Café solo... o no tanto.

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Por fín lunes. Sí, por fín. Nunca en la vida pensé que podría decir eso. Pero sí. Este fin de semana ha sido totalmente agotador, y aunque ha tenido sus cosas buenas (y tan buenas), yo no estoy para tantas emociones en tan poco tiempo. Necesito tranquilidad, y un chute de realidad cotidiana.

Mi despertador suena a las 7. Si, no he dormido nada. Me remuevo un poco en la cama intentando disfrutar un poco de ese calorcillo que solo tenemos cuando el despertador suena. Me doy la vuelta y ahí está él, dormido como un bendito. No se qué planes tiene, ni que va a hacer hoy, y me da mucha pena despertarlo. Si yo estoy agotada, el tiene que estarlo el doble. Decido dejarle dormir un rato más, y salgo de la cama con cuidado de no despertarlo.

Un café cargado, una buena ducha, y como nueva. Preparo las cosas para la facultad y para ir a trabajar. Hoy empiezo con mi trabajo de traducción en la editorial, pero primero tengo facultad. Va a ser un día agotador. Creo que ya no me hace tanta gracia que sea lunes.

-Marcos.- Lo llamo despacio, zarandeandolo un poquito.- Marcos, cielo.

-Uhhmm.- Contesta, con un ojo abierto y el otro aún cerrado.

-Me voy a la facultad. No se que vas a hacer hoy, por eso te he despertado. Pero si no vas a ningún lado puedes quedarte.- Le digo, acariciándole la cara.

-Ummm. -Contesta, como un gato ronroneando.- ¿Quieres que te lleve?

-No, no hace falta. Tu descansa, que ya me ocupo yo de levantar el país hoy.- Él sonríe. Le doy un beso.- Luego hablamos.

Y al salir por la puerta, miro hacia atrás y lo veo enrollandose en las sábanas y abrazando la almohada. Y por una vez en la vida me encantaría estar en su lugar.

¡C***

¡Vaya día que llevo! Como todos los días sean así, no llego a los treinta. No he parado en todo el día: Clases, prácticas, biblioteca y media hora para comer. Y ahora voy camino a la editorial. Si, voy tarde.  Con mi primer sueldo pienso comprarme un coche de segunda mano. El metro es una mierda. Entre que me pierdo, me encuentro, me lio con las líneas, espero al tren, y hago el recorrido hasta la editorial desde el metro a pie, no llego ni de coña a tiempo.

Entro en la editorial corriendo, esperando que nadie se haya dado cuenta de que todavía no he llegado. Cuando llego a mi planta, miro hacia todos lados. ¡Bien!- Pienso para mi misma- Nadie se ha enterado de que no estaba!. Y con ese pensamiento me dirijo a mi mesa.

-¿Tarde el primer día? Qué poco profesional.- Fede. Ya decía yo que era demasiado bonito para ser verdad.

-Ummm, no. Es que acabo de bajar a por un café.- Le doy a la cara dura y miento. Si cuela, cuela.

-Si, ya claro. ¿No sera que te gusta mucho trasnochar? ¿O que no te han sentado muy bien las vacaciones? - Contesta él.

-¿Cómo sabes tu eso? Es más ¿Qué te importa a tí?- Le suelto yo. Me da miedo.

-Preguntate mejor quién no lo sabe. Creo que hasta las de la revista de la planta de arriba lo saben. Te ha llegado algo, y han leido la tarjeta.

Me voy hacia mi mesa dejandolo con la palabra en la boca, es idiota, no voy a gastar mi tiempo escuchando gilipolleces. Y allí estaba, ya metida en un jarrón con agua (cortesía de la chismosa o chismoso de turno) una rosa roja preciosa. Cojo la tarjeta y leo:

"A mi chica trabajadora, que se despierta a las 7 para levantar el país aún habiendo dormido dos horas y después de unas horrorosas vacaciones. Que tengas un buen primer dia. Te quiero. M" 

Promise me the moon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora