La traición del herrero

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A escondidas como un par de delincuentes que se escabullen aprovechando la oscuridad de la noche, Aland y Galwin iniciaron su viaje con destino a Oxzorm, ¿La primer parada?, la taberna de la villa, donde los hombres de mala calaña se reúnen para embriagarse y aprovechar la oportunidad para conseguir sexo por unas cuantas monedas con mujeres de bajos escrúpulos, al llegar a las afueras de la taberna:

Galwin le dijo al pequeño Aland: — Ocúltate en aquella esquina y asegúrate que no te vean. — Le dijo mientras le entrega el atado con las armas que había tomado antes de salir. — Regresaré pronto. — Concluyó.

En silencio y mirando hacia la esquina donde Galwin le señalaba, el hijo de Everard y Beatrice se dirigió a aquel lugar cargando el pesado bulto sin cuestionamiento alguno, desde allí pudo ver que su protector entró desarmado y seguro de sí mismo a la taberna, momentos más tarde Galwin salió y se detuvo por unos segundos a las afueras de la puerta cuando otro hombre salió de tras de él y ambos cruzaron algunas palabras, palabras que el joven no pudo escuchar por la distancia en la que se encontraba.

Cuando aquellos adultos terminaron de hablar, el hombre desconocido regresó al interior de la taberna y Galwin caminó hacia Aland.

— Es hora de irnos. — Le dijo Galwin a Aland cargando el atado

— ¿Y cómo vamos a llegar allá?, está muy lejos supongo. — El niño preguntó.

— No te preocupes, sígueme...

Unos momentos después, con la luz de la noche llegaron a una pequeña casa y el guerrero de Percival le dijo a Aland que fuera a un corral que estaba a pocos metros de allí, mientras el pequeño Aland llegaba a ese corral, Galwin llamó a la puerta y unos segundos después una mujer la abrió para ver quien tocaba.

De nueva cuenta, Aland solo observaba que la mujer y Galwin conversaban por unos momentos, al cabo de algunos minutos, la mujer entró de nuevo a su casa y Galwin se acercó a donde Aland se encontraba y el hijo de Everard le preguntó: — ¿Y ahora que haremos Galwin?

Galwin sin decir palabra alguna, abrió el corral y tomó un caballo que se encontraba en el lugar, lo ensilló y luego le respondió: — "Los favores con favores se pagan Aland, recuérdalo siempre", anda, sube...

Una vez los dos montados en el caballo, cabalgaron hacia el bosque de Bathar para perderse entre los árboles.

Durante casi toda la noche, el hijo de Everard y el confiable guerrero de Percival avanzaron sin parar tratando de aprovechar el tiempo al máximo, un par de horas de sueño fueron suficientes para retomar su camino y mientras el sol se asomaba de nuevo por el horizonte, al coronel Bronson, quien se encontraba en una pequeña edificación la cual usaba como cuartel, lo consumía la duda por saber que era lo que el viejo Percival escondía aquél día que lo visitó a raíz del asesinato del hombre casi-decapitado, la paciencia se le acababa y la ansiedad lo abrumaba por descubrir quien había matado a aquél hombre.

— ¡Estoy seguro que fue él! — Dijo el coronel Bronson, haciendo que sus cuatro subordinados quienes lo ayudaban a conservar la paz y tranquilidad de Bathar voltearan a verlo.

— ¿De qué está seguro señor? — Dijo uno de ellos.

— Estoy seguro que fue Galwin quien mató al hombre en las calles.

— Si cree que fue el, ¿Por qué no lo manda llamar señor? — Dijo uno esperando la orden para arrestar a Galwin.

— Tengo una idea mejor, vayamos a visitarlos de nuevo y si el muy maldito se rehúsa a contestar lo torturaré hasta que hable, no me importa que de su maldita boca salgan sus palabras con sangre, ¡Andando! — Les ordenó.

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora