Un hallazgo sorprendente

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El desenfrenado galope que atraviesa la extensa tundra de campo abierto se refleja en las patas del caballo el cual, es presionado al máximo por Galwin para tratar de refugiarse en las faldas de la zona rocosa del reino de Oxzorm mientras huyen de los guerreros de Liam.

En el momento justo cuando faltaban un par de decenas de metros para ser atrapados por los mercenarios, de entre las rocas que estaban frente a Aland y Galwin, salieron más de cincuenta armaduras color gris plateado, cada una montada en su caballo a toda velocidad con la intensión de defender y proteger al hijo de Everard, la caballería del reino y los estandartes con la insignia de Oxzorm no fueron lo único que los mercenarios vieron salir de aquellas rocas, más de cinco decenas de arqueros bien entrenados estaban preparados y listos para disparar sus flechas en caso de ser necesario.

Sin dar crédito a lo que sus ojos veían, Aland agradeció a los Dioses por la aparición de aquella caballería la cual pasó a toda velocidad junto a ellos en dirección a los mercenarios.

Pocos segundos después, el sonido ensordecedor de caballos y espadas golpeando entre sí mostraban la fuerte batalla que había iniciado entre el reino de Oxzorm y los mercenarios de las grutas de Tokan, al ver que la desventaja que tenían era de dos a uno el líder de aquellos asesinos comenzó a gritar la retirada pero, lamentablemente pocos lograron huir del despiadado ataque del ejército de Oxzorm y solo bastaron algunos minutos para salvaguardar la integridad de Aland y destruir al enemigo.

Dietrich, el general y consejero de armas del rey Odo, recibió con júbilo a Aland otorgándole cobijo y un respiro ante tal persecución.

Al pasar entre el ejército de Oxzorm, en medio de los ruidos de espadas afilándose, carretas desplazándose y soldados contando historias, Dietrich le dijo al pequeño: — ¿Eres Aland verdad?, no esperábamos que fueran perseguidos por los hombres de Liam.

— Hubiera sido mejor que acercara más a sus tropas, general — Le dijo Galwin.

— ¿Cuestionas mis decisiones Galwin?

— No, pero la vida de Aland estuvo cerca. — Contestó el guerrero de Bathar mientras caminaban hacia unas mesas de madera donde les servirían algo de comer.

— Mis órdenes fueron escoltarlos al catillo de Oxzorm, no intervenir en una batalla... Deberías de estar agradecido por estar con vida... ¡Oye tú, dales algo de comer, nos iremos tan pronto como podamos! — Le gritó Dietrich a uno de sus hombres que están al pendiente de la comida de los soldados.

Cansado Aland le preguntó: — ¿Nos iremos ya?

— ¡Tan pronto termines de comer muchacho!, el rey quiere verte lo antes posible.

— ¿Qué hay de los prisioneros de Liam? — Preguntó Galwin.

— Serán ejecutados. — Respondió Dietrich. — Hombres como ellos no tienen cabida en este reino.

— ¿Y los que huyeron?

— Servirán de mensajeros, así Liam se enterará que fallaron y él mismo los decapitará, es un hombre muy predecible...

— Antes de Liam, Bronson nos atacó... por poco mata a Aland... tuve que asesinar a dos de sus hombres.

— Dale un poco de poder a la ignorancia y la convertirás en prepotencia, no tiene otra cosa que mal gastar su tiempo, no me extrañaría que recibamos un mensaje solicitando el reemplazo de los hombres que asesinaste... En fin, terminen con sus platos, nos vamos en una hora, el camino al reino es largo... ¿No querrán hacer esperar al rey o sí?

Más tarde, Dietrich lidera a caballo un grupo de soldados bien armados que escoltan a Aland hacia el castillo de Oxzorm, pasando por riscos y montañas de pierda sólida, el sendero por el que transitan les permite ver a su alrededor una interminable y hermosa cadena montañosa que, sin aquellos guías que lo escoltaban la vista podía ser al mismo tiempo atemorizante y peligrosa.

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora