(N)
Caí nuevamente en el techo del camión. La pequeña abertura aún estaba abierta y estábamos en el mismo lugar cuando mí padre me llevo a rastras con él.Había semidioses romanos, aún no lo creía. Dioses, criaturas, monstruos.
A pesar de que muchos creían que Roma y Grecia en la antigüedad habían sido parecidas, se equivocaban. En muchos aspectos Grecia había sido más benevolente con los mortales, la mayoría de los dioses eran pacíficos comparados con los romanos. Ellos eran bélicos y, aunque costará admitirlo, más poderosos que los griegos. Poderosos en el sentido de que las personas le temían. ¿Olvidaste hacerles una ofrenda? Calcinado. Simple y rápido.
Por lo menos los dioses griegos se tomaban el tiempo de convertirte en alguna flor o algo por el estilo...La noche todavía cubría el camino y hacía mucho más frío que cuando pasamos las cataratas del Niágara. La niebla tuvo que hacer de las suyas porque nadie me vio mientras viajábamos
Habíamos llegado a Canadá y el paisaje había cambiado un poco. El camino bordeaba el lago de Ontario lo que hacía que mí mente se despavilara.Luché contra mis deseos de bajar rápidamente y contarles todo a los demás. Pero ¿iban a creerme?.
En estos pocos años como semidiós jamás ne puse a pensar que si los dioses griegos seguían de pié, los demás también. Romanos, egipcios y hasta seguro nórdicos. Siglos y siglos de mitologías variadas estaban hoy en día presentes.
El defecto fatídico que todo griego tiene: el creerse superior. Cosa que nos llevo a inumerables problemas y guerras, hasta entre nosotros mismos.
Me sentía como un traidor. Un traidor hacía mis amigos, hacía los dioses, hacía Quirón, hacia mí campamento. Y sobre todo hacía mí mismo.
No me lo pregunten, ni siquiera yo entiendo mis sentimientos. Pero si quería que esto funcionara, y si podía detener una guerra, entonces lo haría.
No por los dioses, por la gente que me importaba.Llevé mí vista hacia el frente del camino y un gran letrero se alzó.
Estábamos entrando a Mississauga, a menos de media hora de Toronto.Casi como si leyeran mis pensamientos, Annabeth asomó su cabeza por la abertura.
- Nico, baja así planifiquemos el ataque- me dijo.
No me hice esperar y salte adentro.
Estábamos en una especie de camión transportador de electrodomésticos.
Heladeras, televisores y esas cosas.Percy, Annabeth y Lilia ya estaban hablando de lo que haríamos.
- No sabemos a lo que nos enfrentamos- habló Annabeth de nuevo- Pero si es lo que creo, no sé si saldremos vivos...
-¿Que cosa?- preguntó Lilia, la cual estaba mordiéndose con aprensión sus uñas.
Annabeth tragó saliva y sus ojos grises peleaban una tormentosa guerra.
- Cíclopes- habló- Y de los peores.
- Pero los cíclopes son buenos- se indignó Percy- Tyson es la
persona-monstruo más leal que hay en la tierra.- Tyson es un cíclope menor- le dijo Annabeth- Tuviste suerte de que te lo hayas encontrado joven y pudiste moldearlo mostrándole tu amistad. De otra forma te hubiera comido con tan solo verte.
Percy no dijo nada más. Se notaba su desacuerdo. No lo culpaba, Tyson era un chico agradable. Un tanto soso y pegajoso con sus muestras de afecto, pero bueno al final de cuentas. Además Poseidón tenía a cíclopes luchando en su ejército y trabajando en sus fraguas, eran sus hijos, hermanos lejanos de él. La familia siempre defiende a los suyos.
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Los Reyes del Inframundo ━♛ (ɴɪᴄᴏ ᴅɪ ᴀɴɢᴇʟᴏ)
Teen Fiction(𝐞𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐝𝐞 𝐞𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧) 𝐍𝐈𝐂𝐎 𝐃𝐈 𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋𝐎 ha estado pasando sus días en el Campamento Mestizo, tendrá que ir a buscar a una nueva semidiosa, que tal vez ponga todos sus sentidos alerta y su mundo de sombras patas arriba...