• Capítulo 37 •

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El primero al abrir los ojos luego de aquello, fue Izuku, quien molesto, refunfuñó en voz baja, mal diciendo a los inocentes rayos de sol mañanero que se filtraban por las cortinas abiertas de la ventana, la cual, desgraciadamente, se encontraba h...

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El primero al abrir los ojos luego de aquello, fue Izuku, quien molesto, refunfuñó en voz baja, mal diciendo a los inocentes rayos de sol mañanero que se filtraban por las cortinas abiertas de la ventana, la cual, desgraciadamente, se encontraba hecha en dirección a donde el sol salía.

No era fuerte, pero eran esos rayos los que poco a poco comenzaban a llevarse el invierno como viento al polvo, dando paso cada vez más apresurado a la hermosa y rica primavera, aquella que Izuku tanto ansiaba cada año desde que tiene memoria.

Ama ver las flores nacer nuevamente, las sientas de ramas de los árboles llenarse de diferentes tonos de verdes, tirarse sobre el césped o simplemente sentarse bajo algún árbol a leer por horas, disfrutando del aire fresco, el sonido de los cantos de aves o bañarse en algún río.

Oh, Izuku amaba tomar baños en los ríos.

El agua fresca, el día soleado y muchas otras cosas más que hacían de aquellos días perfectos, puesto que era lo poco que podía tener al vivir lejos del mar, pero era perfecto, siempre lo disfrutó con sus padres y su hermana... Su hermana.

¿Qué diría su hermana al verlo? Nuevamente esa pregunta estaba atormentándolo, llenando su alma de culpa y provocando en él unas inmensas ganas por tirarse al suelo e implorar por su muerte, porque solo eso se merecía.

De verdad que era lo peor y no iba a cansar de repetírselo, sobre todo cuando se movió intentando incorporarse, sintiendo ese dolor agudo en su nuca como recordatorio de lo que había pasado hace unas horas, sintiendo una inmensa felicidad que se veía opacada por la más profunda tristeza.

Él estaba disfrutando de hacer su vida -aunque con condiciones- mientras su familia seguramente estaba velando por su bienestar e incluso arriesgando su vida para salvarlo.

Con ese sentimiento, sus ojos picaron, comenzando a llevar éstos de lagrimas que a cada segundo que pasaba amenazaban con salir de sus esmeraldas.

Durante todo ese tiempo, Shouto -y quizá Kirishima- había mantenido su palabra y había guardado el secreto sobre el parentesco que había entre el menor y la chica que había herido de muerte a Katsuki, lo cual agradecía profundamente, pero si una cosa había aprendido bien durante toda su vida era que tarde o temprano la verdad siempre salía a la luz, e Izuku sabía que de aquello no iba a resultados nada bueno.

En silencio y sorbiendo su nariz, se acercó y movió un mechón de cabello del rostro del cenizo, dejando un suave beso en la mejilla de éste, luego otro en los labios, intentando tapar sus penas momentáneamente con las sensaciones que aquel lazo lograba transmitirle. Luego de unos cuantos besos y caricias más, el mayor despertó, rodeando la cintura del omega con sus brazos, apresándolo  y volviendo a besarle.

Cuando se separaron, ambos se quedaron en silencio, apreciándose sin decir ni una palabra, sorprendiendo al peliverde el hecho de verla tan relajado y tranquilo. Katsuki, aprovechando que el menor estaba tan cerca de él, pasó sus llenas de los dedos por la herida que había dejado en el cuello del contrario, haciéndolo quejarse un poco.

Amor y Guerra [•KatsuDeku•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora