Máquina de afeitar

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Steve estaba preparando la comida especial de bienvenida para Tony que llegaría de Japón después de una semana de arduo trabajo. Tenía a Virginia completamente dormida en la cangurera que había puesto sobre su espalda para que no le molestara mientras picaba lo necesario para aquel lomo glaseado al horno que su esposo adoraba, todo iba bien, pero algo en su instinto hizo clic y se preocupó, no ha escuchado ruidos por parte de sus hijos mayores.

―Esto se torna sospechoso, cariño ―le habló a su pequeña hija.

Steve bajó la llama de la estufa, se lavó las manos y caminó hacia las habitaciones de sus hijos. No estaban en ellas, ni en la habitación de Virginia, ni en el cuarto de juegos, tampoco en la terraza. ¿Dónde se habrían metido? Su mirada se clavó en su habitación y agudizó el oído, entró sin hacer ruido y escuchó tenues risitas provenientes del baño.

―Oh sagrado Dios...

Descubrió a sus hijos jugando con su máquina de afeitar y tenían partes afeitadas por toda la cabeza. Steve no sabía si reír o llorar, Tony había cuidado a la perfección los largos cabellos de sus hijos. Peter y Johnny sólo comenzaron a reír.

―¡Papi! ¡Sólo queríamos tener el cabello como el tío Sam!
―Pero si Sam no tiene ca... oh.

•••

Tony llegó un par de horas después con obsequios para todos, le dijo adiós a Happy desde la acera y entró a su adorada y lujosa casa. Olía delicioso y Steve venía bajando con Virginia en brazos. Lanzó la maleta de mano y la bolsa de obsequios para ir por su pequeña que reía y se movía inquieta estirando las manitas con ganas de abrazar a su papi.

―Princesa, te extrañé tanto ―Tony la llenaba de besos y la apretaba contra él―. Prometo no irme tanto tiempo de nuevo, ¿de acuerdo?
―¿Y no hay beso para tu guapo y rubio esposo? ―Steve le lanzó la sonrisa y Tony se mordió el labio.
―Pero por supuesto que hay besos para mi perfecto esposo ―Tony con su hija en brazos fueron envueltos por aquel hombretón que le plantó un hambriento beso―. Hmmm, cariño... cariño, la bebé.

Steve se despegó de mala gana de su esposo y le sonrió, moría por tenerlo para él solito en su habitación. Una semana sin él y ya se creía capaz de hacerle un queso u otro bebé, lo primero que cuajara con todo lo que llevaba guardado.

―¡Johnny! ¡Peter! ¡Papi ha vuelto!
―Vamos al comedor, la cena está lista ―Steve estaba nervioso pero hizo su mejor esfuerzo para que Tony no lo notara―. Ellos están alistándose.

Tony dejó caer su copa de vino cuando dos cabecitas completamente rapadas hicieron su aparición con sonrisotas y directo a abrazar a su papi. Steve casi suelta una carcajada al ver la cara de su esposo mientras besaba y apapachaba a sus dos hijos.

―¡¿Pero qué demonios se hicieron en la cabeza?!

Los niños soltaban risitas y Tony quería llorar, habíacuidado con devoción aquellas cabelleras que ahora ya no están más.

No es fácil ser papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora