• Capítulo 55 •

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Luego de que Katsuki e Izuku partieran junto con Mirko y Chikara, Toga se encargó de cuidar a las pequeñas Eri y Emi mientras Inko trabajaba un poco al lado de algunas otras de las mujeres de la aldea

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Luego de que Katsuki e Izuku partieran junto con Mirko y Chikara, Toga se encargó de cuidar a las pequeñas Eri y Emi mientras Inko trabajaba un poco al lado de algunas otras de las mujeres de la aldea.

Ambos padres de la pequeña se habían ido hacía unas horas atrás, dejándola bajo su cuidado hasta que volvieran de la misión, por lo que ahora descansaba un poco mientras no las perdía de vista, dejando que ambas niñas jugaran con un pequeño conejillo que habían conseguido hacía unos días para Emi, el cual compartía con su prima mientras ambas lo alimentaban con algunas verduras.

Mientras las veía, Toga no pudo dejar de pensar en el parecido de la pequeña ojirubí con ambos padres, sintiendo algo de gracia debido a que la albina normalmente se comportaba como Izuku, portando un corazón noble con el que se ganaba el amor de todas las personas a las que conocía e incluso portaba aquellos ojos redondos y grandes que le hacían ver tierna hasta cierto punto.

Lo divertido siempre fue su coraje, su terquedad y su determinación, dejando ver en aquella mirada el reflejo de Katsuki siempre que se proponía algo y no lo dejaba hasta conseguirlo, incluso su color de ojos era el mismo e Izuku admitía que jamás podría olvidarlo ni dejarlo atrás siempre que su pequeña permaneciera a su lado.

Eso jamás le afectó, nunca la hizo menos ni sintió repulsión hacia ella en ningún punto de su vida, ni siquiera en su nacimiento, pero aceptaba que había sido un poco difícil convencerlo de aquello.

Ahora, sabía que Eri era la posesión más preciada de su cuñado, así como Emi lo era para ella y Ochako.

—¡Kouta-kun! ¡Ven acá, ven! ¡Mamá me ha dejado jugar con mi conejito! —la voz de su pequeña le hizo salir de sus pensamientos, observando entonces cómo el pequeño hijo de Shouto y Tsuyu se acercaba a ellas, llevando una pequeña vara entre sus manos.

El menor siempre había sido muy buen amiga de las menores, y como sus padres habían estado viviendo desde antes de que naciera en la aldea junto a ellos, los niños siempre encontraban un lugar para divertirse o cualquier cosa para pasar el rato, siempre ellos tres solos, sin ningún otro niño del pueblo. Aunque eso era ventaja, ya que en las pocas veces que los niños se habían peleado con algunos chicos bribones mayores, los niños humanos eran siempre los que terminaban con alguna que otra herida que les causaban ciertos problemas con las madres.

Sonrió un poco recordando aquella ocasión, aun recordando las caritas enterregadas de los tres que se mostraban con culpa ante ella. Siempre le causaba gracia, eran niños después de todo y los niños siempre encontraban problemas en los cuales meterse.

Aunque su felicidad duró muy poco, ya que en ese momento recordó el por qué estaba ahí y por qué cuidaba a ambas niñas ella sola.

En los últimos días su hembra se mostraba sumamente molesta por la idea que había tenido de reconciliar a Izuku con su medio hermano. Era orgullosa, pero tenía que entender que al final era la decisión del omega si enterraba el pasado y seguía adelante o continuaba con ese rencor hacía el demonio, sin embargo, al final sabía que lo más importante tanto para Katsuki como para el menor sería el bienestar de su hija, por lo que quizás solo era cuestión de tiempo para que pulieran sus imperfecciones.

Amor y Guerra [•KatsuDeku•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora