En camino a la sabiduría

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Una vez terminado el festejo de los duendes de los cuatro reinos, Tibo, el líder de todos ellos decidió ayudar a Percival en su camino a las tierras de Gurond y preparó un viaje nocturno con sus mejores y escuálidos rastreadores grises, estos duendes de grandes ojos azules son excelentes para ver en lugares con poca luz, durante el día se mantienen bajo las sombras ya que el exceso de luz puede dañarlos al grado de dejarlos relativamente ciegos.

— Percival, te ayudaremos en tu viaje a Gurond, éstos son nuestros dominios y conocemos muy bien estos y todos los bosques, pero hay algo que debes saber.

Agachando la cabeza Percival le respondió: — Gracias Tibo.

— No agradezcas aún Percival... — Le dijo Tibo bajando de la roca. — Tenemos un problema...

— Si... Imagino que es Arioch... — Interrumpió Percival volteando a ver al pequeño duende a quien salvó de una patada de Cyrene.

Al igual que Percival, Tibo volteó a ver a ese duende en específico.

— Se supone que nadie debe enterarse de lo que sucede aquí pero... Sí... Arioch es nuestro problema en este momento, ese demonio logró internarse en los bosques de los reinos para pasar desapercibido, está en busca de la espada negra, éste demonio sabe de los escritos de Gurond y por ello nos tiene amenazados, si dejamos cruzar a cualquiera, el demonio matará a quien lo haga, es por eso que los forzamos a rodear y a navegar por los mares de Niiveth ya que las agresivas aguas los obligan a desistir, pero créeme, no permitiremos que eso pase por que desde ahora le daremos batalla y comenzaremos una guerra dentro de este bosque si eso es lo que quiere — Le dijo Tibo. — ¡Rastreadores! — Gritó el líder de los duendes con su grave voz gangosa. — ¡Hagan grupos de cinco, preparen sus armas y quiero que revisen los alrededores en busca del demonio, si lo ven hagan sonar el cuerno con la alerta!

— Y tu Percival... necesitarás un camuflaje. — Le dijo en un tono burlesco entrecerrando sus brillantes ojos azules.

Momentos más tarde, Percival y su caballo aparecieron cubiertos con barro y lodo negro, en sus cuerpos tenían pegados algunas ramas, musgo y grandes hojas de árboles por doquier, incluso su báculo terminó convirtiéndose en una vara extrañamente camuflada agregándole unas florecitas de color rojo oscuro en la punta de éste; Cyrene parecía como si en sus patas llevara unas faldas hechas de hojas largas que se movían con cada paso que daba y, su cola terminó aparentando una escoba mal hecha de las tantas ramas y hojas que le pusieron; Ambos se convirtieron en el hazmerreír de los duendecillos, sus risas con sus voces extrañas creaban un gracioso y gangoso concierto, el camuflaje sería perfecto a no ser que la esclerótica blanca de sus ojos y el blanco esmalte de sus dientes los delatan cada vez que parpadeaban o los enseñaban.

— ¿Realmente esto es necesario? — Preguntó Percival enseñando sus dientes.

— Oh si... créeme Percival... es necesario, con eso estarán ocultos bajo el oscuro manto de la noche... — Dijo tratando de ocultar su burla hacia ellos.

Con una mirada de insatisfacción, a Percival y Cyrene no les quedó de otra que aguantar su ridículo camuflaje.

— Percival, contamos con muchos guerreros pero éstos son los mejores que tenemos. — Dijo señalando a uno de varios grupos de al menos veinte duendecillos de complexión delgada pero notablemente fuertes. — Te servirán de guía y los protegerán en todo momento, nuestros rastreadores harán lo suyo mientras que el resto de nosotros estaremos esparcidos para tratar de interceptar al demonio en caso de ser necesario.

— Tu plan no parece muy confiable Tibo pero pongo el destino de la espada y nuestras vidas en tus manos y en las de tu pueblo. — Dijo Percival mientras veía los colguijes que Tibo traía en su cuello. — Espero que no tengan que intervenir, después de todo vamos bien camuflados ¿No es así? — Al finalizar la pregunta ambos rieron por un momento y los dientes de Percival contrastaban con el camuflaje oscuro que les habían preparado.

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