La espada negra

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La helada noche del invierno continuaba y los reyes de los tres reinos comenzaron a ponerse de acuerdo para ayudar a Renae en la búsqueda de la espada negra, con varias fogatas alrededor de la enraizada mesa, los acuerdos poco a poco se iban formalizando y mientras cada uno exponía su apoyo a la causa, la Dama de Blanco los interrumpió creando un silencio en la mesa diciéndole a Renae.

- Tu destino está escrito y deberás enfrentar el poder del Dios Negro, los demonios que han salido del inframundo serán un obstáculo en tu búsqueda pero, ten fe en quienes te acompañaran en esta misión y por ningún motivo te desistas o de lo contrario, jamás volverás a ver las caras que ahora ves. - Le dijo volteando a ver a Amice. - Tienes hasta el amanecer para elegir aquellos que te cubrirán la espalda.

- Ya he elegido mi señora, quiero a los caballeros de Abuliot conmigo.

Pronto, el rey Odo intervino: - ¿Caballeros?, son mercenarios, asesinos de Tokan, no creo que sean dignos de proteger al elegido.

- Si ellos no son dignos su majestad, ¿Entonces dígame quienes lo son? - Preguntó Renae.

- Dietrich y sus hombres están bien preparados para la misión.

- Con todo respecto su majestad, elijo a Alcides y sus hombres. - Replicó Renae.

Insistente el rey de Oxzorm le dijo: - Alcides no es un caballero, solo ha sido un mensajero de Abuliot.

Renae molesto volteó a ver a Alcides y éste dijo: - Margery... Dame tu espada...

La guerrera de Bathar solo lo miró confundida...

- Margery... tu espada... - El joven replicó.

Margery se puso de pie, desenvainó su espada y se la entregó por la empuñadura, cuando Renae tuvo la espada en sus manos volteó y les dijo a todos los presentes:

- Soy el hijo del último rey de Abuliot, heredero al trono del reino de fuego, portador de la daga de la esperanza y de los medallones... Por ello: - Volteando a ver a Alcides éste le dijo: - Alcides... abajo... - Acatando la orden del nuevo rey e Abuliot, Alcides puso una rodilla en el suelo y agachó la cabeza. - Por el poder que por linaje me fue conferido, te nombro caballero y consejero de guerra del futuro reino de Abuliot, honraras y protegerás al reino de todos sus enemigos ya sean internos o externos... - Le dijo haciendo el ya conocido toque de hombros con la espada.

El rey Odo comprendió que Renae, sin estar en el castillo de Abuliot, había tomado el trono que un día a su padre le fue arrebatado.

- Rocco... - Con la mirada, el nuevo rey le ordenó que se pusiera de rodillas y de la misma forma le dijo: - Te nombro general de las futuras fuerzas armadas de infantería de Abuliot, honraras y protegerás al reino de todos sus enemigos ya sean internos o externos... - Al terminar, prosiguió con el bien parecido de la ballesta. - Dalibor, te nombro general de las futuras fuerzas armadas de arquería del reino de Abuliot, honraras y protegerás al reino de todos sus enemigos ya sean internos o externos...

Cuando la informal ceremonia concluyó, Renae se dio vuelta, le entregó la espada a Margery y con una seguridad en sí mismo les dijo a todos: - He elegido a mis guerreros, solicito de su ayuda para ir a recuperar mi reino, la espada negra y destruir a los monstruos del averno.

Unos segundos bastaron para que el rey Odo se pusiera de pie y destruyera el silencio que había en ese momento en la mesa: - Renae, rey de Abuliot... La mitad del ejército que me acompaña es tuyo, es el regalo de Oxzorm para el elegido que salvará al mundo. - De la misma forma, Lenlod, el rey de las tierras subterráneas le hizo el mismo regalo al joven Renae.

Stanimir, el rey de las islas de Niiveth guardó silencio regalando en ese momento un incómodo momento para todos quienes lo veían esperando algún gesto hacia Renae.

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