Mientras Percival y su caballo blanco de manchas café cabalgan a toda velocidad hacia la salida para dejar atrás el bosque del olvido, los brillantes ojos de los duendes que le mostraban el camino comenzaron a dejar de brillar una vez cumplido su objetivo, sin mirar atrás Percival y su caballo continuaron su viaje hacia el sur con rumbo al reino de Gurond, pero el viejo quien portaba el báculo de dragón y la daga de la esperanza sabía que deberían atravesar montañas y cañones con peligrosos desfiladeros que se interponían entre él y aquellos antiguos escritos que, con toda esperanza y un poco de suerte lograría encontrar en ellos la forma de localizar la espada negra.
Aparentemente el camino que tomaron hacia Gurond era el más corto pero mientras bajaban, subían y rodeaban los desfiladeros y montañas las horas se convertían en días y los días en semanas, durante todo ese tiempo los viajeros eran golpeados por la naturaleza quien se encargaba de mojarlos con sus torrenciales lluvias para después secarlos con fuertes ráfagas de viento obligándolos en ocasiones a detenerse e incluso a retroceder y cambiar de dirección ya que los riscos por los que atravesaban se tornaban muy peligrosos con las inclemencias del tiempo, después de tres largas semanas, el viaje de aquel par estaba por culminar cuando a lo lejos lograron avistar el camino de las piedras encimadas que los llevaría a la entrada al reino de Gurond, en ese momento agradeció a los Dioses por permitirles haber logrado su objetivo.
— Allí lo tienes amigo mío... las piedras encimadas de Gurond, estamos cerca... muy cerca.
Tras unas cuantas horas más de camino y poco antes de llegar al camino que los llevaría a la entrada, una flecha que fue disparada de algún lugar calló a los pies de Cyrene provocando que el caballo se detuviera abruptamente.
— ¡Tranquilo Cyrene, Tranquilo!, estaremos bien si nos detenemos un momento... — Le dijo Percival mientras acaricia a su corcel para tranquilizarlo
El viejo Percival observó los alrededores para ver de dónde había llegado la flecha pero el cansancio físico y mental era tal que no podía ver con claridad a largas distancias, el viejo extendió sus brazos hacia los lados sosteniendo con su mano derecha su báculo y gritó al aire:
— ¡Soy Percival de Bathar, le traigo noticias a Lenlod rey de Gurond, amo y señor del mundo subterráneo, solicito permiso para hablar con su rey!
El viento era lo único que se escuchaba en ese lugar, pero unos segundos más tarde varias flechas volvieron a caer cerca de las patas de Cyrene, éste se asustó haciendo caer a Percival al suelo ya que el viejo no estaba sujeto a su caballo por tener los brazos extendidos.
Una vez en el suelo, Percival recogió su báculo y se puso de pie, trató de ver a su alrededor sin poder localizar a quienes disparaban las flechas, se acercó a su caballo para tranquilizarlo y después se apartó de él dando algunos pasos hacia enfrente y por tercera vez y en una cantidad mayor cayeron flechas cerca de sus pies obligándolo a parar, nuevamente extendió sus brazos y gritó al viento:
— ¡La puerta del infierno ha sido desprotegida y la leyenda ha dado inicio para los cuatro reinos!... Tengo noticias para el Rey Lenlod... su rey.
En ese momento un grupo de guardias fuertemente armados quienes estaban escondidos entre las rocas encimadas salieron para verse con Percival.
— Nadie Puede atravesar estas tierras pese a las mentiras que traes contigo, el guardián del norte es quien protege la puerta del infierno, ¿A qué vienes exactamente? — Preguntó el líder del grupo de guardias, un hombre fuerte de unos treinta años de edad, cabello corto de color oscuro, con armadura de cuero y una espada a dos manos envainada en un costado de su cintura.
A lo que Percival le dijo: — Dime tu nombre guardián de la entrada al mundo subterráneo y te mostraré prueba de ello.
— Mi nombre es Hizel defensor de Gurond... ahora responde ¿A qué vienes a estas tierras?
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La Espada Negra
FantasíaEl egoísmo y la codicia de los reyes de antaño los llevarían a una guerra en la que sin saberlo, la aniquilación de sus pueblos a manos de un ser oscuro era inminente, solo cuatro reyes decidieron cuidar y proteger de sus pueblos pero, la avaricia d...