XXXIII

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(L)

Primera, y esperaba una de muchas veces que desperté tranquila. Aún con un destino incierto, el aire que se respiaraba en ese bosque era tan puro. Pocos lugares eran así, la contaminación era agobiadora. Realmente una falta de respeto para una hija de Persefone.
Aun sonaba extraño decirlo. Hija de Persefone.

Me levanté y aun seguían dormidos todos. Era temprano quería creer ya que el sol no estaba aún en la cima. Nota mental: comprarme un reloj. Luego de que me dijeran que los semidioses no podían utilizar teléfonos o cualquier otro aparato electrónico me deshice de todo ello. No me arriesgaría a terminar muerta tan patéticamente.

Aún tenía en mí cabeza el rostro de Bianca. Metí la mano en el bolsillo y allí tenía el papel que en había dado.

Debíamos apurarnos.

Los desperté a todos y les avisé lo que sabía, salteando la parte de Bianca. Luego se lo diría a Nico, era algo que se había vuelto personal para los dos. Y suponía que aún estaría algo inestable luego del emotivo encuentro. Debíamos de tener todos nuestros sentidos puestos en encontra el fuego de Hestia.

- Asi que Canadá- habló Will- Está un poco lejos.

- No puedes ir con esa herida aún abierta- le dijo Annabeth- Puedes golpearte, o incluso darle una infección. Nos nos arriesgaremos a qué llegues con una extremidad faltante al campamento.

- No me quedaré aquí en este bosque.

- Claro que no- le tranquilizó- Hablaré con Thalía, seguro estará encantada de acompañarte de regreso.

- Claro, como las cazadoras son tan amigables con los hombres- susurró Will.

- Dejamelo a mí.

Annabeth se alejó en dirección a las tiendas de campaña de las doncellas.

-¿Por qué está siempre tan segura de que Thalía le hará caso?

-Es su mejor amiga- me explicó Percy- Pasaron por muchas cosas juntas. Y además de eso, Annabeth había pensado en unirse a las cazadoras. Artemisa tenía planeado reclutarla.

Tenía sentido. Annabeth era una de las semidiosas más fuertes, sin contar su poderosa inteligencia. Un combo perfecto.
Esperaba algún día estar a la altura de ella...pero vamos, que una hija de Persefone no puede hacer mucho. Ni siquiera sabía si tenía algún poder.
De todas formas, que tan especial sería. ¿Cuidar de una flor?¿Cambiar el color de las plantas?

No había hecho nada productivo en este viaje. Salvo dejar que un dios me raptara...¿para qué? ¿Para cambiarme por un frasco silenciador? Que situación más importante.

Por suerte Annabeth volvió unos minutos después con la noticia de que las cazadoras si habían aceptado llevar a Will de vuelta al campamento (el hecho de que sea un hijo de Apolo ayudó un poco)

Rachel decidió acompañarlo de regreso.

- No puedo hacer mucho- dijo apenada- Al llegar lo único con lo que podría ayudar sería lanzar cosas.

- Eres muy valiente Rachel- le dije.

Me abrazó y correspondi al gesto. Verdaderamente, una mortal capaz de seguir a sus amigos a una aventura con cosas que ni siquiera eran parte de su mundo, era muy intrépida.

Ayudamos a Will a llegar con las demás. Lo subieron en una carretilla. Su cara era realmente cómica, se notaba a leguas que estaba incómodo. Las cazadoras no ayudaban mucho a hacerlo sentir como si no fuera una carga.

Luego de la versión de Nico sobre las cazadoras, costaba un poco tomarles completamente cariño. Ser hombre no era un delito, pero al parecer para ellas lo era.

Ahora sólo quedaba idear un plan para llegar hasta Toronto en menos de 42 horas.
No sería para nada fácil.

- ¿Correr?- acotó Percy.

- Si, claro, sesos de alga- le respondió Annabeth- Corre, y llegarás a Canadá cuando el Olimpo ya esté en guerra.

- Que optimista- murmuró.

- ¿Viaje sombra?- ofreció

Volteamos a mirar a Nico, cuya presencia parecía no estar ahí con nosotros.
Seguía con esa mirada triste y pérdida.
Si lo obligabamos a que nos lleve en un viaje sombra, por más que nos ahorrara tiempo para luchar contra lo que sea que se encontrara en ese taller, Nico quedaría fuera de combate.
Su energía no estaba al cien por ciento.

- No creo que sea la mejor idea- dije.- Debe haber otras formas en las que no implique que Nico se agote. Lo necesitamos.

Me miró agradecido. Le devolví una tímida sonrisa.

- Bien, entonces hay que buscar una carretera y rogar por encontrar algún autobús o de última opción, colarnos a algún otro transporte.- propuso Percy

Sería difícil. Cuatro personas entrando a hurtadillas a algún camión o una camioneta, llamariamos mucho la atención.

- No hay otra opción- se rindió Annabeth- En marcha, ya casi es mediodía.

Decirles que fue fácil encontrar la carretera, es mentirles. Caminamos por horas hasta dar con la entrada de ese bosque, ya casi oscurecía y solo di gracias a los dioses que la noche no nos atrapó de nuevo. Podría haber más de esos lobos por ahí.

También les agradecí, por qué un camión había aparcado en una gasolinera cerca de ahí, dejando las puertas traseras abiertas.
Y esto era ya demasiada suerte, ya que iba directo a Toronto. Tres horas de viaje y llegaríamos a nuestro destino.

Era un camión de electrodomésticos, así que tuvimos que acomodarnos entre microondas, heladeras y televisores, pero prefería eso a dormir en la tierra mojada.

Para pasar el tiempo, Percy me habló de todas sus aventuras, las cuales me parecían extraordinarias. Percy tendría que ser sin duda el semidios más poderoso de...todos los tiempos.

- No podría haberlo hecho sin Annie a mi lado- Percy tomó su mano y le dio un tierno beso que derritió por completo mi corazón.

Yo, por mi parte estaba sentada encima de una caja tratando de sacar ojas y ramas que se habían enredado en mi cabello.

Y Nico. El estaba arriba del camión. Sentado en el techo. No había bajado en ningún momento.
En el techo había una abertura, por la que había salido y no lo había vuelto a ver.

Me cuestioné en subir junto a él, pero me repetía una y otra vez que el necesitaría su espacio, para pensar.
Estar solo muchas veces era necesario, no todo el tiempo, pero si de vez en rato. Charlar con nosotros mismos, divagar en recuerdos.
Nos hace más fuertes y sirve para superar muchas cosas. Empieza con nosotros mismos.

Eso siempre me decía mi padre. ¿Que estaría haciendo ahora? Solo. Me prometí que luego de terminar con este pandemónium iría directo a casa para verlo.

Traté de espabilarme y concentrarme en otra cosa que no hiciera que tenga ganas de llorar.

Hacía casi media hora habíamos pasado las Cataratas del Niágara, lo que significaba que ya estábamos cerca de nuestro destino.
Ya había oscurecido, así que no veía demasiado dentro de ese camión, solo la luna por la abertura. Había empezado a hacer frío y lo único que llevábamos eran suéteres livianos. Si no nos mataba lo que sea que se encontrara en el taller, moriríamos de una hipotermia.
Annabeth y Percy tenían suerte, estaban abrazados entre ellos. Intenté acurrucarme en un rincón y pretender no inmutarme de nada.

Cerré mis ojos lo que restó del camino, y por suerte no soñé absolutamente nada.

Los Reyes del Inframundo ━♛ (ɴɪᴄᴏ ᴅɪ ᴀɴɢᴇʟᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora