XXVIII

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(L)

-¡Gracias a los dioses!

El grito de los chicos se escuchó aún antes de que Nico y yo hubiéramos puesto tan solo un pie en la habitación.

Annabeth y Rachel me abrazaron fuertemente, cosa que no me importó dado que estuve atrapada en una esfera por tres días.

Jamás lo pondría en mí lista de "cosas que hacer antes de morir". Fue algo verdaderamente horroroso. No veía ni escuchaba nada, pero la sensación de soledad y la oscuridad llenaban todos mis sentidos. No sentía hambre, ni sed, ni dolor, tampoco angustia. Simplemente un vacío inquietante y abrasador.

Estaba tan agradecida con Nico. Jamás creí que fuera capaz de salvarme y hacerle frente a su padre. Estaba tan feliz, excepto...

Mí madre.

Se suponía que era la reina del Inframundo. Ella había estado en el palacio, yo lo sabía. Lo sentía en lo más profundo de mí.
¿Por qué no me sacó de esa esfera? Cuando era más pequeña me tragaba las historias que mí padre me contaba, que ella se había ido por nosotros, para mantenernos a salvo y que siempre estaba velando por nuestro bienestar. Pero luego poco a poco caia en la cuenta que tal vez todo era una mentira piadosa de parte de un padre a su hija, el cual no tenía las fuerzas para revelarle que verdaderamente lo que ocurría era que ella estaba muerta.

Y de pronto todo se puso patas arriba, y me encuentro con dioses, monstruos, deidades, sátiros...

Una simple ayuda, una sola muestra de afecto hubiera sido suficiente. Una palmada en el hombro, una mirada de amor... Yo amaba a mí madre, aunque con todas mis fuerzas quisiera no hacerlo.

En cambio ella ni siquiera se me presentó.
Pensar en eso ahora solo me abatira más.

Luego de una calida bienvenida, en la cual Will casi se pone a recitar un antiguo cántico que le enseño su padre, Apolo, pero Nico lo detuvo con una mirada; Annabeth y Rachel me guiaron hasta su habitación (ahora nuestra) para que pudiera descansar un poco.
Se los agradecí en silencio, prometiéndoles que luego les contaría todo con cada mínimo detalle y caí en un sueño profundo que hace tiempo no tenía.

Mí sueño se catalogaria como normal.

Me encontraba en mí casa, en el jardín junto a mí padre, no podía verle la cara ya que estaba de espaldas, pero su cabello rubio y sus típicos vaqueros de jean manchados con lodo lo delataban. Estábamos arreglando los jazmines que habían crecido como enredaderas en la pared, codo a codo, mientras en la radio sonaba la canción "No one" de Alicia Keys, una de mis artistas favoritas. Encima de la pequeña mesa de jardín que teníamos reposaban dos vasos de limonada recién preparada y mis famosas galletas de avena. Todo parecía tan normal, casi como un buen recuerdo que mi subconsciente habría querido guardar. Excepto por una sola cosa.

Estábamos a la sombra de un manzano. Teníamos árboles frutales, pero jamás un manzano. Y este no era cualquier árbol, ya que sus frutos eran dorados y brillaban a la luz del sol.

Me llamaron tanto la atención que decidí levantarme para verlas mejor. Parecían realmente de oro.

Agarré una pequeña banqueta para poder subirme y llegar a la altura de ellas. Con mucha dificultad logré tomar una.
La agarré entre mis manos y mis sospechas se confirmaron, eran completamente de oro.
Le grité a mi padre que viniera a verlas, pero ni siquiera se inmutó.
Fruncí mis cejas y me volví para intentar cortar algunas....pero el árbol había desaparecido de la nada llevándose consigo toda la sombra que nos cubría del sol de la tarde.

Confundida, bajé de la banqueta para posicionarme nuevamente al lado de mi padre.

- Ten cuidado con esas rosas- le dije viendo que casi agarra una por su tallo- las espinas pueden lastimarte.

Los Reyes del Inframundo ━♛ (ɴɪᴄᴏ ᴅɪ ᴀɴɢᴇʟᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora