Después del frustrado intento por apoderarse del medallón de Amice... Alcides, Rocco, Damon y Dalibor dejaron el lago y aquella cascada para dirigirse hacia el norte.
Mientras Rocco se sacaba la flecha incrustada en su pierna éste preguntó: — ¿Alguien vio que eran esas cosas?
— Eran los duendes de la Dama de Blanco. — Dijo Dalibor.
Mientras veía la pequeña flecha que extrajo de su pierna, el guerrero del mangual agregó: — Pues vaya que tienen puntería esos malditos engendros hijos de puta.
— Y ¿Ahora que Alcides?, ¿A dónde vamos? — Preguntó Damon.
— Al norte. — Respondió el líder de la compañía.
— Si, eso ya lo noté, pero ¿A dónde?
Rocco conocía a Alcides y también a Liam, por lo que el corpulento guerrero respondió: — A cualquier lugar menos a las grutas de Tokan.
— Y ¿Por qué no?, — Preguntó Dalibor. — Podemos ir por más guerreros y apoderarnos de los medallones.
— Nos llevaría semanas regresar y... ¿Sabes qué pasaría si regresamos? — Dijo Rocco mientras ataba en su herida un pedazo de trapo de su camisa.
Confundido Damon preguntó: — Entonces... ¿Ya no vamos por los medallones?, es decir, ¿nos rendiremos así nada más?
Escuchando a sus hombres, Alcides reflejaba en su rostro una inevitable frustración e impotencia ya que ninguna de las opciones que tenía no eran nada favorables para él y sus guerreros; Regresar para pelear por el medallón de Amice no era del todo sensato ya que de ser posible los duendes los atravesarían con una lluvia de pequeñas flechas; Ahora, a juzgar por lo que le sucedió a Ladislao ir a Tokan sería un suicidio, por otro lado, deambular por las aldeas y villas sería arriesgado ya que Liam había prometido a Alcides que, de no regresar con Aland y el medallón, saldría a buscarlos para asesinarlos.
Mientras cabalgan hacia el norte los guerreros pasaban por aldeas aprovechando para descansar y reabastecerse, sin deshacerse del caballo de Renae los guerreros lo usaban a su favor como animal de carga y no como uno de combate como normalmente lo hacían, con el transcurrir de las semanas Rocco consiguió sanar sus heridas provocadas por las flechas de aquellos duendes de ojos azueles.
Conforme se acercaban al norte, Damon, el guerrero de la alabarda corta comenzó a tener sus dudas con respecto a la decisión de Alcides, y éste le preguntó: — Alcides... Estoy algo confundido...
— ¿Qué quieres decir? — Contestó el líder del grupo.
— Hemos cabalgado por semanas hacia el norte, pero... no estoy del todo seguro hacia dónde vamos...
— Si no estás "del todo" seguro, entonces tienes una idea, ¿No es así?
Damon lo pensó por unos segundos y después respondió: — ¿Abuliot?
Alcides no hizo gesto alguno dando pauta a que ellos mismos dedujeran hacia donde irían.
Con extrañeza, el apuesto de la ballesta dijo: — ¿Abuliot?, ¿Iremos al reino de fuego?
— ¡Vamos, no se quejen cómo señoritas!, seguiremos cabalgando hasta que Alcides nos indique donde parar. — Dijo Rocco.
— ¡Estoy de acuerdo! — Dijo Damon, el guerrero de cabello pelirrojo. — Pero ir al reino que fue destruido por el Dios Negro es algo arriesgado ¿No lo creen?, Tal vez aún estén allí algunos demonios que no hayan sido regresados al inframundo.
Rocco burlándose le dijo a Damon: — ¿Tienes miedo mariposita?
— ¿Miedo? — Respondió el Pelirrojo. — ¿A demonios que son la viva imagen de la muerte y que pueden destrozarnos con el más mínimo esfuerzo?... No amigo mío... no es miedo, ¡Es terror lo que siento!
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La Espada Negra
FantasyEl egoísmo y la codicia de los reyes de antaño los llevarían a una guerra en la que sin saberlo, la aniquilación de sus pueblos a manos de un ser oscuro era inminente, solo cuatro reyes decidieron cuidar y proteger de sus pueblos pero, la avaricia d...