El Origen

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Mientras el inexorable tiempo se encargaba de dejar atrás los colores de otoño, el invierno se encargaba poco a poco de desaparecer las hojas que yacían en el suelo dejando visible los vestigios de lo que fuese la mejor temporada de todos los tiempos.

Al igual que todos los reinos que se preparan para el invierno que se avecina, en el bosque del olvido, cómo en cualquier bosque, las temperaturas son bastante bajas, por lo que, los duendes prendían fogatas en lugares estratégicos para así poder obtener un poco de calor y confeccionar sus propias ropas abrigadas.

Una noche, mientras Tibo, Renae y Bogdan platicaban y disfrutaban del calor de la fogata, los tres caballos dormían a lado con unas gruesas mantas en sus espaldas hasta que Cyrene abrió los ojos y comenzó a ponerse de pie, al ver que el caballo de Percival se había despertado, los tres quienes están frente de la fogata se quedaron en silencio y pusieron su atención en el animal con la incertidumbre del porque se había levantado.

- ¿Qué le pasa? - Preguntó Renae.

- ¿No tengo idea? - Respondió Tibo.

El caballo movía sus orejas de enfrente hacia atrás como intentando escuchar algo que lo había sacado de su sueño, su mirada iba de una dirección a otra y sus patas las movía como preparándose para correr; En ese momento, Renae, Bogdan y Tibo se pusieron de pie, desenvainaron sus espadas y se prepararon para lo que fuese que apareciera, sin pensarlo y despacio Tibo tomó su inseparable cuerno para dar aviso al resto de los duendes en caso de ser necesario, el nerviosismo y la tensión se sentía en ese momento cuando de pronto, en medio de la fría y oscura noche una silueta apareció entre los árboles.

En un eufórico arranque, Cyrene salió despavorido en dirección a la silueta y al llegar a ella la risa de Percival rompió el silencio que reinaba en ese momento.

- ¡Ven aquí amigo mío!, ¡Es un gusto verte de nuevo! - Gritó Percival con alegría mientras el caballo demostraba su felicidad por ver a su jinete de nuevo. - ¿Cómo has estado? Le preguntó a su caballo mientras lo acariciaba y se acercaban a la fogata.

Con la saliva en la garganta Bogdan le dijo: - ¡Por poco haces que me cague en los pantalones Percival!

- ¿Qué crees que haces con ese cuerno Tibo? - Preguntó Percival.

- ¡Eres un Maldito! - Dijo el líder de los duendes. - ¡Un día vas a hacer que me dé un infarto!

- ¡No tendría tanta suerte! ¿O sí?... y tú debes ser Renae.

El joven temblando de miedo le respondió: - Si señor...

- Vamos... ¿No van a invitar a este pobre viejo a sentarse junto a la fogata? Tengo los pies entumidos de caminar por la nieve.

Momentos más tarde, los cuatro se encontraban ya en el interior de una pequeña cabaña y allí Percival les comenzó a contar:

- Han escapado algunos demonios de la puerta del averno, no son muchos pero, por algún lugar han logrado salir los más pequeños.

El líder de los duendes le preguntó: - ¿Qué haremos Percival?

- Ya no podemos hacer nada por contener la puerta, tenemos que prepararnos para cuando ésta se abra, por ello, habrá una reunión en el valle de los reyes, he enviado un mensaje urgente a Niiveth con la propuesta de la reunión, debo admitir que es el lugar más lejano y difícil de enviar un mensaje, solo espero que el señor del reino acepte ir.

- ¿Cuándo será la reunión?

- Debe ser lo más pronto posible, de no reunir los medallones y la espada no podremos detener a los demonios por mucho tiempo.

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora