XXIV

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(Nico)

Vivo.

Estaba vivo

De milagro.

No recordaba mucho: Talos cayendo, yo descendiendo con el. Y después oscuridad.

Pero no ese tipo de oscuridad que todos dicen que sienten al desmayarse o dormirse. Esta fue una oscuridad familiar para mí, habitual.

Abrí mis ojos lentamente, aún tenía un terrible dolor de cabeza.

Me incorporé poco a poco, levantándome de ¿mi cama? Esta bien, si que era extraño

Una luz verdosa brillaba por toda la habitación, no había ventanas. Solo una puerta al frente mío.

Me tomó un rato salir de la sorpresa.

Estaba en mi habitación del Inframundo.

¿Como había llegado aquí? Tenía mis teorías, pero mi cabeza aún daba vueltas.
Me levanté tan rápidamente que me dió un mareo y casi caigo de nuevo.

No sabía cuánto tiempo había perdido ¡Se suponía que no debía perder tiempo! Teníamos los días contados.

Cuando mi vista se estabilizó un poco y mi cabeza dejó de palpitar di unos pasos hacia el pequeño baño que mi padre había mandado a hacer para mí. Exclusivamente, claro está, ya que ni las almas ni los dioses lo necesitan.
Me mojé un poco la cara para espabilarme y miré mi reflejo. Tétrico, como siempre.

Salí lo más veloz que pude de mi habitación y comencé a caminar por los pasillos del palacio de mi padre.

Mi "hogar" no era tan espléndido como el Olimpo, lleno de luz, vida, brillo, vibras buenas y todas esas cosas. Pero no se quedaba atrás.

Zeus tenía el cielo, si era mucho pero solo tenía pájaros y nubes. Poseidón el mar y mi padre, él tenía la tierra. Y en la tierra se esconden toda clase de cosas.
El palacio de Hades tenía varios metros cuadrados, era enorme, aún más que el Olimpo. Era imponente y sombrio, lleno de gemas preciosas. Literalmente podrías quedar muerto de solo verlo.

Los pasillos oscuros alumbrados solo con las antorchas de fuego griego apenas dejaban ver a dónde te dirigias, pero yo ya conocía el camino hacia la sala de trono donde siempre se encontraba mi padre.

La gran puerta de obsidiana se alzaba a solo unos cuantos pasos, sabía que detrás de ella lo encontraría.

Unos esqueletos zombi vigilaban las puertas con sus lanzas, al verme no dudaron en abrir.
No quiero alardear que me temían, pero si lo hacían.

Cuando las puertas se abrieron esperé ver a mi padre en su versión gigante sentado en su trono de más de dos metros, como siempre que tenía visitas se presentaba. Según el para parecer más intimidante.

Pero no.

En realidad, estaba en su forma de humano normal. Tranquilamente podría haber pasado por un padre mortal común, si no fuera por su piel pálida, olivacea como la mía, sus ojos negros que desprendían fuego y su espeluznante túnica hecha de almas.

Estaba de espaldas a mi hablando con alguien a quien no podía distinguir.

Que no sea Demeter

Caminé hacia ellos con paso despreocupado.
Mi padre me sintió incluso a varios pasos de distancia y se dió la vuelta con una sonrisa.

Quería creer que era genuina, pero de él ya no esperaba nada.
Se que me quería, o algo por el estilo. Pero no éramos el mejor ejemplo de padre e hijo. Tampoco es que me importara.

Los Reyes del Inframundo ━♛ (ɴɪᴄᴏ ᴅɪ ᴀɴɢᴇʟᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora