La doncella de ojos bonitos

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Después de algunas horas de cabalgata y siguiendo el rastro de Amice y Margery, Alcides y sus mercenarios llegaron al pantano de los sapos y Alcides le dijo a su compañía que se detuvieran para inspeccionar el lugar, asumiendo el hecho de que los hijos de Beatrice y Everard pudieran haber pasado por allí éste les dijo:

— Vamos... registren el terreno, ¡Quiero que revisen todo a su alrededor!, debe haber algo por allí. — Les ordenó bajando de sus caballos.

Los mercenarios iniciaron con la inspección del lugar y no tardó demasiado cuando Damon gritó: — ¡Por aquí!, ¡Aquí hay algo!

El resto del grupo se acercó y al encontrarse con Damon éste les dijo: — Una fogata... o lo que queda de ella supongo.

Observando los restos de aquella fogata que Margery y Amice hicieron, Dalibor dijo: — Hay rastros de dos personas, son solo dos las que estuvieron aquí... — Dalibor buscó a su alrededor y a escasos metros de allí:

— Acá hay restos de un animal, es... es un sapo... — Dijo el guerrero.

Renae preguntó: — ¿Un sapo?, tal vez algún depredador, algún animal lo cazó para alimentarse. — Dijo.

— ¿Cuándo has visto que un depredador haga una fogata para comerlo? — Preguntó Rocco.

Después del comentario de Rocco, Alcides les dijo: — ¡Dejen eso y Vámonos!, el niño está en Zaboor y... creo saber con quién está.

Sin saberlo estaban siguiendo el rastro de las viajeras, los cinco jinetes cabalgaron por aquella extensa tundra de campo abierto y después de algunas horas llegaron al sendero que los llevaría a Zaboor.

Al llegar a la Villa los residentes se quedaron estupefactos al ver a los cinco jinetes llegar por el sendero con sus armas y su intimidante apariencia, mientras éstos cabalgan despacio por la vía principal, los lugareños dejaban lo que estaban haciendo para hacerse a la los lados abriéndoles paso a los mercenarios.

— Alcides... — Dijo Rocco.

Sin palabra alguna éste solo lo volteó a ver...

— Esto se siente bien. — Concluyó Rocco refiriéndose al miedo que éstos provocaban en los residentes de ese lugar.

Alcides estuvo de acuerdo con su compañero mostrándole una malévola sonrisa.

Unos minutos más tarde llegaron a la casa de Bogumil quien se encontraba afuera partiendo leña con una máquina de pedal que había fabricado y al verlos cesó su actividad diciendo con extrañeza y de forma retórica:

— Alcides...

Montado en su caballo Alcides y su grupo se acercaron al viejo quien al estar frente a ellos éste le dijo: — Estás demasiado lejos de Tokan Alcides, ¿Qué es lo que quieres?

— Hablar solamente... — Contestó Alcides bajando de su caballo al igual que el resto de su grupo.

Bogumil bajó de la maquina en la que estaba sentado y soltó un tronco que traía en sus manos y se dirigió hacia las puertas dobles de su galerón diciendo: — ¡No tengo nada de qué hablar contigo Alcides!

Conforme el Loco Bog se acercaba a las puertas Alcides también lo hacía pero a diferencia del viejo éste iba desenvainando su espada y poco antes de que Bogumil tocara la puerta Alcides ensartó con fuerza la punta de su espada a la altura de la cara del Loco Bog.

— Tal vez no quieras hablar conmigo viejo, pero yo tengo algunas preguntas por hacerte así que, vayamos adentro...

Sin opción alguna el Loco Bog le dijo: — Si es así, entonces quita tu asquerosa espada de mi puerta y déjame pasar. — A lo que el líder de los guerreros de Tokan accedió desprendiendo su espada de la madera y solo con su mirada le dijo a Rocco que entrara con él y, al resto, les indicó que se quedaran afuera.

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora