambio?
T: Tu libertad.
☏
Juicy
El día que conocí a Itchy y Todd, fue el mismo en que mamá murió.
Nos encontrábamos en la sala de emergencias en un pequeño hospital cercano a casa. Todd tenía una herida en su cabeza presionándola con un suéter empapado de sangre, mientras que Itchy, que llevaba camiseta corta —probablemente porque su suéter era al que Todd se aferraba—, enseñaba docenas de moretones en sus brazos.
Ambos parecían haber tenido una pelea por su apariencia, a la vez que susurraban cosas entre ellos. Ese día también supe que Tougou tenía algo que ver con ambos, pues parecía ser quien se hizo cargo de la situación.
Todo se hizo en voz baja, como si intentaran evitar que los demás en esa sala escucharan. Todd fue atendido, Itchy ignorado a pesar de sus moretones, y una vez que los dos terminaron con lo suyo, se fueron sin haber tenido una interacción conmigo.
Obviamente sería de esa forma, ya que, durante todas las horas ahí, me mantuve en silencio, aferrándome a mis rodillas encima del incómodo asiento, siendo un espectador desde una esquina de la sala, tratando de entender qué había pasado ese día. En realidad, sí que lo sabía. Lo que trataba de entender era qué hacía ahí.
Era obvio que, cuando encontré a mamá, ya no había remedio. Su rostro llevaba una coloración nada natural. Sus ojos abiertos mirando directo a la puerta, mirándome, estaban tan vacíos como la oscuridad misma.
Papá siempre creyó que alguien había entrado a matarla, pero el banco en el suelo debajo de su cuerpo flotante, sumado a los llantos que escuchaba de ella cada noche, me decían todo lo contrario.
Mamá no tenía enemigos, no había razón para haber sido asesinada, pero sí tenía muchas razones para quitarse la vida, entre ellas su adicción a las drogas. Sería ridículo pensar que una mujer sin problemas se enamoraría de un adicto, obviamente ella también lo era, pero nada comparado con papá. Las cosas fueron empeorando cuando él decidió venderlas, y se fueron al carajo cuando conoció las apuestas.
Papá tenía todas las oportunidades para arruinarnos, y fue ahí cuando mamá se dio cuenta de que había un problema en casa, uno que empeoró cuando Tougou se apareció un día en ella. Mamá jugaba a llamarlo la Muerte por sus ojos profundamente oscuros. Decía que, al mirarlo, era como ver un nicho.
Tougou a veces le llevaba mercancía a mi padre; pero usualmente alguien la entregaba por él. Al llegar, nunca se sentaba, incluso si mamá le ofrecía una silla, Tougou siempre expresaba: "No pienso quedarme demasiado tiempo en este basurero", y cumplía con sus palabras. Llegaba, cobraba y se iba. Simple, pero extraño, ya que los demás incluso se sentaban a platicar.
La droga de Tougou era extraña; mamá decía que olía a algo dulce, pero ella notaba que era más adictiva que las demás. Los clientes que llegaban a comprarla, siempre volvían más pronto de lo esperado y aunque eso fuera bueno para papá, fue lo que cavó la tumba de mi familia. Entre más vendía papá, más ganaba para las apuestas, pero en ocasiones, gastaba más de lo que podía. A partir de cierto tiempo, después de la primera venida de Tougou, papá comenzó a beber en exceso, consumía la mercancía que se suponía que debía vender y gastaba el dinero que no le tocaba.
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El chico de los ojos violetas
Novela JuvenilKarl desconoce la identidad del chico que siempre ha llamado su atención. Sólo tiene dos ideas sobre él. Uno, que su apellido es Pinefield, y dos, que es hijo del hombre con la peor fama en toda la cuadra. Pero él no está dispuesto a quedarse sin co...