La estrella de Niiveth

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Una vez mar adentro y en dirección a las islas de Niiveth, el capitán comenzó a gritar a sus hombres: — ¡Vamos!, ¡Levanten las velas!, ¡Quiero todas las velas izadas desde el bauprés hasta el palo de mesana!, ¡Desde el petifoque hasta la cangreja!

Amice y Margery observaban a todos los hombres abordo que trabajaban rápido y sin descanso a la orden de su capitán, las mujeres a bordo no entendían lo que los tripulantes del barco decían y se gritaban, lo que ellas escuchaban y veían era solo caos y hombres corriendo por toda la cubierta del barco hasta que, un hombre fuerte de aspecto mal encarado se acercó a ellas y les dijo:

— Vamos, acompáñenme, no pueden estar aquí, alguien podría lastimarlas.

Tomadas de la mano, Amice y Margery lo siguieron bajando unas escaleras hacia el puente, mientras bajaban, veían que debajo de cubierta el "caos" era casi el mismo, gritos y órdenes se escuchaban por doquier mientras que cada tripulante del barco hacía lo suyo

— Las llevaré a sus camarotes para que no las lastimen. — Dijo el hombre.

Las dos mujeres solo lo seguían mientras hombres se movían con rapidez en ese nivel del barco.

Al llegar a una puerta el hombre les dijo al momento de abrirla: — ¡Entren, rápido!,

Amice y Margery entraron a esa "habitación" y mientras la observaban el hombre cerró la puerta y le colocó un pasador que se encontraba por fuera de ésta, sorprendidas y con miedo intentaron abrirla pero no les fue posible.

— ¿Ahora qué? — Preguntó Amice asustada.

— No lo sé, pero debe haber algo que pueda utilizar para abrir la puerta, no quiero morir sin defenderme.

Aún más asustada Amice preguntó: — ¿Morir?

— Te aseguro que a varios me los llevaré a la tumba si intentan hacerte daño. — Dijo la guerrera mientras buscaba algún objeto punzante.

— ¿Crees que quieran matarnos?

En ese momento Margery volteó a ver a Amice y le dijo: — ¿Acaso estás ciega?, Estamos en un barco en medio de la nada... ¿Crees que quieran matarnos?

Con cara de no entender nada, Amice solo encogió los hombros.

— ¿Es en serio? — Por una leve pausa Margery dijo: — "No puede ser", ¿En serio no sabes de lo que son capaces de hacer?... Los que están allá afuera son unos malditos que intentaran violarnos una y otra vez, cientos de veces, ¿Acaso no viste como nos observaban?, lo más seguro es que no han estado con alguna mujer durante meses y son capaces de hacerte sangrar por todos los agujeros que tengas y, cuando no puedas más te seguirán cogiendo hasta que mueras para después tirar tu podrido cuerpo al mar.

Aterrada, Amice le dijo: — ¡No!, ¡No quiero morir así! — Al terminar de decir esas palabras, al igual que Margery, se puso a buscar algo para defenderse.

Mientras las dos continuaban con la búsqueda, alguien llamó a la puerta de su camarote y, en silencio, Amice sostenía una lámpara de aceite en su mano y Margery un porta-velas de metal que estaba sobre una mesa de madera... Cuando la puerta comenzó a abrirse las dos mujeres se abalanzaron sobre aquel hombre y sin miramientos comenzaron a golpearlo, por fortuna aquel hombre no venía solo, el oficial del segundo puente logró detener la agresión de las mujeres quienes para su infortunio, a quien golpeaban era al capitán del navío.

— ¡Pero que carajos! — Exclamó el capitán al recibir aquella tunda. — ¿Es así como agradecen por llevarlas a Niiveth? — Preguntó molesto.

De inmediato la agresión por parte de Margery y Amice cesó en contra del capitán diciendo: — ¡Lo sentimos!, ¡No sabíamos que era usted!

— Y ¿Quién diablos creían que era?, ¿El Dios Negro?

La Espada NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora