La misión de los cinco

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Caída la tarde y mientras Amice, Aland, Margery y Galwin están atentos y con sumo interés a la historia de Percival, la capa oscura que cubre las ropas claras de un jinete se agita con el viento mientras cabalga a todo galope en su caballo color café, al igual que la capa del jinete, la larga cola y la tusa negra del equino se mueven con cada zancada que da el animal, a consecuencia de la velocidad, el viento provoca que de los ojos de Ladislao salgan algunas lágrimas mientras se aleja de la villa de Bathar hacia el noreste con dirección a las grutas de Tokan.

Con cada minuto que transcurre, el paisaje que Ladislao atraviesa va de algunas tonalidades verdes por aquella pequeña pero abundante vegetación que se encuentra a las afueras de Bathar, adentrándose poco a poco entre árboles más frondosos y de tamaños más prominentes, Ladislao continúa su camino atravesando el bosque conocido con el mismo nombre de aquella Villa.

Con el pasar de las horas y con la cercanía de la noche, el hombre de aquella barba y bigote poco común, se prepara buscando algún lugar para pasar la fresca noche; Una vez que eligió el lugar adecuado Ladislao colocó algunas piedras cerca del lugar en donde va a dormir y así crear una fogata lo suficientemente grande para protegerse de aquellos depredadores nocturnos que salen en busca de alimento.

Recostado sobre un manto que traía consigo, el falso vendedor que vigilaba a los hijos de Everard sacó de su bolso un ánfora que contenía vino y comenzó a beberlo para entrar en calor, una vez satisfecho dio inicio a su descanso nocturno rodeado de árboles y de aquellos característicos sonidos que solo la oscuridad puede ofrecer.

A la mañana siguiente, algunos rayos de sol que forzadamente atraviesan los frondosos árboles en ese bosque golpean la cara del jinete que aún continuaba dormido boca arriba, varias brasas incandescentes de la fogata continuaban encendidas reusándose a ser consumidas por completo, algunas ardillas e insectos que se encontraban en árboles y plantas observan como una tarántula oscura del tamaño una mano extendida con algunas franjas de color naranja pálido en sus patas camina por la pierna derecha a la altura de la cadera de Ladislao, unos segundos después, el hombre comenzó a despertar con un exagerado bostezo y un estiramiento de brazos y, al darse cuenta de que en su pierna había un arácnido, lo tomó con tres dedos de su mano y lo apartó de su cuerpo para observarlo de frente, la araña al sentir que sus patas no tocaban el suelo las comenzó a mover despacio buscando algún lugar a donde aferrarse.

— ¿Qué tenemos aquí? Una sigilosa araña... ¿Cuál era tu intensión eh?, ¿Morderme? — Le preguntó a la araña mientras Ladislao se endereza y se levanta, una vez de pie se acercó a las brasas de la fogata y le dijo:

— Debiste hacerlo, las oportunidades no se dejan ir... ahora pagarás con tu vida...

Al terminar de decir esto, estiró el brazo a la altura de su pecho y puso a la tarántula en el centro de las ardientes brasas, segundos después Ladislao soltó la araña y ésta cayó directamente en las brasas que aún estaban encendidas... Con un sonido de pequeñas explosiones como si se estuviera quemando una rama húmeda, la araña se retorcía y sus patas las movía con desesperación tratando de escapar del intenso calor que la estaba quemando viva, Ladislao solo la vio por unos segundos y se preparó para continuar con su cabalgata hacia las grutas de Tokan.

Una vez montado en su caballo, comenzó a salir del bosque de Bathar, días más tarde el paisaje comenzó a cambiar de nuevo, pero esta vez las zonas rocosas fueron quienes hicieron su aparición; Poco pasto, algunos arbustos semisecos y grandes columnas de rocas creaban una sensación de confusión por el hecho de no saber qué dirección tomar, entre paredes de piedra cabalgó por complicados y muy angostos senderos los cuales parecieran un confuso laberinto, un laberinto que conforme se avanza comienza a estar bien custodiado por guardias armados con arcos y flechas que desde lo alto cubren y protegen el trayecto a la entrada a las grutas de Tokan; Una vez al pie de una cueva oscura, Ladislao bajó de su caballo y sin soltarlo de las riendas comenzó a caminar hacia el interior de aquella cueva, el sonido de las pisadas del caballo y de las suyas mismas rompían el tajante silencio que había en ese lugar para convertirlo en un ruidoso eco que rebotaba por toda aquella cueva haciendo que murciélagos salieran revoloteando de sus madrigueras.

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora