Capítulo 1: Renacer

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Dolor

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Dolor...

Ardor...

Molestia...

Tyler...

Boda...

Caos...

Estaca...

Gritos...

Fuego.

Abro los ojos y me cuesta ubicar en donde estoy, por lo que parpadeo un par de veces en busca de aclarar mi vista. Las luces están apagadas y no hay una sola ventana que de al exterior para tener al menos una idea de que hora es, ¿cuánto tiempo estuve inconsciente? Lo último que recuerdo son los gritos de todos y su urgencia por huir.

Intento moverme pero me es imposible, el dolor que irradia mi hombro es tan intenso que me mantiene postrada a la cama. Me deshago de las mantas que me mantienen cubierta hasta el cuello para ver mis heridas, pero no encuentro nada. Mi brazo... ya no está.

—No, no, no...

Mi corazón comienza a latir con fuerza dentro de mi pecho y mi respiración se acelera a tal punto que siento como mis pulmones fuesen a explotar y el aire no pudiera entrar a ellos. Arranco las vendas, sin importarme si con ellas se vienen los estúpidos puntos. Mi estómago se revuelve cuando veo el muñón amoratado que ha quedado, del cual brotan hilos de sangre oscura.

—Asegúrate de saber a quién tienes cerca, Abigail, y a quien tienes más cerca. —La voz de Cedric me hace levantar la mirada llorosa y encaro al responsable de todas mis desgracias en los últimos meses. Al igual que siempre, lleva un traje perfectamente planchado y se sostiene con su bastón, el cual quisiera tomar y enterrárselo directo en el corazón—. Se lo advertí, señorita Moore. ¿O debo llamarla señora Price?

Tomo una jarra de vidrio de la mesa de noche junto a la cama y la lanzo en su dirección, haciendo que se parta en miles de pequeños fragmentos y regando el agua por todo el sueño. El vampiro se desvanece como una visión, pero su risa retumba en las paredes haciéndome perder la paciencia en menos de un milisegundo.

—¡Vete a la mierda, puto infeliz! —le grito con la voz quebrada, intentando controlar el desastre que se ha vuelto mi respiración pero me es imposible. Tiemblo de pies a cabeza y las paredes oscuras comienzan a moverse, acercándose a mí. El ambiente se torna aún más pesado y siento que me asfixio cuando las paredes me rodean, aprisionándome entre ellas.

Grito, pero me he quedado muda.

Lloro, pero me he quedado sin lágrimas.

Lo único que me indica que sigo con vida es la sangre que aún sale a borbotones de la herida en mi hombro y suelto una risa seca que suena más como un quejido. Pero que gran Luna he resultado ser.

Maldito seas, Cedric.

Mi cuerpo comienza a sacudirse y abro los ojos de golpe, encontrándome con un rostro que reconocería en donde sea.

La Alfa (Saga Alfas #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora